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Volver al colegio tiene sus despegues

Al comenzar las clases nuevamente hay hábitos que se disipan y lazos que se fortalecen, como lo son entre padres e hijos y hermanos entre sí.

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Por Natalia Boffelli (Lic. En Psicopedagogía, MP 13-1567).

Al comenzar las clases nuevamente hay hábitos que se disipan y lazos que se fortalecen, como lo son entre padres e hijos y hermanos entre sí. Aquí hay que estar preparado para los cambios que en nuestros niños pueda ocasionar. Pueden darse  presencia de una situación de temor o angustia que es parte del desarrollo cognoscitivo y emocional del niño, nuevamente y de golpe deben desprenderse del seno familiar para cumplimentar con la escolaridad simple, extendida o doble.

El periodo de readaptación debe ser considerado por padres y docentes, y comprender las sintomatologías que puedan expresar los niños. Aparecen los dolores de cabeza, panza, llanto y angustia que ellos mismos, si tienen confianza en quien se los interroga, suelen asumir que extrañan.

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La presencia de sintomatología ansiosa repercute directamente sobre el funcionamiento escolar, social y familiar. En el caso de los niños, existen diferentes miedos a lo largo del desarrollo que van variando y que no se pueden englobar dentro de un trastorno de ansiedad como tal. A diferencia de los miedos, la ansiedad es más difusa e inespecífica.

En el caso de los trastornos de ansiedad es frecuente encontrar preocupaciones irracionales que interfieren en el funcionamiento habitual. Lo importante es comprender que puede haber tendencias dado los cambios ambientales y organizativos a que aparezca diversidad de síntomas sin llegar a ser enfermedad diagnosticada como tal.

El Trastorno de Ansiedad por Separación se caracteriza por la presencia de ansiedad excesiva producida por el alejamiento del hogar o de aquellas figuras con las que existe un vínculo. Dicha ansiedad es mayor en relación con aquella que puede llegar a presentarse normalmente o de acuerdo con el nivel de desarrollo. Los sujetos que padecen el trastorno, experimentan unos malestares excesivos y recurrentes al estar separados de su hogar o de las personas a las cuales están vinculados y requieren  permanecer en contacto con ellas y puede ir solucionándose manteniendo la mirada de los padres con su presencia en las escuelas, por períodos cada vez más cortos, que vayan acompañando la readaptación.

Los niños con este trastorno suelen expresar miedo a perderse y no reunirse nunca más con sus padres. No les gustan las actividades en las que son separados de sus padres o alejados de su casa. A la hora de dormir suelen necesitar la presencia de sus padres hasta conciliar el sueño; son incapaces de permanecer solos en una habitación o de permanecer solos aún con sus compañeros, y el docente debe acompañar esta transición, dando seguridad a que el menor experimente situaciones con personas conocidas para él o ella… prefieren permanecer al lado de sus padres, muy cerca de ellos. Por ello la importancia de que el despegue sea progresivo y no brusco para no reforzar la sintomatología.

Frente a la posibilidad de separarse de los padres anticipatoriamente pueden presentar quejas físicas entre las que están el dolor abdominal, náuseas y vómito. Pueden existir síntomas cardiovasculares como palpitaciones, vértigos y sensación de desmayo aunque son poco frecuentes en niños pequeños. Los síntomas en niños que no presentan la patología desaparecen una vez que se adaptan nuevamente al ritmo escolar y familiar conjuntamente con la aceptación de entornos igualmente familiares, entre ellos los edificios escolares, las rutinas y el personal docente a cargo. En el caso de persistencia de los mismos una consulta psicológica y/o psicopedagógica será necesaria para diagnosticar y acompañar al menor y su familia. Por lo general son casos aislados pero no por ello dejan de ser de atención y conocimiento.