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Aprendizaje y Afectividad

El desarrollo afectivo puede entenderse como la vía a través de la cual las personas establecen afectos y entienden los mismos.

  • Carina Lescano
  • Lic. en Psicología. MPA 4809
  • Natalia Boffelli
  • Lic. en Psicopedagogía. MP 13-1567

El ser humano para sentirse vivo necesita sentirse amado; es un motor que motiva nuestra existencia. Todo acto que realiza está encumbrado en una emoción, ya que las emociones rigen nuestra existencia, desde la supervivencia hasta la satisfacción. El desarrollo afectivo puede entenderse como la vía a través de la cual las personas establecen afectos y entienden los mismos.

El aprendizaje como construcción implica a toda la persona, en todas sus dimensiones bio-psico-socio-emocional. La dimensión afectiva-emocional debe ser el eje en el desarrollo integral del ser, siendo el amor la fuente emotiva que lo moviliza.

De esta manera, se pude afirmar que la emoción está implicada íntimamente en el acto de aprender. La persona que está aprendiendo incluye en ese acto  la satisfacción por la incorporación de un aprendizaje nuevo  generando mayor autoconfianza y auto-eficiencia que podría ser trasladado a otras experiencias de vida.

Para esto, es necesario que el docente se presente ante todo como una persona no como sujeto de saber sino como una parte más del todo en esa construcción de aprendizaje. Esto quiere decir que el docente expresa en su enseñanza sus propios aspectos emocionales, sociales, etc, favoreciendo en ese acto un aprendizaje colaborativo y social.

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El aula y/o institución es el lugar donde se despliegan las actividades académicas, cognitivas, conjuntamente con lo afectivo. Una construcción de conocimiento y sociabilización mediada por vínculos afectivos necesarios y en desarrollo en las diferentes edades. Crea espacios donde circule la afectividad, crea condiciones favorables de aprendizaje, las cuales desarrollan capacidades, competencias, estrategias y valores.

Allí se unifica el ambiente como condición edilicia infaltable y las acciones, experiencias y vivencias que se dan en conjugación para dar sentido a la propuesta educativa. El espacio educativo debe ser un ambiente de comunicación y encuentro mediados por vínculos afectivos que dé lugar al intercambio de conocimientos compartidos entre alumnos y docentes.

La integración de lo afectivo y lo intelectual debe ser eje de todo proyecto educativo dado que el desarrollo intelectual sin su paralelo emocional crea un desequilibrio y consecuencias para el éxito.

Motivar a los alumnos con la palabra y el afecto pone en funcionamiento motivacional las propias capacidades; se busca descubrir, desafiarse, aprehender, apropiarse de saberes compartidos con otros. Cuando un docente y también sus padres, ponen en palabras y gestos la confianza en que el alumno y sus capacidades, el estudiante desarrolla conciencia de su propia capacidad frente a la actividad.

Si sucede lo contrario, puede darse un bloqueo o inseguridad que hay que trabajar mucho. La predisposición del alumno y la disponibilidad de docentes y padres generan espacios de intercambios sanos y propicios de aprendizajes significativos.

Se sugiere a padres y docentes


  • Manifestar o emplear los afectos de forma no verbal (una caricia en la cabeza de un niño o una palmada a un adolescente) y verbal (confío en ti, tu puedes, te quiero).
  • Brindar espacios de autonomía para que creen sus vínculos afectivos.
  • Evitar intercambios afectivos obligados (te doy esto si….) ni tampoco presiones que se manifiesten. Dejar que surjan con vínculo afectivo.
  • Ayudar a distinguir afectos que se asocian a emociones.
  • Educar para que no sientan vergüenza de sentir y dar afecto, hablando corporalmente o verbalmente.
  • Erradicar la violencia verbal y no verbal.

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