Participaron: Tiziana Baratta y Svetlana Skrzypek (4to IMVA). Tomás Huens y Simón Obregón (4to IENM).
Los artistas surgen de diferentes lugares y realizan distintos recorridos. El de Simón Ibáñez Durán quizás sea de esos casos en que la vida da un giro completamente inesperado: se vino desde Viedma a estudiar Biología a Córdoba y cuando estaba a cinco materias de recibirse de biólogo, decidió irse a vivir a México por un año con su novia y amigos.
Cuando regresó, su hermano había abierto un negocio de iluminación escultórica y Simón, buscando generar ingresos, empezó a hacer estructuras con hierro. En ese momento no podía imaginar que un día terminaría realizando una escultura de ocho metros y medio de Mario Alberto Kempes para el estadio homónimo.
En la actualidad, Ibáñez trabaja fundamentalmente con hierro, material que elige por su plasticidad, lo que le permite cortarlo, soldarlo y unirlo con facilidad y rapidez. “Yo soy ansioso, entonces el hierro me viene bien, porque ves el resultado al toque, soldás y enseguida armás una estructura”, expresó en diálogo con El Milenio.
Para Ibáñez, quien aprendió de forma autodidacta, “las carreras de los artistas se van haciendo de a poco” y mientras tanto “uno tiene que comer y vivir”. “Yo trabajé mucho tiempo como herrero y de esa forma conocí el material, las herramientas, las técnicas. Así pude ir creciendo como artista mientras me sostenía con el oficio de la herrería”, relató.

Kempes gigante
Simón Ibáñez Durán fue el encargado de realizar la escultura de ocho metros y medio que desde abril se levanta en el ingreso del Estadio Mario Alberto Kempes. Para ello, trabajó junto a otras cinco personas en su taller de Mendiolaza. La obra, de 1400 kilos, está realizada con chapas de hierro recicladas y evoca el festejo del gol que realizara el jugador de Bell Ville en la final del mundial Argentina 1978.

El Milenio: ¿Cuándo y cómo comenzaste a involucrarte en el mundo del arte?
Simón Ibáñez Durán: Empecé de chico yendo a talleres de arte que había en el centro cultural de Viedma. Iba a la mañana para tomar clases de pintura, plástica, expresión corporal, marionetas y títeres. Lo disfruté mucho, iba con chicos de mi edad, la pasábamos bien y ahí me empapé un poco. También tengo una abuela que era artista plástica. Ella vivía en el norte de Bolivia y pintaba todos los paisajes de la región.
EM: ¿Cómo pasaste de hacer solo diseño a hacer piezas de arte?
SID: Fue aproximadamente hace 15 años. Yo ya generaba esculturas de pequeños formatos para el local que estaban a la venta y entonces me llamaron para hacer una escultura para un edificio, para el coro.
Hay una ordenanza que exige que haya una obra de arte al ingreso de cada edificio entonces es una buena posibilidad para que los artistas muestren su trabajo. Ahora tengo más de veinte obras en diferentes edificios. En ese momento para que me apruebe la municipalidad, tuve que presentar un portfolio con trabajos, con muestras que había hecho, para que el Estado me avale como artista.
EM: ¿Y qué es lo que inspira tu trabajo actualmente?
SID: Mi inspiración principal, lo que me fascina, es la naturaleza, que fue también lo que me llevó a estudiar Biología. Disfruto mucho de la naturaleza, me gusta explicar mucho sus morfologías, sus colores, sus olores, sus texturas. Todo me atrapa, me impregna, me motiva y me despierta. Siento que es una fuente inagotable de inspiración.
No sé en qué momento pasó que nos hemos sintetizado tanto que nos hemos alejado de la naturaleza, siendo tan claramente parte de ella. Afortunadamente ahora hay una tendencia de volver a lo natural, a lo orgánico, de tratar de acercarse un poco más a la tierra y hacer un poco las paces entre el humano y la naturaleza.


EM: Aparte de la gran escultura que hiciste recientemente para el estadio Kempes, ¿qué otras de tus obras destacarías en cuanto a repercusión?
SID: Creo que la otra obra que también tuvo mucha repercusión fue una que hice hace poco, que se llama Prana. Fue para Casa FOA, una muestra de arquitectura e interiorismo que ya lleva 39 ediciones y se hizo en Córdoba por primera vez.
Es la muestra más importante en el rubro y me convocaron para intervenir en el hall principal, así que realicé una escultura de once metros de alto que está suspendida por un cable de acero que conecta el cielo y la tierra. Se llama Prana, que es la energía vital de todo organismo, energía que nos impregna a todos.
EM: Y desde lo personal afectivo, ¿destacás alguna otra obra?
SID: La primera escultura que pongo en un edificio, que se llama Rotación, me parece que es una de las más importantes, ya que marcó un quiebre y un comienzo en mi línea de tiempo.
Después hay varias obras que son importantes para mí: el Cauny, que es el Pegaso que hice para una librería de San Marcos Sierra, Hanna, el Kempes, Prana, Kiyay (que está en uno de los locales comerciales ubicados abajo del golf de Villa Allende).
EM: Hace poco te mudaste a Unquillo, pero antes vivías en Mendiolaza. ¿Cómo influye en tu relación con el arte el vivir en Sierras Chicas?
SID: Antes de mudarnos a Mendiolaza vivíamos en Alta Córdoba, bien metidos en el corazón de la ciudad. Acercarme a Sierras Chicas me da ese contacto cotidiano que busco con la naturaleza. Ahora estamos viviendo en el centro de Unquillo, pero la idea es construir en Cabana, irnos un poquito más al monte. Siento que eso va a afectar directamente a mi obra, a mi inspiración permanente.

