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El Bodrio Adolescente, lugar de libertad

Desde abril de 2021 funciona en el CAPS de barrio Gobernador Pizarro un novedoso espacio para jóvenes donde el foco está puesto en el cuidado de la salud mental. En diálogo con El Milenio, los integrantes de El Bodrio Adolescente cuentan de qué se trata el grupo y aseguran que, de aburrido, no tiene nada.

“Alto para… ¡El Bodrio!”, grita fuerte alguien y todos corren. Así, jugando y siempre con una consigna, arrancan las siestas de los miércoles en el patio del Centro de Atención Primaria de Salud (CAPS) de barrio Gobernador Pizarro. Un espacio abierto para adolescentes de la ciudad, donde como dice Johel, “podés hablar, sentirte libre y ser escuchado sin ser juzgado”. 

“Si yo no venía acá, no pasaba de año”, “Lo que más me gusta del grupo es divertirme y charlar”, “Acá puedo venir sólo a cuidar de mí”, son algunas de las frases que se escuchan, entre mates y galletitas, en boca de los protagonistas.

Si bien el espacio surgió como una política pública en respuesta a una necesidad puntual que manifestaban muchos adolescentes del barrio, la propuesta es una construcción colectiva entre ellos y las profesionales que los acompañan: dos psicólogas, una agente sanitaria y dos estudiantes de la carrera de Psicología, quienes están llevando a cabo sus prácticas profesionales.

Al principio, se reunían simplemente para imprimir cosas de la escuela y ayudarse con la tarea, pero luego el equipo evaluó que era necesario otro espacio, en el que los adolescentes se sintieran acompañados, escuchados y tenidos en cuenta. 


“Lo que nos decían era que necesitaban ir al psicólogo porque sentían mucho malestar producto del aislamiento, particularmente con la cuestión escolar y la virtualidad. En el barrio no había conexión y eso era un impedimento para continuar los estudios”, explica Constanza Queirolo, psicóloga y especialista en Salud Social y Comunitaria. Y aclara: “Cuando se piensa en el cuidado de la salud mental pareciera que sólo se atiende un problema o una enfermedad, lo cual no es así”.

Como explican las profesionales, la dinámica de los encuentros varía de acuerdo a los intereses, deseos y demandas de los protagonistas, sin perder de vista que lo que se busca es priorizar el bienestar de los adolescentes, acompañando y enriqueciendo sus procesos identitarios, de conocimiento y de acción. 

“Uno de los objetivos del espacio es que los pibes puedan ser libres y creo que eso se ejerce bastante. Se piensa una actividad y capaz a ellos no les pinta y nos lo dicen: ´No, qué aburrido’, entonces no queda otra que cambiarla”, confiesa Magdalena Burgo, psicóloga del equipo y vecina de Unquillo. “Cuando comenzamos el año les planteamos qué actividades les gustaría hacer y a través de una lluvia de ideas, se decide. Nos retroalimentamos”, agrega Constanza.

Talleres de lectura y escritura, clases de guitarra y hasta fiesta de disfraces en alguna plaza, son algunas de las propuestas que se piensan desde y para el espacio, ya que la idea desde el principio ha sido que “no sea un bodrio”. Como señala Magdalena, aunque al principio no sabían qué significaba la palabra, cuando hubo que darle un nombre al grupo, no dudaron en elegirla. 

“Aquí es donde todos nos ayudamos y podemos entender lo que sienten los demás. Un grupo mágico donde desaparece el mal humor y el dolor, que te hace sonreír, aunque estés molesto”

Constanza Queirolo

Ampliando horizontes

Si bien todos viven en Unquillo, según comparten a El Milenio las coordinadoras del espacio, muchos de los integrantes de El Bodrio no conocen algunos lugares clave de la localidad. Por lo que uno de los ejes de trabajo de este año fue hacer un mapeo de la ciudad para que pudieran reconocer los espacios que habitan y los que aún no.

“El objetivo fue formar redes para que conozcan y se apropien de otros lugares porque por ahí lo que sucede es que se quedan en su territorio habitual, en el cole, y nada más. En muchos casos no tienen quien los acompañe a ampliar horizontes”, manifiesta Queirolo. 

Por esta razón, además de encontrarse en Pizarro, a veces trasladan los encuentros a otros puntos de Unquillo, como la Biblioteca Popular Domingo F. Sarmiento, el Parque Integrador, la Plaza Belgrano, el Cine Municipal o Los Quebrachitos. Para cerrar el año, antes del último encuentro, el destino será la ciudad de Córdoba, donde la idea es recorrer algunos museos y diferentes espacios públicos de la capital.

Vale mencionar que todos los lugares que visitan se definen pensando de antemano en una actividad o propuesta para hacer, siempre con el aval del grupo. Por ejemplo, en el caso del Cine Rivadavia, el eje fue ir a ver Las Motitos, una película donde el foco está puesto en las juventudes y adolescencias. 


También es importante aclarar que, si bien el espacio funciona en Pizarro, participan jóvenes de diferentes puntos de la ciudad. “El Bodrio siempre está abierto a quienes deseen sumarse”, destacaron las profesionales del equipo.

Además de ser vecinos, muchos de los participantes también son compañeros del colegio, por lo que la mayoría llega al espacio tras haberse enterado en la escuela. “Yo empecé porque Male, la coordinadora del curso, me dijo que me iba a servir, que era justo para mí. Y bueno, al principio no le hice caso, pero como me insistió pensé que a lo mejor tenía razón”, comenta riéndose uno de los jóvenes, quien llega todos los miércoles junto a su hermana.  

Una de las particularidades del grupo es que, según cuentan a El Milenio, si bien todos son adolescentes, las redes sociales no son su lugar favorito. Por ello, El Bodrio sólo cuenta con un grupo de WhatsApp del que aseguran que no se va nadie. “Algunos dejan de venir al espacio, pero en el grupo siguen estando. Incluso a veces, cuando creemos que ya no vuelven, se enteran de algo que les gusta y aparecen”, comenta riéndose Constanza. 

Si bien la concurrencia va fluctuando, las razones para volver y permanecer son más que suficientes y así lo manifiesta Johel: “Aquí es donde todos nos ayudamos y podemos entender lo que sienten los demás. Un grupo mágico donde desaparece el mal humor y ese dolor que traés, que te hace sonreír, aunque estés molesto”.