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Cuentos desde el amor

Si se habla de narración oral, el nombre de Nadina Barbieri aparece con fuerza en Sierras Chicas, y con justo motivo. Vecina de Río Ceballos hace más de veinte años, la oriunda de Entre Ríos ha sabido forjar un sólido camino en el milenario oficio de la palabra hablada. A través de espacios como Río Cuentero, Barbieri reivindica la importancia de contar historias, y también de escucharlas.

Por Milagros Alcántaro. periodico@elmilenio.info

Colaboración: Guadalupe Lovey y Carola Fazio (4to IENM). Lola Sánchez y Joaquín Lencina (4to IMVA).


Además de definirse como narradora oral, Nadina Barbieri también es actriz, capacitadora y animadora sociocultural. Se formó en Buenos Aires en teatro, improvisación, títeres y música, pero no fue hasta llegar a Córdoba que comenzó de manera formal su camino en la narración. Y es particularmente en Río Ceballos donde más ha dejado su impronta, al formar parte de Río Cuentero, un espacio donde se narran historias para chicos (y grandes) que ya lleva 17 años de vigencia.

Durante su infancia en Concordia, Barbieri fue una niña inquieta y muy dada a la charla. No era para menos, ya que creció rodeada de libros y discos infantiles, con una madre que producía contenido para niños y jóvenes en radio y televisión. Inevitablemente, esa figura terminó convirtiéndose en una inspiración para ella. “Mi mamá fue una referente para mí”, reconoció en diálogo con El Milenio. 

“Lo que tenemos que hacer es seguir apostando a que las infancias tengan siempre de esto, del vínculo, de los cuentos dichos con amor y cariño. Yo elijo mis historias como si fuesen un regalo”

Nadina Barbieri

Historias que no mueren

En un mundo donde lo digital crece a ritmo vertiginoso y los tiempos se vuelven cada vez más urgentes, se podría pensar que el arte de narrar corre peligro de extinguirse, que ya nadie presta atención. Sin embargo, Barbieri no opina lo mismo: “Yo creo que, a pesar de que pasan los años, los niños están ávidos de escuchar historias”. 

Para la narradora, el contacto y el vínculo que se genera al momento de contar un cuento es fundamental, necesario e irremplazable. Pero, a medida que las personas van creciendo, se les deja de contar historias, lamentó.

Por esta razón, aunque disfruta particularmente trabajar con niños, le ha agarrado también el gusto al público adulto. Como explicó, antes consideraba que solo los más pequeños son genuinos y sinceros: si se aburren se dan vuelta y no te escuchan más, a diferencia de los adultos que pareciera que te están escuchando cuando pueden estar pensando en otra cosa. +

Sin embargo, Barbieri comprobó que los grandes también están deseosos de escuchar historias. Esto se fue evidenciando para ella en los encuentros de Río Cuentero, donde no solo participan los niños, sino que toda la familia acompaña y disfruta el momento.

La llegada de la pandemia obviamente afectó su trabajo como narradora oral, especialmente por el cambio de dinámica que significó la virtualidad, a la cual Barbieri se negaba rotundamente en un principio. “Me costó más hablarle al celular que dar una función para 200 niños”, confesó. 

Aun así, ese momento le mostró que, con 22 años de trabajo, tenía muy pocos registros de los momentos compartidos. Por esa razón, con mucho esfuerzo, comenzó a subir contenido a su canal de YouTube, aunque aclaró que no reemplaza su propuesta por lo virtual: “Tampoco me voy a transformar en la narradora de YouTube, no lo considero un objetivo”. No obstante, reconoció que la plataforma le permite enriquecer su trabajo, en especial para aquellas personas que nunca la han visto o escuchado.


Conexión atemporal

“Lo que tenemos que hacer es seguir apostando a que las infancias tengan siempre de esto, del vínculo, de los cuentos dichos con amor y cariño”, reiteró Barbieri. Aunque tanto niños y adolescentes como adultos disfrutan de sus narraciones, al final Nadina considera que es ella la que se lleva más de lo que da.

Y siempre escoge con amor cada historia y cada gesto que acompañará ese relato. “Yo comparto la palabra, elijo los cuentos que voy a contar como si fuesen un regalo”, explicó. Eso no significa que lo planeado no cambie sobre la marcha. “Estoy muy atenta a quiénes son los que van a recibir esto”, aclaró. 

En esta línea, es muy importante percibir la disposición que tienen las infancias al momento de escuchar un relato. “Eso es lo que me ha enseñado la profesión. No es que tengo el mismo cuento y lo presento en todos lados igual, sino que llego y a veces está pasando otra cosa. Pueden estar cansados, con mucha energía, intimidados o dispersos. Eso hace que cada narración sea única e irrepetible, pero nadie sale indiferente de ese momento”, explicó.

Quizás el estar atenta sea una de las claves de Barbieri para enganchar tanto a niños como a adultos. Pero aún más importante es su capacidad de generar complicidad. “Fui una niña muy inquieta, muy conversadora, entonces si alguien se ríe, yo me estoy dando cuenta de lo que pasa”, relató. “No me siento tan distinta, no es que ahora soy adulta”, señaló entre sonrisas. 


“Busco el vínculo en cualquier situación artística o de comunicación, si no, le voy a narrar a la ventana o a la pared, pero no a la persona que me está escuchando”, continuó. Esa conexión que genera con sus públicos le permite a Barbieri sostener su propuesta a lo largo del tiempo, a través de los cambios generacionales y de las modificaciones en los ritmos de vida. Para la narradora, este es uno de sus mayores logros.

Por otro lado, que Río Cuentero haya cumplido 17 años también es muy significativo para la sierrachiquense. “Es la única propuesta cultural permanente de un espacio comunitario”, destacó y contó que en cada encuentro participan entre 40 y 50 personas.

Varios niños llegaron a Río Cuentero con cinco años y hoy son adolescentes que, de alguna manera, han crecido con el espacio. Para Nadina es una gran emoción cuando los jóvenes que alguna vez fueron niños y escucharon sus historias, la reconocen y saludan por las calles de Río Ceballos.

Como reconoce la narradora, en este momento de su vida, no se imagina en otro lado. La niña inquieta, que gustaba charlar y reír hasta por los codos, aún se refleja en la Nadina adulta, quien considera que hizo de ese “defecto” de hablar mucho, su oficio. “Lo que amo hacer es esto, es lo que me legó mi madre y no podría hacer otra cosa. Así que creo que el desafío es poder sostenerlo”, concluyó.