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Cantos en extinción

Becaria doctoral del Conicet y vecina de Sierras Chicas, Luna Silvetti ha dedicado los últimos dos años a investigar cómo el avance de la urbanización, la deforestación y las especies vegetales exóticas mermaron considerablemente el hábitat de las aves nativas locales. Hoy, especies como el carpintero negro y el pepitero de collar podría desaparecer de la región, privándonos en un futuro de sus maravillosos cantos.

En 1928, el gran compositor uruguayo Edmundo Bianchi denunciaba en su hoy célebre tango “Ya no cantas chingolo”, cómo el avance del ferrocarril, “el jazz, el gringo y el Ford” arrasaban con el hábitat natural del “pájaro payador”, cuya “canción sin igual, no se podrá más oír”.

Hoy, a casi un siglo de su creación, la letra parece más vigente que nunca: una reciente investigación llevada adelante por miembros del Instituto de Altos Estudios Espaciales Mario Gulich (CONAE/UNC), confirmó que, en los últimos treinta años, la pérdida del bosque nativo y el avance de la urbanización han puesto seriamente en jaque a la población de aves nativas sierrachiquenses.

La investigación estuvo a cargo de la becaria doctoral del Conicet Luna Silvetti, en el marco de su Doctorado en Ciencias Biológicas (UNC). El resultado del estudio advirtió que el daño sufrido en el ecosistema local se acentuaría en los próximos años, a menos que se pongan en marcha estrategias para conservar y restaurar el monte, además de replantear el manejo del entramado urbano ya existente.

“La idea es generar mapas que muestren cómo sería la cobertura de Sierras Chicas en quince o treinta años, permitiéndonos anticiparnos y preservar las zonas prioritarias”

Luna Silvetti

Trabajo de campo

El interés de Silvetti por las aves de las sierras cordobesas nace de su propia infancia en este territorio. “Siempre me llamó la atención el tema de las aves y, como soy de La Calera, no podía rechazar la propuesta de estudiarlas, habitan el lugar donde crecí y que conozco muy bien”, comentó en diálogo con El Milenio.

La investigación de Silvetti incluyó un pormenorizado estudio de campo en varias localidades de la región, principalmente comprendidas entre Bajo de Olmos y La Calera. “Trabajamos la parte de la ladera oriental, incluyendo los territorios de Unquillo, Río Ceballos y Salsipuedes. Examinamos diferentes puntos de muestreo, lo que nos permitió obtener datos más certeros de toda la zona”, detalló la investigadora.

En el proceso se registraron una gran cantidad y variedad de especies de aves, además de tomar datos de la estructura del bosque y de la cantidad de especies vegetales nativas, así como de la cobertura del dosel (capa boscosa superior) y del suelo, entre otros aspectos. 

Silvetti detalló que para este trabajo tomaron en cuenta exclusivamente aves que habitaran realmente el territorio, evitando las especies que sólo sobrevolaban la zona. “Registrábamos aquellas aves que se posaban o anidaban en los árboles, por ejemplo, no así aquellas otras que pasaban al vuelo. La idea era documentar las aves que hicieran un uso verdadero del suelo”, manifestó.

Así se reconocieron tres grandes grupos de aves propias de la zona: las especialistas de bosques (como el carpintero negro y el anambé común) que habitan principalmente en montes nativos; las especies de arbustal (como el corbatita común y el pepitero de collar), que frecuentan hábitats más abiertos; y las aves generalistas (como el chingolo y el benteveo) que tienen la capacidad de adaptarse a cualquier entorno, incluido el urbano.


La deuda de extinción

El estudio también analizó las amenazas que atentan contra la perdurabilidad de las aves. Así, se demostró que ciertas especies vegetales exóticas, como el siempreverde y la acacia negra, terminan invadiendo el territorio en detrimento de las nativas, eliminando progresivamente la fuente de alimento original de las aves clasificadas como especialistas de bosque.

“El avance de estas especies vegetales invasoras modificó la cobertura y la estructura del bosque, disminuyendo el estrato medio (sotobosque) y haciéndolo más cerrado, dificultando el ingreso de la luz y el acceso a recursos que son básicos para estas aves”, detalló Silvetti.

“Por su parte las especies de arbustal, que se alimentan y nidifican en arbustos del estrato medio del bosque, terminan perdiendo el hábitat clave para su supervivencia con la urbanización descontrolada”, se lamentó la investigadora.

Aquí, Silvetti introduce el concepto de “deuda de extinción”, que en Ecología se refiere al tiempo de respuesta de la fauna ante un cambio en la configuración del paisaje. “Hay especies que, ante un disturbio, no desaparecen inmediatamente, sino que se da un retraso temporal hasta que se extinguen totalmente. Esto lo podemos determinar comparando si estas especies responden mejor a la configuración del paisaje pasado o actual”, destacó.

Si responden al paisaje actual, significaría que están en equilibrio, en cambio sí responden mejor al pasado, significa que potencialmente podrían extinguirse localmente, incluso si no hubiera nuevos disturbios.

“Una de las ventajas de estudiar la deuda de extinción es saber si las comunidades actuales tienen esa deuda y, si la tienen, promover algunas estrategias de conservación en el área para que esas especies puedan perdurar a lo largo del tiempo”, agregó.


Un aporte satelital

Finalmente, la becaria doctoral del Conicet explicó que otro punto vital para su trabajo fue el estudio de imágenes satelitales de las Sierras Chicas de los últimos treinta años, particularmente de 1989, 2004 y 2019. “La información satelital es un gran aporte que se complementa con el trabajo de campo, porque permite observar el cambio en el entorno a nivel general”, afirmó.

Además, destacó que, gracias a las observaciones que en los próximos años ofrecerá la constelación argentina de satélites SAOCOM, sus estudios podrían ampliarse, permitiendo una caracterización más exacta de la cobertura y la densidad de los bosques. “Será útil, por ejemplo, para determinar la altura de los bosques en algunas zonas de las sierras a las que se me hizo imposible acceder para tomar datos”, adelantó.

Finalmente, la entrevistada afirmó que espera que su trabajo sirva para generar propuestas y evitar una mayor pérdida de aves a futuro. “La idea es poder generar mapas que nos muestren cómo sería la cobertura de Sierras Chicas en quince o treinta años, permitiéndonos anticiparnos y decidir qué zonas son prioritarias para preservar”, cerró la investigadora.