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Hijas e Hijos huérfanos por violencia de género, las víctimas colaterales del femicidio

Foto: Eliana Obregón /mcl.

Hijas e hijos de mujeres víctimas de femicidio a quienes "la vida les cambió en un segundo" cuando la de sus madres fue arrebatada por maridos, exparejas o novios hoy dedican parte de su tiempo a contar sus historias para crear conciencia y prevenir noviazgos violentos.

Hijas e hijos de mujeres víctimas de femicidio a quienes «la vida les cambió en un segundo» cuando la de sus madres fue arrebatada por maridos, exparejas o novios hoy dedican parte de su tiempo a contar sus historias para crear conciencia y prevenir noviazgos violentos.

Según la Oficina de la Mujer de la Corte, durante 2019 al menos 224 niñas, niños y adolescentes (NNyA) perdieron a sus madres o cuidadoras en un femicidio.

En tanto, en lo que va del año, un total de 265 NNYA quedaron huérfanos de esta forma, según la organización Mumalá.

Para Gabriel Ávalos, quien hoy tiene 28 años, el asesinato de su madre soltera significó además tener que hacerse cargo de sus cuatro hermanos de 13, 14, 17 y 21 años cuando él tenía 25 y el estrés que esto supuso fue tal que casi se quedo «ciego» y pasó «dos meses sin dormir». Foto: Eliana Obregón /mcl.

Para Gabriel Ávalos, quien hoy tiene 28 años, el asesinato de su madre soltera significó además tener que hacerse cargo de sus cuatro hermanos de 13, 14, 17 y 21 años cuando él tenía 25 y el estrés que esto supuso fue tal que casi se quedo «ciego» y pasó «dos meses sin dormir».

El calvario comenzó con la desaparición de la empleada gastronómica Inmaculada Núñez (44), en la madrugada del 27 de diciembre de 2017, después de haber salido a divertirse con amigos.

Cuatro días después, la búsqueda concluyó de la peor manera: correspondía a su mamá el cuerpo de la mujer asesinada a golpes hallado en el barrio Santa Catalina de la localidad bonaerense de Ingeniero Budge.

«Lo último que me imaginé es que la hubieran asesinado. Y no sólo habían matado a mi mamá sino que tenía que contarlo en casa, que estaba llena de gente. Mi abuela se desmayó, mis hermanos gritaban. No podés entender lo que está pasando, te sentís adentro de un sueño o una película», dijo Ávalos a Télam.

«Una de las cosas más duras que nos tocó fue quedarnos solos en casa un 31 de diciembre, mirarnos las caras y preguntarnos ‘¿qué hacemos?’, además de ‘¿por qué?’ y ‘¿quién?», agregó el joven, que integra la organización Atravesados por el Femicidio.

Tres años después, ni siquiera hay un imputado y los hijos menores de edad siguen creciendo sin contar con la reparación económica de la Ley Brisa, que les fue negada justamente porque la causa no tiene un procesado aunque la carátula sea «femicidio», indicó Ávalos.

«Ella sufría violencia de género pero nosotros no lo sabíamos y tampoco lo llegamos a conocer a él», agregó.

Durante un tiempo, Gabriel se obsesionó con descubrir quién había asesinado a su madre y así llegó al nombre de un sospechoso que vive muy cerca de donde el teléfono de Núñez se activó por última vez a la 1.19 del día de su desaparición para avisarle a su mejor amiga que «se iba a dormir».

«Nunca lo citaron, ésta es una zona donde se tapa todo. Hay sospechosos pero la justicia no actúa; ni siquiera hicieron el rastreo de llamadas», dijo.

Como varón gay que «siempre» defendió a las mujeres», Gabriel se replanteó también sus propias prácticas a partir de esta traumática experiencia.

«Me cambió mucho la mentalidad. Yo a veces me enojaba con mi mamá o mis amigas, les decía de todo y no me daba cuenta que eso era violencia verbal. Hoy tengo perspectiva de género que antes no tenía, no porque no quisiera, sino por falta de información», señaló.

Foto: Eliana Obregón /mcl.

Como parte de su activismo contra los femicidios, da charlas en colegios secundarios y terciarios a adolescentes y jóvenes no mucho menores que él.

«Llevo el mensaje de más cuidado, prevención y de hablar si sufren violencia», aseguró.

Respecto a las políticas de Estado, Ávalos apuntó la necesidad de reformar la Ley Brisa, de aprobar otras normas «que respalden los derechos de los hijos» y de una justicia más efectiva y con perspectiva de género.

En el caso de Sofía Ibarra, el femicidio de su madre implicó que «el mismo día» tuviera que enterrar a sus dos padres: «al vivo, por asesino, y a la que fue asesinada».

El crimen de Cristina «Beba» Rodríguez (51) conmocionó a la localidad bonaerense de Marcos Paz el 18 de mayo de 2019. Su exmarido, Hugo Ibarra, eligió el momento en que ella entraba al cumpleaños de 15 de su nieta mayor para matarla con su arma reglamentaria de policía retirado.

En el caso de Sofía y Andrea Ibarra, el femicidio de su madre implicó que «el mismo día» tuviera que enterrar a sus dos padres: «al vivo, por asesino, y a la que fue asesinada». Foto: Candelaria Lagos /mcl.

«Fue muy duro, nadie se lo esperaba; fue llegar a una fiesta y terminar yendo a un velorio», contó a Télam la joven de 25 años.

Hoy su padre está preso y a la espera del juicio, que debía iniciarse el 13 de mayo pero se postergó sin nueva fecha por la pandemia.

Sofía encuentra similitudes con el femicidio de la madre del periodista Luis Bremer (ver recuadro), que fue asesinada cuando se disponía a festejar con su hijo el recién conseguido título de locutor nacional. «Eligen un momento en que la víctima está feliz», aseguró.

Y como si le faltara perversidad a su proceder, el femicida de su madre le había estado advirtiendo crípticamente lo que iba a hacer durante las conversaciones que mantenía con su hija, como cuando le dijo que «el karma llega en tu mejor momento» o que a Sofía «le convenía» que su madre volviera con él.

«Jamás me imaginé que me él estaba advirtiendo lo que iba a hacer», agregó.

Sus padres se habían separado seis meses antes del crimen, pero durante ese lapso Hugo le siguió haciendo la vida imposible a su exmujer para obligarla a retomar el vínculo.

«Mientras estuvieron juntos, mi papá siempre ejerció la violencia. Mi madre le tenía mucho miedo y nos decía que no se separaba porque la iba a matar, por eso iba a esperar que mi hermana y yo fuésemos grandes y no nos faltara nada, y así lo hizo. Eligió protegernos y nos sentimos eternamente en deuda», contó.

Después de separarse, Beba denunció tres veces a su exmarido, la Justicia ordenó una restricción de acercamiento a menos de 300 metros y que «se procure el secuestro de su pistola», pero nada se cumplió.

«Paraba horas frente a donde ella vivía, la esperaba afuera del trabajo o de la casa de mi hermana. También había perseguido a la nueva pareja de mi mamá», detalló Sofía, quien no dudó en decir que les jugó en contra «que él fuera policía porque los que tenían que secuestrarle el arma eran sus compañeros, con los que tomaba mates».

Foto: Candelaria Lagos /mcl.

Con su hermana Adriana (41), Sofía tiene la cuenta de Instagram @justicia por Beba desde donde militan «para que otras no tengan que vivir lo mismo», responden consultas y trabajan para que los femicidas no sean beneficiados con la prisión domiciliaria.

La joven reclama «condenas más firmes» y reformas en «los códigos procesales» para agilizar los procesos judiciales porque «no puede ser que un femicida esté casi dos años sin condena».

También pidió mayor celeridad en la asignación de la reparación de la Ley Brisa porque conoce gente que «le tardó año y medio», en lugar de otorgarse sin más cuando el agresor «tuvo denuncias previas» porque «el Estado debe responder por su inacción».

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