- Por Amira López Giménez y Matías Pérez.
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“Acaban de pedir ayuda en Calera con los camiones cisterna, para recargar los aviones hidrantes. Se viene quemando toda la parte del campo militar, por la ruta que va de Córdoba hacia allá. El camino que une con Malagueño también se ha quemado en estos días”, alcanzó a decir a El Milenio un preocupado y atareado Guillermo Coria, suboficial del Cuartel de Bomberos Voluntarios de Mendiolaza, durante la tarde del 14 de agosto.
Es que a pesar de la guardia de cenizas, el frente de fuego en La Calera regresaba junto con la angustia de los vecinos. El foco de 1,5 kilómetros de extensión, que se había iniciado horas antes en una zona de pastizales y monte en terrenos de la II División del Ejército, daba indicios de reavivarse como un dragón dormido. Esta vez, trabajaron 58 efectivos de Santa María de Punilla, Saldán, Malagueño y dos dotaciones locales con autobombas y camiones cisterna, que fueron aportados por el cuartel de Mendiolaza para reabastecer a los aviones hidrantes del Plan Provincial de Manejo del Fuego (PPMF).
Se trata de uno de los tantos incendios que se vienen sucediendo sin tregua en distintos puntos del mapa cordobés. Para la región de Sierras Chicas, los primeros focos importantes se produjeron en El Manzano y Candonga, junto al de La Calera mencionado anteriormente, pero al cierre de esta edición se sumaba el incendio desatado el 23 de agosto en el cerro Pan de Azúcar, que afectó a Cosquín y a la Reserva San Fernando, acercándose peligrosamente a Villa Allende y luego a Casa Bamba y La Calera.

Año tras año, el daño acumulado de los siniestros compromete seriamente al escaso 3% de monte nativo que conserva la provincia. Se calcula que, en los últimos 15 años, se quemaron un millón de hectáreas en Córdoba.
En el cuartel, todo inicia con una alerta amarilla, ante la cual el cuerpo de bomberos se prepara para salir a extinguir el fuego, junto a otras dotaciones de la región. Cuando llega la alerta roja, la indicación es inexorable: asistir inmediatamente al lugar y sofocar las llamas. Mientras tanto, otro grupo se queda al cuidado de la jurisdicción, porque a los incendios forestales hay que sumarle los accidentes domésticos y de tránsito, que también son atendidos por los bomberos.
Agosto: viento, sequía y llamas

El invierno no dio tregua a los cuarteles cordobeses. La falta prolongada de lluvias (que ya supera los 120 días) y los fuertes vientos que suelen registrarse en esta época del año, permiten que una chispa cualquiera pueda desatar incendios descontrolados que arrasan con la flora y fauna nativas, ya amenazadas por el avance demográfico.
El pico se dio en agosto, cuando las llamas lograron consumir cientos de kilómetros en el corredor que se extiende entre Jesús María y La Calera, sin mencionar la situación crítica que se vive en el norte provincial, donde un foco iniciado el 15 de agosto en las cercanías de Villa Albertina (departamento de Ischilín) permanece activo y se ha extendido a localidades del departamento de Punilla, provocando pérdidas materiales, cientos de evacuados y una destrucción que supera las 15 mil hectáreas.
En Sierras Chicas, el mes arrancó complicado. El sábado primero, a las dos de la madrugada, los vecinos de Barrio La Quema, perteneciente a la comuna de El Manzano (jurisdicción de Salsipuedes), dieron aviso de un incendio que, con el pasar de las horas y el viento norte a favor, se extendería más allá de la localidad de Canteras El Sauce.
Eran las siete de la mañana cuando los Bomberos Voluntarios de la Regional 12 (Jesús María, Salsipuedes, La Granja), la Regional 6 (Unquillo, La Calera, Mendiolaza, Río Ceballos, La Cumbre, Bialet Massé) y la Brigada Chavascate, comenzaron a trabajar en el frente. Las alarmantes dimensiones del fuego obligaron a solicitar dos aviones hidrantes del PPMF.
Pero El Manzano no fue la única comunidad amenazada por este foco abrasador: Candonga también había comenzado a arder el mismo sábado por la noche. Mientras las llamas avanzaban hacia la zona de La Estancita, alrededor de diez cuarteles tuvieron que movilizarse al paraje serrano para proteger las viviendas desparramadas por los cerros.
“Los vecinos tienen que entender que agosto y septiembre son meses de mucha sequía. Hay que considerar el daño que los incendios generan en la naturaleza y en la economía, porque cada recurso que se mueve implica un gasto importante”.
Miriam Romero, bombera voluntaria de Unquillo.
Con el correr de las horas, y gracias al atípico “veranito de invierno” que se vivió por aquellos días, la situación se convirtió en un verdadero desafío para los voluntarios. El fuego ya se había extendido hacia el oeste, sobre el camino entre Candonga y La Estancita.
Afortunadamente los focos fueron reducidos, aunque la jornada dejó anécdotas que reflejan la magnitud de estos eventos y la cantidad de recursos humanos que movilizan, cuestiones que pasan desapercibidas en épocas de pandemia. Incluso una vez extinguido el fuego, decenas de brigadistas recorrieron el área quemada durante horas para vigilar el perímetro y enfriar los puntos que pudieran reavivarse.
Sin embargo, el fuego siguió azotando a la región. El domingo 23, un nuevo foco estallaba en el cerro Pan de Azúcar, ante la mirada consternada de las comunidades de Cosquín y Villa Allende. Las llamas se extendieron durante el día y la noche, afectando seriamente la Reserva Hídrica Recreativa y Natural Villa Allende, en la zona del camino a San Fernando. Al día siguiente, el foco avanzó hacia La Calera y Casa Bamba, aún sin poder ser controlado.

Vale destacar la acción de los vecinos de Sierras Chicas que en todas las localidades se autoconvocaron para reunir insumos y acercarlos al personal afectado al control de los incendios. “Siempre recibimos apoyo de cada localidad, las personas se llegan con agua, frutas, caramelos, chupetines para colaborar”, indicó Miriam Romero desde el cuartel de Unquillo. “La solidaridad para los bomberos voluntarios en Sierras Chicas es destacable”, coincidió Javier Maldonado, de Río Ceballos.
Un cóctel incendiario

Las Sierras Chicas comprenden un territorio irregular que representa una dificultad extra a la hora de enfrentar y detener el avance de las llamas. Sus caminos no siempre están en las mejores condiciones y las viviendas no cuentan con un orden específico en su vegetación que pueda funcionar como cortafuego. A este cóctel incendiario se agregan las ya mencionadas condiciones climáticas, que generan el combustible ideal en tiempos de extrema sequía.
Por esto mismo, organizarse y actuar frente a un incendio forestal de gran magnitud requiere sangre fría y una personalidad reactiva. Al respecto, Maldonado, uno de los bomberos voluntarios con más trayectoria de Río Ceballos, explicó a El Milenio que tanto los jefes como las personas más experimentadas son quienes dirigen la batalla para extinguir el fuego: “Coordinamos con la mesa operativa, y los bomberos más antiguos o los jefes subimos al campo para organizar y dirigir el combate”.
“Cuando tenemos que trabajar varias dotaciones, como por ejemplo en el incendio de Cantera El Sauce, se coordina con el responsable o jefe del cuartel que corresponde a la jurisdicción, en este caso, Salsipuedes. Nosotros, por más que tengamos una jerarquía mayor, acatamos la dirección de ellos”, señaló Maldonado.
Además, el brigadista hizo referencia a los dos tipos de métodos que se utilizan para el control de incendios forestales: uno directo (se cubre el fuego con paladas de tierra, se enfría con agua y se corta la continuidad de la vegetación combustible en el mismo borde) y otro indirecto (se logra rodeándolo y encerrándolo dentro de una línea de control, eliminando o cortando la continuidad de la vegetación en la trayectoria del fuego).
“En El Manzano y Candonga se utilizaron camionetas 4×4 por las características del terreno, con cuatro o cinco bomberos por vehículo. Cuando el incendio deja de ser rural o forestal y pasa a tener una interfase con la ciudad, se arma una línea de defensa con ataque directo de los camiones cisterna”, graficó Maldonado.
Entre el clima, el descuido y la intencionalidad

Ya sea por imprudencia o intención directa, los especialistas coinciden que casi todos los incendios forestales están vinculados a la mano del hombre. “Los focos que tenemos en la zona de Sierras Chicas y por la situación climática que reina, en general, son accidentales. Es muy difícil decir si hay un propósito específico”, respondió Javier Maldonado al hablar sobre los orígenes del fuego. Sin embargo, con 31 años al servicio, afirmó que “los incendios de origen natural están contados con los dedos de una mano”.
De acuerdo a varios bomberos consultados, en la región se presenta un escenario que muchas veces combina la negligencia y el desconocimiento ante el factor fuego. La mayoría de los incendios son accidentes evitables, originados por la quema de basura y/o poda, colillas de cigarrillos, brasas mal apagadas, fogones no autorizados y hasta “peleas entre vecinos”.
El 95% de los incendios forestales de la provincia son provocados por negligencia o intencionalidad de las personas. Colillas de cigarrillos o fuegos mal apagados han provocado la quema de miles de hectáreas.
Fuente: Secretaría de Gestión de Riesgo Climático, Catástrofes y Protección Civil.
Al respecto, Guillermo Coria indicó que “el 99% de los incendios son intencionales”. “E intencional no quiere decir que sea a propósito, pasa que empiezan a quemar poda en un campo, por ejemplo, y el fuego se descontrola por las condiciones climáticas. Así se originan la mayoría de los focos”, expresó el bombero de Mendiolaza.
Por su parte, para la jefa del cuartel de Unquillo, Miriam Romero, generar conciencia preventiva es fundamental. “Es importante que las personas entiendan que agosto y septiembre son tiempos de mucha sequía. Hay que considerar el daño que se genera en la naturaleza y en la economía, porque cada recurso que se mueve implica un gasto y eso lo paga el vecino”, explicó y recalcó con énfasis: “Está prohibido prender fuego”.
Alerta provincial extendida

La Secretaría de Gestión de Riesgo Climático, Catástrofes y Protección Civil informó que rige una alerta por riesgo extremo de incendios forestales en la provincia de Córdoba. Frente a esta situación, permanecen en guardia máxima el personal de todos los cuarteles y rige una prohibición estricta de iniciar fuego por cualquier razón. Ante la presencia de cualquier foco, se debe dar aviso a los siguientes números: 101, 100 de bomberos o al 0800 – 888 – FUEGO (38346).
Esta nota forma parte de la edición impresa 270 de Periódico El Milenio
