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Un grande «de piel y voz morocha»

La estrella de Jairo brilló en la primera noche del Festival de la Solidaridad, sobre un cielo despejado que desafiaba todos los temores y pronósticos de lluvia. Cantó durante casi una hora y media, empezó con "Duerme negrito" y se despidió con un "Ave María" que enmudeció al público de emoción. Más tarde deleitó a la prensa y El Milenio pudo llevarse unas cuantas anécdotas de recuerdo.

La estrella de Jairo brilló en la primera noche del Festival de la Solidaridad, sobre un cielo despejado que desafiaba todos los temores y pronósticos de lluvia. Cantó durante casi una hora y media, empezó con «Duerme negrito» y se despidió con un «Ave María» que enmudeció al público de emoción. Más tarde deleitó a la prensa y El Milenio pudo llevarse unas cuantas anécdotas de recuerdo.


Texto y Fotografía: Lucía Argüello | luciaarguello@elmilenio.info

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[dropcap]M[/dropcap]ario Rubén González Pierotti nació el 16 de junio de 1949 en Cruz del Eje. Entonces nadie lo sabía, pero su camino estaba marcado por un gran destino. Comenzó a cantar desde muy joven y ya en el colegio formaba parte de una banda de rock and roll llamada «The Twisters Boys». Con sólo 13 años, los concursos televisivos y un contrato con Canal 13 lo llevaron a Buenos Aires bajo el apodo de «Marito González». Con menos de 20, ya estaba en España grabando en la productora de Luis Aguilé, aunque había aterrizado sin siquiera tener su propia guitarra. En 1977 llegó a la meca de todos los artistas: París. Vivió 23 años en Europa, pero nunca terminó de sentir que pertenecía al viejo continente. Volvió a la Argentina en 1993, esta vez para quedarse, decidido a enfrentar el desafío de ser profeta en su tierra.

Hoy lleva más de 50 discos y alrededor de 500 canciones grabadas en español, francés, italiano, inglés y alemán. Es un cantante excepcional indiscutido, recientemente revelado pintor, lector apasionado que incluso ha escrito una autobiografía aún no publicada y se ha animado a actuar sobre las tablas. Ha conocido y trabajado con muchísimos grandes artistas de los últimos tiempos y ya hace rato que debe haber dejado de contar los premios y distinciones que ha recibido a lo largo del mundo.

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Sin duda estos hechos son parte de su historia, pero de ningún modo bastan para describirlo. Jairo es un grande. Tal vez, basta con decir eso. Es un grande, y no sólo arriba del escenario, como artista, donde la emoción de su voz potente, cargada de una profunda suavidad, parece atravesar al público como un trueno, reverberando en su pecho, tocando hasta la última fibra de sus sentimientos. Jairo, con su sonrisa franca, su modales amables y su cálido sentido del humor, también es un grande debajo del escenario, como persona.

Ese fue el Jairo que pasó por la primera noche del Festival de la Solidaridad, el que cantó durante más de una hora y se despidió en medio del aplauso atronador de casi cinco mil personas. En medio de la actuación, reveló que cuando volvió al país, consideró seriamente vivir en Villa Allende. «Hoy sería el vecino que canta», bromeó con el público. A la salida, en diálogo con la prensa en general y, aparte, con El Milenio en particular, el músico habló de su historia, sus gustos y sus proyectos, con el aderezo de algunas anécdotas dignas de película.

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Después de la tragedia del 15F vos le abriste nuevamente la puerta al Festival de la Solidaridad, ¿cómo te sentís al respecto?

Para mí es un orgullo muy grande la verdad. Estoy muy contento de que vuelva el Festival y de que me hayan convocado, me gustó mucho venir. Este es casi el final de una gira en realidad, llevamos viajando bastante tiempo, de un lado para otro, cantando casi todos los días.

Gran parte de tu trayectoria transcurrió en Europa, en Francia y España particularmente, ¿cuál es para vos la diferencia entre cantar allá y cantar acá?

La diferencia es muy simple, y es que yo soy de acá y no soy de allá. Allá era, no un sapo de otro pozo, porque la verdad que mi recibida en España fue maravillosa, pero no era mi lugar. Yo vivía en España y cantaba en Latinoamérica también, me iba muy bien, estaba tan contento. De repente me salió la oportunidad de ir a Francia y los franceses se interesaron por mí. Cuando yo llegué no pensaba ni por las tapas tener ninguna repercusión, entonces que los franceses se interesaran por mí era como tocar el cielo con las manos. De hecho yo empecé a cantar y componer canciones por los franceses, por su música, era lo que más me gustaba.

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Lo difícil fue que tenía que aprender otro idioma, porque yo quería cantar en Francia pero en francés, quería cantar para los franceses. Sorprendentemente me fue bien, desde el primer disco tuve un éxito muy grande. Si vos buscabas en las disquerías, los discos míos estaban con los cantantes franceses. Fue una experiencia hermosa porque me permitió entrar por una puerta muy grande y conocer a gente muy interesante, todos los grandes de la Chanson Française (Canción Francesa), con quienes he tenido y tengo una gran amistad.

Para mí esas son dos etapas muy distintas. La de allá, que es la más larga y aquella en la cual yo siento que he crecido más como artista, y esta última, la de Argentina, que es muy importante para mí. De todas formas, en mi relación con el público, los que se llevan los aplausos son los argentinos, el público con el que he establecido el nexo más grande.

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¿Por qué decidiste volver a la Argentina?

Porque quería hacer lo mismo que había hecho allá. Después me di cuenta que era imposible, porque son países muy distintos, el medio artístico es muy diferente. Yo me llevaba mejor con el medio artístico francés que con el medio artístico argentino. Acá sí, había canciones mías que habían tenido éxito pero era como un eco de lo que pasaba afuera, no era una cosa genuina. Y lo que yo quería era tener un éxito auténtico, como el de allá pero acá, en mi país. Así que fue como empezar de nuevo, no de cero, pero sí remándola.

¿Y sentís que lo lograste?

Sí, bastante, la gente es muy cariñosa conmigo, tengo una gran familiaridad, en la calle es donde más se nota, todos me saludan. En Buenos Aires es increíble.

¿Te cansa eso?

No, me encanta. El día que no lo hagan me voy a preocupar.

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Una pregunta incómoda: ¿te sentís más valorado como artista acá en Argentina o allá en Europa?

Pasa que son etapas diferentes. Acá hago más lo que quiero, lo que se me ocurre, cosas insólitas. Hice un unipersonal de Astor Piazzolla que se llamó «Crimen pasional» en la que hacía de un psicópata tremendo y estaba solo en el escenario del San Martín durante una hora y media. Fue un éxito tremendo y tuve la mejor crítica de mi vida. Eso no sé si lo hubiera hecho en Francia, en cambio acá me sentía suficientemente en confianza.

Has conocido y trabajado con muchísimas personalidades de la cultura, ¿te queda alguien por conocer?

Muchos. Stevie Wonder es el artista que probablemente más admiro en la actualidad, lo conozco de un programa de televisión pero nunca canté con él, me gustaría compartir una canción con Stevie Wonder. Y bueno, el ídolo más grande que he tenido, que era Jacques Brel, no lo llegué a conocer. Murió justo un año después de que yo llegara a Francia, ya estaba muy enfermo.

Y dentro de la Argentina, ¿cómo te llevás con las nuevas generaciones?

Con quienes mejor me llevo es con Raly Barrionuevo y con Fernando Ruiz Díaz, el cantante de Catupecu Machu, en el caso de Fernando porque es un gran amigo de mi hijo mayor desde la adolescencia, entonces venía mucho a casa. Esos son los dos personajes de las nuevas generaciones con los que tengo más relación.

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De los artistas que han pasado por tu vida a lo largo de tu carrera, ¿hay alguno que sientas que te haya inspirado o guiado particularmente?

Muchos, de todos aprendo algo. Que me hayan impresionado, así de llegar a un lugar y decir «¡guau, este tipo cómo canta!», me pasó una vez, cuando tenía 20 años. Había ido a cantar a Barcelona en un programa de televisión. Éramos varios ahí esperando, cuando de repente un tipo se subió al escenario para ensayar. Era Nino Bravo. Se paró a medio metro del micrófono y empezó a cantar. «¡Cómo canta este tipo!», pensé, «Se te quitan las ganas de cantar después de él». Tenía una voz extraordinaria.

¿Y en el género femenino qué voces reconocés?

Hay muchas que me gustan, pero para mí la mejor cantante del mundo, de música popular, es Ella Fitzgerald. Y la voz más hermosa de la historia, si mezclamos hombres y mujeres, es María Callas, pero ya es música lírica. De las cantantes nuestras, sin lugar a dudas, Mercedes Sosa. Era una cosa impresionante, abría la boca y se te ponían los pelos de punta. Y de las actuales no sé, Julia Zenko canta muy bien, muy musical lo que hace, pero hay muchas mujeres que cantan lindo, generalmente cantan mejor las mujeres que los hombres.

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Hace unos años te tocó estar varios meses sin voz, ¿cómo te lo tomaste?

Fue un problema físico, yo tengo una sinusitis crónica y se me taparon completamente los senos paranasales, lo que los cantantes llamamos «resonadores». Estuve cinco meses sin hablar hasta que me arreglaron. Lo llevé bastante mal, casi me agarra una depresión terrible porque no cantar para mí significaba casi no vivir. Pero bueno, tuve suerte de encontrarme buena gente entre los médicos, occidentales y orientales (uno me hizo un trabajo fantástico con acupuntura), y salí adelante. A los cinco meses tenía la voz mucho mejor, había recuperado la plenitud que no había tenido en los últimos años por el tema de la sinusitis. Ahora estoy bárbaro, llevo muchas actuaciones seguidas y no las siento, no me canso, podría empezar otro show de nuevo.

¿En qué proyectos estás trabajando actualmente?

A fines de marzo arranco la gira de «Historias con voz», un show con Juan Carlos Baglietto que se presenta en Córdoba el 6 de abril. Hace poco fui a París a grabar un nuevo disco pero la particularidad es que se trata de un disco de jazz. Es la primera vez que me grabo algo de esas características pero estoy muy contento, a mi edad ya no busco hacer hits. El mes que viene lo vamos a presentar en París y en Argentina saldrá durante el año. También estamos preparando un disco de canciones inéditas que nos quedaron con Daniel Salzano.

Mientras tanto voy a presentar un libro autobiográfico. Me ha costado años escribirlo, por suerte he contado con la ayuda de amigos como Daniel o María Elena Walsh. Ya está listo, lo hemos demorado porque un director de cine, que ya hizo un documental de Mercedes Sosa, va a hacer un documental sobre el libro. También se va a pasar en Canal Encuentro como serie de ocho capítulos. Es un proyecto bastante ambicioso y raro para mí.

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Jairo junto a su hijo y productor, Yaco, cantando «Gracias a la vida»

Aunque tu faceta musical sea la más conocida, también sos un apasionado de la pintura e incluso has hecho algunas muestras. ¿Qué lugar ocupa cada una (la música y la pintura) en tu vida?

El mismo, porque son expresiones artísticas. Me gusta mucho la pintura, le dedico bastante tiempo. La diferencia es que le doy más importancia a la música porque es mi profesión. Puedo hacer muestras de mis cuadros, pero no los vendo.

¿Te parece que podrías haber sido pintor en otra vida?

Sí, si no me hubiera dedicado a cantar hubiera sido pintor. Y sueño con venir acá a Unquillo a visitar a mi querido Carlos Alonso, a ver si me da un taller y me enseña un poco. Él es adorable, una persona encantadora y extraordinaria. Solamente hablar con él ya es un aprendizaje.

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ANECDOTARIO


[dropcap]»[/dropcap]Jairo»

Mario Rubén González Pierotti salió de Argentina como «Marito González» pero se convirtió en «Jairo» al llegar a España. ¿De dónde vino el pseudónimo?

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Jairo y Jorge Luis Borges

«Se le ocurrió a un amigo mío colombiano, allá es un nombre muy popular», respondió el artista ante la pregunta de El Milenio, «Resulta que yo estaba buscando un nombre que fuera cortito y que sonara. A él se le ocurrió ese, entonces un día me llama y me dice ‘¿está Jairo?’. Y a partir de ahí lo adopté».

Sin embargo, no fue hasta 1975 que el cantante descubrió el significado de su elección. Y no de la boca de cualquiera. «Me lo explicó Jorge Luis Borges en un programa de televisión. Me contó que Jairo era el nombre de un arquisinagogo cuya hija fue resucitada por Jesucristo en el Nuevo Testamento. Y me dijo: ‘Como arquisinagogo, Jairo tenía relación con las deidades, era un ser luminoso. Usted también se llama Jairo y tiene una voz cristalina, o sea que también es luminoso. Y como Jairo en arameo significa fiel, usted debería ser: Jairo, el iluminado fiel'», rememoró el músico, con una sonrisa.

De cómo Jairo conoció a Cortázar y algunos cuentos de terror

«Cuando tenía 24 años viajé a Francia para el cumpleaños número 44 de María Elena Walsh. ¿Y sabés por qué fue importante ese viaje para mí? Porque lo conocí a Julio Cortázar. Yo era un entusiasta seguidor suyo, al punto de que andaba por las calles que aparecían en sus libros, como Rayuela, a ver si me encontraba algunos de sus personajes o me lo encontraba a él. María Elena Walsh me decía que estaba loco.

El día de su cumpleaños fuimos siete personas a la casa de Pepe Fernández, un periodista todo terreno de la cultura. En un momento tocaron la puerta y me mandaron a abrir. Era Cortázar. El tipo se extrañó mucho porque atrás todos se estaban riendo. Después le tuvimos que explicar el por qué de las risas.

Fue una noche inolvidable para mí. En Francia este tipo de reuniones terminan muy temprano, pero como éramos todos argentinos, nos fuimos cuando amanecía. Nos pusimos a contar historias de miedo, y Cortázar, que fue el gran traductor de Edgar Allan Poe, sabía muchas.  

Cuando ya nos íbamos, Julio le dice al dueño de casa, ‘Pepe, a ver si arreglás el timbre, que no funciona’, ‘Hace 20 años que vivo acá y nunca funcionó’, le contestó. Y mi señora, Teresa, dice ‘¿Qué timbre? ¿Este?’ y lo tocó y sonó. Nos quedamos todos helados. ‘La culpa la tiene Edgar Allan Poe’, dijo Cortázar. Después intentamos todos tocar el timbre y no sonó nunca más.

Nos fuimos a la hora en que París es más hermosa, al amanecer, cuando hacen el pan. París cuando despierta huele a pan recién horneado.»

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Jairo, María Elena Walsh y Julio Cortázar. «Cuando uno vive afuera, lejos, hay tendencia a unirse, juntarse, aunque sólo sea para hablar del lugar donde es uno», reflexionó el músico.

Visitando al enfermo

«Yo estuve muy enfermo en una oportunidad, tuve pancreatitis. Estaba muy mal, en terapia intensiva y todo. El primero que me fue a visitar fue Raúl Alfonsín, que me trajo un libro (yo no me podía ni mover que me dolía todo, estaba medio dopado todo el tiempo). Otro día vino Mercedes Sosa y se quedó un ratito. Se sentó al lado mío en la cama y me cantó ‘Duerme negrito’. Cuando yo escuché esa voz pensé: ‘Ya está, me fui para otro barrio’. Sandro llamaba todos los días, a la misma hora, las seis de la tarde. A las seis menos cinco, las enfermeras ya andaban dando vueltas alrededor del teléfono, peleándose para ver quién lo atendía.»

Los amigos que no están

Muchas de las grandes figuras de la cultura que pasaron por la vida y la carrera de Jairo han muerto, pero él se ocupa de mantener sus espíritus vivos cada vez que sube al escenario. Así ocurrió con Daniel Salzano y Leonardo Favio, dos grandes amigos a quienes homenajeó en el festival.

«El caso de Daniel Salzano es el más fuerte para mí porque Daniel ha sido mi mejor amigo durante muchos años y hemos compartido muchas cosas. Hablábamos mucho, arreglábamos el mundo una vez a la semana y lo desarreglábamos a la semana siguiente. Sobre todo, componíamos canciones juntos, aunque a distancia, porque siempre estábamos en lugares diferentes. Cuando él vivía en Madrid, yo vivía en París, y cuando él vivía en Córdoba, yo vivía en Buenos Aires. Pero igual cuando nos juntábamos no hablábamos de las canciones, hablábamos de otras cosas. Las canciones las hacíamos así y ya está. Lo extraño mucho. Fue EL amigo que he tenido en los últimos 40 años», expresó Jairo con nostalgia.

«Leonardo Favio también ha sido un queridísimo amigo mío. No sé cómo explicarlo a eso en el escenario, es complicado hablar de alguien que no está. Pero yo creo que, por sobre todo, hay que subrayar esa gran generosidad que tenía, era un tipo extraordinario, te llamaba por teléfono para decirte que te quería mucho y nada más», recordó.

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Jairo junto a su gran amigo, Daniel Salzano

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