A los seis años Hugo Bastos encontró su pasión, confesó haberse sorprendido y seguidamente enamorado de esta rama del arte tras un encuentro, un primer contacto que, como a muchos artistas, lo dejó cautivado.
“El otro día tuve esa charla con mi familia, porque quería mandar a mi nieto a talleres de dibujo. Vi a una persona, a la orilla del río dibujando un árbol y la costa de enfrente, su dibujo me enloqueció, fue una inyección que me quedó para toda la vida. No me lo olvido nunca, lo tengo dibujado en la cabeza y algún día lo voy a dibujar también. Desde ese día decidí ser dibujante, nunca pensé en otra cosa”.

A pesar de ser maestro de Artes Plásticas, Bastos no quiere ser definido como un artista. “Yo lo que elegí fue dibujar no creo que jamás haya hecho una obra de arte. Que no me ajusten la corbata porque no la uso. La palabra arte no me gusta, yo sería más bien un artesano”, sentenció rápidamente.
Nacido en Corrientes sus pasos lo trajeron a Córdoba, no sin antes pisar tierra rosarina. Esa misma manera de atravesar el país lo convirtió en un trotamundos del dibujo, pues su creatividad lo llevó a distintos puntos del planeta donde dio a conocerse. Japón, Estados Unidos, España, Canadá, Italia, Alemania, Paraguay Bolivia, por solo nombrar algunos, formaron parte de una valija repleta de tintas, lápices y hojas.
Asimismo, el recorrido por el mundo no fue lo único. La publicidad, los dibujos animados, los retratos y sus horas cátedras, ejerciendo la docencia en la Escuela Figueroa Alcorta, donde además fue director, lo llevaron a ser un referente cuando de dibujos se habla.
Pues ser dibujante y dedicar la vida a lo que uno ama no es fácil. De todos modos la libertad es lo que importa y Bastos sabe ejercer en plenitud la palabra libertad. Sus dibujos reflejan pasión y dedicación, su admiración por las culturas ancestrales de América y la emancipación del compromiso.
“Yo arranco desde una uña, desde un ojo y desde ahí voy bajando, haciendo el dibujo. Después le pongo un título porque la gente me lo pide, si fuera por mí no lo haría. Al ponerle un título ya estás condicionando a que la obra se la entiende de tal manera, induce determinadas cosas. Lo ideal sería que cada uno le ponga el título que quiera porque no todos ven lo mismo”, enfatizó el artesano del dibujo.
Al respecto del público, Bastos nos cuenta una anécdota sobre la expresión y la libre interpretación de los espectadores. “Me han dicho lo bueno y lo malo pero yo hago el dibujo y voy llenando la hoja nada más. Hace un tiempo hicieron una muestra con unos dibujos míos y le dieron todo un carácter de Cordobazo. Y yo nunca tuve la intención de dibujar el Cordobazo. Seleccionaron 85 dibujos que según ellos lo representaban y lo que yo tenía en la cabeza era la guerra de Vietnam”, recordó con humor el artista plástico.
Dibujar con independencia es primordial para Hugo Bastos, quien se toma sus tiempos para cada expresión en sus hojas, no permite que el cansancio ni el apuro estropeen sus obras. “Yo me divierto, me entretengo, trato de pasarla bien dibujando ciertas cosas. Juego con luces, con perspectivas y colores tratando de que el dibujo nuevo no se parezca al anterior. Después al momento de hacer una muestra trato de reunir aquellos que más o menos se parecen para presentar algo más homogéneo”.

Cuando la juventud se fue por la ventana
A pesar de haber llevado una vida donde cada objetivo fue alcanzado, donde disfrutó de cada paso dado, Bastos confiesa haber cometido sus errores, como todo ser humano, pero a sus 70 años la vida lo vuelve a sorprender y desea dejar su mensaje para otras generaciones.
“Gracias a la jubilación puedo dedicarme pura y exclusivamente a dibujar. Siempre me dio bronca que un tipo que quiera dedicarse seriamente a esto, porque yo dibujo con seriedad, tenga buscar otro trabajo que lo pueda respaldar. Muchas veces como joven me resistí a tener otro trabajo pero a veces había que hacer otras cosas”, enunció y agregó: “Hay que tener un respaldo para cuando sos viejo, cuando sos joven vivís como querés, pero cuando sos viejo la cosa cambia”, expresó con dolor por los artistas olvidados.
El largo trajín sumado a 55 años de exposiciones lo han dejado cansado pero eso no es excusa para este artista-artesano. “No puedo desaparecer porque se va desvalorizando el trabajo, si los pintores no se mueven la obra se pierde”.

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