Carmen Cancela y Kike Bogni son dos artistas que demuestran que hay vida más allá del tacho. Y es que sus obras se basan en la reutilización de materiales comúnmente desechados por las personas. En entrevista con El Milenio, ambos cuentan en qué se basan sus singulares trabajos y cómo las ideas que los motivan se traducen en un estilo general de vida.
Por Lucía Argüello | luciaarguello@elmilenio.info
Colaboración: Martina Adoratti, Antonella Lyssera y Virginia Sánchez. 4° IMVA. Pedro Carballo y Francisco Gómez. 4° IENM
Definitivamente, Kike Bogni y Carmen Cancela son dos artistas poco convencionales, y no hay que ser muy observador para darse cuenta por qué, ya que la materia prima de sus obras es aquello que todos los demás descartan: la basura. Así, desde hace quince años, este par de ciudadanos unquillenses se identifica como “hermanos de basura”, puesto que el reciclaje, la reconsideración y la reutilización de materiales desechados es el eje principal que los une.
Así lo manifestaron en la primera muestra compartida que ambos artistas realizaron en la galería de arte Maika durante mayo de este año, la cual titularon, sugestivamente, “Antes del basural”. “Es que si te ponés a pensar, en realidad nada es basura, los humanos transformamos las cosas en basura. Por eso nosotros tratamos de poner esa ‘basura’ en otros ámbitos, para que se entienda que son materiales a los que todavía les queda mucha vida útil”, explicó Kike.
Del tacho a la galería
Carmen cita a Dolina y dice que “el arte es inevitable”, un impulso que lleva al artista a expresarse donde sea y con lo que sea. Si a eso le sumamos la creencia en la necesidad de reducir la basura que se genera y reutilizar todo lo que se pueda, puede entenderse cómo surgen sus singulares obras artísticas.
“Yo pinto todo lo que se me cruce. Puedo pintar en bastidores comprados, pero a la vez empecé a pintar basura. Encontré una lata de atún en la calle, pisada por los autos. Eso es basura, pero si vos lo trabajás, lo incorporás, lo mezclás, lo pintás, se revaloriza, se convierte en arte por así decirlo. En la última muestra, todos mis cuadros, en vez de usar bastidores comunes, están hechos sobre basura”, contó Carmen.
Por su parte, Kike combina las artes plásticas con la escritura a través del reciclaje y el “cirujeo”, siendo su especialidad los libros-objeto. “Son libros hechos 100% con basura: placas radiográficas, cartón, etiquetas de cigarrillos, envases tetra brik, papel de revista. Uso mucho el collage. Defino dos o tres materiales, una estética y un espacio para la escritura, y así voy armando página por página”, comentó el artista.
Sin embargo, la idea de reutilización no solo está en el soporte, sino también en el contenido. “Así como reconsideramos materiales, reconsideramos historias de las personas. Piglia dice que todos los días vivimos entre 15 y 20 historias, que generalmente se transforman en tales cuando las contamos, el típico ‘no sabés lo que me pasó’. Con esa idea voy recuperando lo que ocurre a mi alrededor”, explicó.
Para ambos artistas, que a su vez forman parte del grupo “Basurilandia”, lo más importante es el efecto que se genera en el público a través de la obra.
“Nuestra idea es movilizar y conmover al otro para que vea el mundo de otra manera. Cuando uno dice basura, mugre, cirujeo, son palabras cargadas de sentidos negativos. Lo bueno es consumir, lo malo es el pobre que no consume; el blanco es lo limpio, el negro es lo sucio. Nosotros rompemos con esos estereotipos, vivimos dentro de este sistema poniendo en contradicción esas cosas donde parece que lo verdaderamente importante siempre es lo material”, sostuvieron.
Filosofía de vida
Para Kike y Carmen, esta postura no es un mero concepto artístico, sino una forma de vida que incluso han llevado a la construcción de sus propias viviendas. “Yo puse 5 mil botellas de vidrio apiladas al frente de mi casa para hacer un tapial. Cuando les da el sol brillan de una forma muy hermosa, la gente para el auto para verlas como si fueran una obra de arte. Para todos los remiseros la mía es la casa de las botellas y dicen ‘acá debe vivir un artista’. En realidad nunca fue mi intención, solo es una muestra de que la botella de vidrio sirve para otra cosa, en este caso, algo impensado como una tapia”, contó Kike, divertido, a modo de anécdota.
Se trata, como añadió el unquillense, de “operar creativamente para resolver algo que se está volviendo un problema por no pensarlo”. En la base de todo este proceso se encuentra la separación de los residuos en casa.
“Las cosas se convierten en basura cuando están mezcladas en una bolsa, sino no es basura. Un vasito de yogurt lo lavás y es un vasito que te sirve para otra cosa, la yerba es un componente orgánico que se descompone, pero si tirás todo junto, es basura”, resumió Carmen e hizo hincapié en la necesidad de reducir el volumen de basura que se genera innecesariamente.
“En Basurilandia siempre decimos: ‘no le demos de comer al basural’. Uno va a comprar queso y te ponen un nylon entre cada feta. Al final tenés como 20 plastiquitos que terminan en el río o en Piedras Blancas intoxicando a otras personas”, ejemplificó Carmen.
A su vez, ambos vecinos reconocieron que si no hay compromiso del Estado, las medidas individuales nunca son suficientes. “Si el Estado no se involucra, todo lo que hagamos nosotros va a ser apenas un pellizquito. Uno puede separar la basura pero si no hay un mecanismo aceitado que se haga cargo de esa división, mucho termina siendo en vano. En Unquillo se hace la recolección diferenciada, pero después mandan todo junto a Piedras Blancas, entonces la gente que separa se desilusiona y no lo hace más”, expresó Carmen.
“Yo siempre pongo el ejemplo de La Para, una localidad de 4 mil habitantes que está cerca de Mar Chiquita, donde el 90% de los vecinos separa la basura en origen. El intendente me mostró una montaña de plásticos varios y me dijo ‘¿Ves esa montaña que tenemos ahí? Dos metros más y son 100 mil pesos para el municipio’”, aportó a su vez Kike.