- Redacción: Matías Candoli. periodico@elmilenio.info
- Participaron: Julieta Deldotto y Josefina Hidalgo (4to IMVA). Candela Rocha y Lucila Policicchio (4to IENM).
Los sacrificios de una deportista siempre van ligados a la pasión. En el caso de Lourdes Repice, que desde niña abrazó la gimnasia rítmica como deporte y modo de vida, las ganas que hoy siente de seguir ligada a la actividad, demuestran que todo ese esfuerzo valió la pena.
Pasó por todas las facetas de la disciplina. De muy niña, arrancó siendo una gimnasta apasionada. Se preparó para cada entrenamiento, cada torneo y cada participación con tantas ganas que acabó llegando a la Selección Nacional. Participó en torneos internacionales y, tras su retiro, ha seguido siendo parte de este deporte como entrenadora y también como jueza.
En diálogo con El Milenio, la oriunda de Villa Allende repasó su trayectoria.

“Sembrar la semilla de una pasión es lo más lindo que podés hacer, por eso disfruto ser entrenadora. El vínculo que se genera con la gimnasta es algo que no se consigue en todos lados”
Lourdes Repice
El que nunca se olvida
“Conocer la gimnasia rítmica fue encontrar mi primer amor”, afirmó de entrada Lourdes Repice. “Siempre fui muy activa, me gustaba mucho estar en movimiento. Probé varios deportes, incluso gimnasia artística, que no me había gustado”, continuó.
“Hasta que un día mi mamá me llevó a gimnasia rítmica y no necesité ni hacer una clase de prueba. Me senté a mirar lo que hacían las chicas que estaban entrenando y quedé impactada, enamorada. La miré a mi mamá y le dije: ‘Yo quiero hacer eso’. Y desde entonces nunca más dudé ni volví a cambiarme de deporte”, completó con una sonrisa.
Más tarde empezaron los entrenamientos, los torneos, las buenas performances. Tan buen rendimiento tuvo Lourdes en la pedana de competición que no tardó en llegar la convocatoria a la Selección Argentina.
Para ella, esa fue su mejor época como deportista. “Fue una etapa muy linda y también de muchos sacrificios. Entrenábamos cuatro horas por día y, cuando se acercaba algún torneo importante, hacíamos doble turno. Terminamos entrenando ocho horas por día, seis días a la semana, pero al mismo tiempo nos dejaba muchas cosas bonitas”, recordó.
“Mientras todos los chicos de nuestra edad tenían vacaciones, nosotros entrenábamos en el CeNARD, con toda la Selección. Éramos muchas chicas de diferentes provincias, entrenando todas juntas. Se sentía como otra familia, era muy lindo”, continuó.
Todo ese sacrificio dio sus frutos y la misma protagonista lo reconoció: “Los logros son los torneos que recuerdo con más cariño, independientemente del puesto que haya obtenido. Los torneos que más disfruté fueron los internacionales, donde representé a la Selección Argentina, por el orgullo que significaba para mí hacerlo. Además, soy una persona que funciona muy bien bajo presión, entonces mientras más importante era el torneo, mejor me salían las rutinas”.
Y agregó: “Salía a disfrutar pensando que un día como ese, en un torneo así, no iba a volver a suceder, así que lo tenía que disfrutar como si fuera el último. Salía y daba lo mejor de mí”.

Sembrar el futuro
La carrera de una gimnasta rítmica no es muy larga. Abarca desde la niñez hasta pasada la adolescencia. En el caso de Lourdes Repice, una vez decidido el retiro, empezó a ser entrenadora. A sus alumnas, intenta transmitirles sus conocimientos y, por qué no, también la pasión.
“Ser entrenador es lo más lindo que tiene el deporte. Sobre todo por el lazo que se crea con la gimnasta, por el tiempo que pasan juntas, por la confianza que hay entre la una y la otra. Es un tipo de vínculo que simplemente no se consigue en todos lados. Sembrar la semilla de una pasión es lo más lindo que podés hacer, por eso disfruto el ser entrenadora”, afirmó Lourdes, agradecida.
Por supuesto su pasado como gimnasta le ayuda y mucho a la hora de enseñar. “Uno tiene muy frescos los conocimientos, sabe cómo se sienten los movimientos y cómo transmitirlos. También sabe lo que se siente desde el alma. Para mí lo más lindo que hay es cuando una alumna se empieza a enamorar tanto del deporte como me pasó a mí”, se sinceró la coach.
Además, destacó que la relación entre entrenadora y gimnasta es parte fundamental de la formación de quien elige este deporte. “No solamente trabajás la parte física, se entrena muchísimo lo emocional y eso es parte del día a día de una niña que quizás empieza gimnasia con cinco años y termina su adolescencia con el mismo entrenador”, explicó Lourdes y reconoció que eso impacta fuertemente en el carácter de un deportista. “Son muchísimos los valores que un entrenador inculca en una gimnasta”, contó emocionada.

Desde afuera, otro punto de vista de la misma pasión
La tercera faceta de quien se dedica a la gimnasia rítmica es la del juez de competencia. Buscando más desafíos, Lourdes Repice también tomó esa responsabilidad. “No es una tarea fácil, de hecho, es muy complejo el sistema de puntuación. Lleva mucho tiempo de estudio y de práctica diaria. Fui juez en varias competencias, de diferentes niveles, desde escuela hasta élite, y realmente es muy estresante, difícil y sacrificado”, reconoció.
Esta función se complementa con su principal tarea, que es seguir enseñando y difundiendo la actividad. Así lo explicó: “Se trata de hacer lo más justo para que el trabajo de la gimnasta se vea reflejado realmente en las premiaciones. También es gratificante para la gimnasta ver eso. Y en mi día a día me ayuda a refrescar ciertos conocimientos, a tener un ojo más crítico a la hora de corregir a mis alumnas”.
En su función de jueza, a Lourdes Repice le queda un sueño por cumplir: el de ser jurado en un torneo internacional. Mientras tanto, cierra la entrevista renovando sus votos hacia la disciplina que ama.
“La gimnasia rítmica no es solo un deporte, fue mi formador de vida. Fue y sigue siendo mi pasión, a la que me dediqué más de diez años como gimnasta y ocho como entrenadora. Es, simplemente, algo sin lo cual no me imagino mi vida”, concluyó.
