Miguel Amaya tiene 86 años, vive en Unquillo y además de ser el propietario del Hotel Amaya, hace 12 años que se dedica a lo que más le gusta: pintar y escribir.
Por Florencia Saracho y Laura Pastorek. 6°B IENM
[dropcap]E[/dropcap]l Milenio: ¿A qué edad se dio cuenta que la pintura era lo suyo?
Miguel Amaya: Esto empezó desde que yo iba al colegio, dibujaba en el cuaderno (en ese tiempo se le sacaba punta a los lápices de color) entonces usaba los míos y los de mis hermanos, porque me la pasaba dibujando.
EM: ¿Cómo empezó a pintar?
MA: Desde que iba a la primaria me decía que cuando fuera grande iba a pintar cuadros y desde ahí empecé a filetear sulkys, eso me llevó a que agarraba unas “cositas” y las pintaba también, borroneaba algo de paisajes siempre y algunos los dejaba, los tiraba o los regalaba, pero pasó un período grande en el que dejé de pintar sulkys y pasé a la pintura de obra, donde estuve un gran tiempo, pero siempre me dije que alguna vez iba a pintar. Después de 20 años o más, en 1995, empecé a pintar cuadros y no paré más.
EM: ¿Recuerda su primera obra?
MA: Sí, la tengo todavía, es de las sierras de Córdoba. Fue un día en que me habían dejado solo, de casero, cuando nació mi primer nieto Matías; no fui a pintarla sino que salió un recorte en blanco y negro en el diario, y entonces lo vi ahí y lo saqué a color; estaba en una foto que tendría 10×10 y lo saqué en 35×40; se titula “El Refugio”.
EM: ¿Estudió en algún lugar?
MA: No, soy autodidacta total. Una vez nada más, para poder tomar más profundidad, hice un curso para manejar la técnica de las perspectivas mediante puntos de fuga.
EM: ¿De qué estilo son sus pinturas?
MA: Me gusta muchísimo usar técnicas del impresionismo.
EM: ¿Tiene un referente o pintor favorito?
MA: Sí, Fernando Fader. De Unquillo admiro mucho a (Álvaro) Izurieta y a (Ricardo) Mirolo, dos grandes artistas.
EM: ¿Qué intenta transmitir a través de sus obras?
MA: Yo a esto lo tomo como un cable a tierra, lo mismo cuando escribo, porque pinto y además escribo poemas. Trato de que mis obras inspiren paz y amor; tal vez por eso, los árboles, el agua, la luz y los colores tenues que aplico tengan una razón de ser en mis pinturas.
EM: ¿Vendió alguna de sus obras?
MA: Sí, he vendido muchísimos cuadros, tengo obras en España, Suiza y México; el último está en Alemania porque pasajeros que han venido al hotel, vieron un cuadro, lo compraron y se lo llevaron, era de La Capilla Buffo.
EM: ¿En qué espacios culturales se han podido ver sus pinturas?
MA: Tuve la suerte de exponer en varias muestras: En la provincia de Córdoba, en la exposición de pinturas, esculturas, artesanías y colecciones de las Fiestas Mayas de la Municipalidad de Oliva, en el Museo Municipal de Bellas Artes “Argañaraz”, entre otros.
EM: ¿Hay algún cuadro que se lo hayan encargado?
MA: Sí, uno solo, fue de una pasajera que venía con el hijo y un día me encargó que le pinte la Capilla de Candonga y le dije que no, ya que yo por pedido no pintaba. En ese tiempo estaba uno a uno el dólar y me dio 100 dólares y me dijo “pínteme una”. Así que me puso en compromiso y se la pinté. Después me comentó el motivo de su exigencia, fue porque su hijo se había casado ahí, en la Capilla de Candonga, entonces se lo llevó de regalo a su señora.
EM: ¿Realizó alguna donación?
MA: Sí, yo soy co-fundador del museo Argañaraz en Ojo de Agua, Santiago del Estero. Un día me invitaron y había una casa abandonada que pertenecía a uno de los primeros habitantes del lugar, la familia Corbalán, donde quedaron restos y rastros, y me pidieron que lo pinte; luego al cuadro lo doné a la Casa de la Cultura de Ojo de Agua.