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Una huella en el fútbol

Diego Graieb es un emblema del fútbol en Sierras Chicas. Su extensa historia nos lleva desde los comienzos en su Río Ceballos natal hasta su incursión en la liga española. A sus 41 años cuenta sus experiencias, sus aprendizajes y su presente vinculado a una misma pasión: la pelota.

Logró dos ascensos con su querido Talleres de Córdoba, recorrió como pocos la complicada B Nacional del fútbol argentino, y dejó su marca en un recordado Huracán de Parque Patricios.  El camino detrás de “la redonda”  llevó a Graieb a  España donde jugó en Racing de Ferrol, además de su experiencia futbolística en Guatemala.

Sus habilidades y su liderazgo en el verde césped lo convirtieron en un futbolista requerido por entrenadores de la talla de Jorge Burruchaga y Carlos Babington. Luego de su retiro como jugador profesional trabajó en diversos proyectos que incluyen la captación de talentos deportivos a través de todo Sudamérica. El presente lo encuentra embarcándose de lleno, conjuntamente con su hermano, en su propia academia de fútbol.

“Ascendí con el equipo del que soy hincha, esas cosas no te las saca nadie”, expresó Graieb.

Periódico El Milenio: ¿Cómo fueron tus primeras experiencias jugando en primera?

Diego Graieb: Debute jugando para Talleres en la cancha de Instituto, contra Nueva Chicago de titular. Nos fue muy bien en el club, formamos un grupo humano bárbaro, tuvimos continuidad. El “Rodo”, mi hermano, debutó 6 meses antes que yo porque a mí me tocó hacer el servicio militar. Vivimos varias etapas en Talleres, descendimos en el 95, salimos campeones en el 96 contra San Martin de Tucumán y después peleamos por el ascenso en el 98 y ascendimos con el “Flaco” Gareca.

Luego jugué en Atlético Tucumán en la temporada 1998/1999. Armamos un gran equipo y terminamos perdiendo el ascenso ante Chacarita. Pasé por Huracán, donde logramos el subir a primera haciendo una campaña fantástica. A partir de allí pasé por Los Andes de la mano de Jorge Burruchaga y luego desembarqué en Platense. Allí fui goleador del equipo en la B Nacional y me llamaron para jugar en España para Racing de Ferrol.

EM: ¿Qué sentiste cuando eras un futbolista joven y te llevaron a trabajar a Buenos Aires, con todas las situaciones que eso implica?

DG: A mí me ocurrió una situación muy particular, fui a jugar a Buenos Aires junto con mi hermano “Rodo” dos semanas a River. Nos pusieron en una selección de tercera división, un equipo en el que estaban Hernán Crespo, Matías Almeyda, Marcelo Gallardo, toda una camada de jugadores fantásticos. Nos fue muy bien tanto a mí como a Rodolfo, pero al volver a Córdoba nos enteramos que mi viejo ya había puesto la firma para que pasemos de Las Flores a Talleres de Córdoba. Tres semanas más tarde nos llega el telegrama de River diciendo que nos convocaban a ser parte de sus inferiores, y que restaba arreglar un lugar en la pensión.

En conclusión, fue una mezcla de sensaciones esa visita de quince días a jugar a Buenos Aires. Por un lado la alegría enorme de estar jugando en un club tan importante como River, pero por otro lado el rechazo y  el miedo  a Buenos Aires, fue algo chocante.  Es como estar adentro del motor de un auto. Pero para un chico que se encuentra con el panorama de esta mole es un golpe psicológico muy grande. Por eso es importante para los chicos tener un psicólogo deportivo. Porque el apoyo familiar allá ya no lo tenés.

EM: ¿Qué proyectos profesionales te ocupan hoy?

DG: Fundamos una academia grandísima con “Rodo” en Río Ceballos y apuntamos a inaugurar nuestro propio predio en el camino a La Quebrada  en noviembre. Apostamos antes que nada a formar personas a través del deporte tenemos chicos desde los 4 años a los 18 años. Prestamos mucha atención a los valores, en definitiva el uno por ciento va a poder ser profesional, por lo cual lo más importante es enseñar a compartir a disfrutar, a trabajar en grupo.

EM: A partir de tu experiencia en el exterior a nivel tanto futbolístico como humano ¿cuáles son las diferencias en la formación de los jugadores?

DG: En España están mejor estructurados, tienen una mejor educación. Acá cada jugador que llega quiere salvarse solo. Allá se trabaja en equipo.

Afuera se le da mucha relevancia a  la técnica, es muy difícil ver alguien que no controle bien el balón. Acá es todo muy físico, sos más atleta que jugador. Se deja de lado por el tema de los resultados la formación técnica del deportista.

EM: ¿Pensás que falta pensar a largo plazo en el fútbol argentino?

DG: Tal cual, pero acá se piensa que si los resultados no se dan el proceso no sirve de nada. A la larga si se tiene en cuenta el proceso los resultados son mejores y eso tiene que entenderlo la gente, los hinchas. Hay que bajar la ansiedad.

EM: ¿Qué le dirías a un chico que  quiere jugar al fútbol el día de mañana?

DG: Le diría que lo primero que tiene que hacer es divertirse, abrir la cabeza, soñar. Que no se empiecen a poner metas cuando aún son muy jóvenes, en todo caso lo importante es mantener el anhelo.

En nuestra academia desde los 4 hasta los 6 años es recreativo el fútbol. Luego hay distintos métodos que se van utilizando a medida que crecen. La capacidad de asimilar conceptos entre los 8 y los 12 años es fundamental, si no los adquieren en ese momento después es muy complicado.

EM: ¿Si tuvieras que elegir un recuerdo en el fútbol, el más feliz, cuál elegirías?

DG: Todo. Pero yo soy hincha de Talleres por lo cual el recuerdo más lindo es el ascenso del año 1994. A ese campeonato además lo viví y lo jugué mucho. Recuerdo a mi equipo ascendiendo y esas cosas no te las saca nadie.