- Por Milagros Alcántaro. periodico@elmilenio.info
- Colaboración: Candelaria Staricco y Josefina Ryser (4to IMVA). Delfina Dehaine y Pilar Tello (4to IENM).
“Falta planificación” es una frase que se suele escuchar en Sierras Chicas y que el arquitecto Alberto Verdinelli siempre se encarga de corregir: toda ciudad cuenta con una planificación. Las falencias, los aspectos a mejorar e incluso sus virtudes, son resultado de un proceso en el que se tomaron decisiones. Por lo tanto, lo más acertado es hablar de distintos enfoques de planificación.
El interés de Verdinelli por este proceso bajo el cual las ciudades se van desarrollando llegó a su vida de manera progresiva. Primero comenzó dibujando gráficos de grandes ciudades como Buenos Aires (de donde es oriundo), Santa Fe, Tucumán y Mendoza, hasta que inició una maestría en Políticas y Gestión del Desarrollo Local en la UNC, a cargo de Rubén Martí. Llegó a trabajar como consultor en el Banco Interamericano de Desarrollo y a partir de allí comenzó a vincularse con distintos municipios como asesor técnico.
“Nuestras ciudades nacieron espontáneamente y se fueron expandiendo con el mercado por delante. Hoy se está dando un proceso de consolidación y ahí se empiezan a ver los déficits”
Alberto Verdinelli
Ahora bien, ¿de qué se trata realmente este concepto que resuena en debates y reclamos? Para despejar dudas, Verdinelli comenzó aclarando que por un lado está la planificación y, por otro, el planeamiento. “La planificación es un proceso político técnico, porque se fija un objetivo y se adopta un criterio de proceso dinámico. Hay una serie de toma de decisiones”, expresó el vecino de Mendiolaza.
“Una vez que yo tengo definida y conceptualizada la planificación, qué quiero hacer, para qué y cómo; agarro un pedacito de eso y hago un plan para llevarlo adelante: eso es el planeamiento”, aclaró. Para resumir: la planificación es la síntesis de una mirada global, mientras que la planeación implica acciones concretas que apuntan a materializar esa visión.

Mercado primero, Estado detrás
Convencido de que la base del buen vivir está en las pequeñas y medianas ciudades, Verdinelli destacó que al hablar de Sierras Chicas no hay que olvidar que cada localidad tiene su particularidad. “Las ciudades son como las personas, cada una tiene su ADN”, expresó. “Aun así, hay que buscar qué cosas tienen en común”, remarcó el arquitecto.
El primer punto compartido que destacó Verdinelli es el elemento geográfico de la sierra, estructurante de las ciudades. Así, las localidades comparten todos los servicios ambientales que brinda la serranía desde lo paisajístico hasta las condiciones de absorción de los suelos y las escorrentías que nutren los arroyos.
Sin embargo, quizás el aspecto más importante que comparten las ciudades de la región es la metodología de su planificación, que, en este caso, ha sido la del mercado, como apuntó Verdinelli. Frente a este caso, Alberto destacó otra modalidad, la integral, en la que Estado y mercado articulan una planificación conjunta, como sucede en las comunas de San Antonio y Cabalango. “De este lado de las sierras todavía nos falta eso y esta es la crítica, el malestar que yo comparto como vecino”, expresó.
“Yo entiendo que nuestras ciudades nacieron de forma espontánea y por extensión. Ahora se está dando un proceso de consolidación y ahí es cuando empezás a ver los déficits: falta agua, falta luz, no llega el gas, no tenés cloacas, no hay conectividad, etc.”, añadió.
Esto sucede porque el mercado avanzó y por detrás fue el Estado subsidiariamente, es decir, resolviendo los problemas que el mercado no atiende, detalló el arquitecto. “Desgraciadamente, con algunos matices positivos, en todo el corredor los procesos (de planificación) han sido con el mercado por delante y crecimiento espontáneo, y por detrás el Estado, resolviendo lo que puede resolver”, expresó Verdinelli.


Un cambio de rumbo
A pesar de este panorama, Verdinelli no dejó de destacar experiencias que buscan darle otra dirección a las ciudades, como sucede, con distintos matices, en Río Ceballos, Unquillo y Villa Allende. En esas localidades, la comunidad comenzó a trabajar arduamente sobre las reservas naturales para así preservar el monte y las cuencas de agua.
“Yo creo que en nuestras ciudades se puede rectificar este rumbo de crecimiento espontáneo”, expresó Verdinelli. “Hay que convocar a los diferentes actores para generar procesos virtuosos que nos permitan nutrirnos e incorporar aquellos servicios primarios que todavía no tenemos. Y a partir de ahí, cada localidad debe definir una determinada cota de las sierras sobre la cual no se avance con la urbanización”, enfatizó.
Esta convocatoria de distintos sectores sociales es una de las fases constitutivas de la planificación, siguiendo a Verdinelli. “La participación y la comunicación son las dos piernas sobre las que se asienta este proceso”, destacó. La primera fase es la preliminar, y es cuando se toma la decisión política técnica de cuál es el objetivo a seguir, para qué y cómo voy a planificar una ciudad.
Después viene el segundo paso, que consiste en contactar a los actores clave para hacer un trabajo de indagación, seguido por talleres de construcción colectiva donde todos los involucrados puedan ir definiendo lineamientos. La última fase es cuando se establecen las políticas de acción de las que surge el planeamiento: planes de servicios públicos, de obras, de recaudación impositiva, de salud, etc.
Aunque hay una conciencia ciudadana de la necesidad y conveniencia de preservar las sierras como una gran reserva, hay muy poca decisión, fundamentalmente política, lamentó Alberto. “En otros casos puede haber decisión, pero no hay acción”, agregó y señaló que, frente a la presión inmobiliaria y extractivista, los municipios no suelen tener “la fortaleza suficiente”.
No obstante, se mostró optimista. “Está en los decisores políticos reorientar este proceso, que ha sido un proceso deficitario, para convertirlo en un proceso virtuoso”, apuntó Verdinelli. “Yo creo que sí estamos a tiempo de hacerlo”, concluyó.

