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El verdadero costo del agua

Omnipresente y, al mismo tiempo, limitada y vulnerable, el agua ha sido utilizada históricamente de manera desmedida. Ante este panorama, cobran fuerza los discursos que sostienen la necesidad urgente de su consumo responsable, apelando a la concientización. Así lo plantean las especialistas Cecilia Negretti y Raquel Bazán, que dialogaron con El Milenio sobre el concepto de huella hídrica.

¿Cuánta agua se necesita para preparar una taza de café? La respuesta automática que cualquiera daría se reduce generalmente a unos 250 centímetros cúbicos. No obstante, la estimación es incorrecta. Una sencilla taza de la infusión demanda en realidad 140 litros de agua, según explicaron las ingenieras químicas Cecilia Negretti (Río Ceballos) y Raquel Bazán (Agua de Oro).

“Hay que tener en cuenta todo el líquido utilizado en la cadena productiva, desde que se cosecha el grano, incluyendo la limpieza de la materia prima y cada etapa del proceso hasta que llega al consumidor final”, detallaron las vecinas de Sierras Chicas.

Las creadoras de ArteHA, un emprendimiento que propone el tratamiento de efluentes domiciliarios a través de humedales artificiales, son especialistas en el cuidado del agua. A través de diversos talleres y charlas, las profesionales buscan sensibilizar y promover un “uso racional y eficiente” del recurso natural.

Para cumplir ese objetivo, su trabajo se basa en el concepto de huella hídrica, un “indicador de sostenibilidad que mide el volumen total de agua dulce que se requiere para la elaboración y consumo de productos y servicios”. El mismo fue creado en 2002 por Arjen Hoekstra, profesor e ingeniero oriundo de los Países Bajos.

Este parámetro considera tanto el gasto directo como el indirecto. El primero es “todo aquel uso que hacemos individualmente, por ejemplo, al lavar la ropa, preparar la comida o simplemente bebiendo”. El segundo, por otro lado, se refiere al total de agua intrínseca que se emplea en un sistema productivo (como en el caso del café). 

Las emprendedoras afirmaron que solo el 4% de la huella hídrica mundial corresponde al primer tipo de consumo, mientras que un 96% proviene del segundo, denominado “virtual”. La cifra, relevada en 2017 por la Unesco, continúa vigente, ya que para que disminuya tiene que haber “un verdadero cambio cultural” y eso “no se logra de un año al otro”, como apuntaron Bazán y Negretti.

En este marco, las especialistas advirtieron la relevancia de comprender que, desde la fabricación de una prenda textil hasta el enlatado de un alimento, las técnicas aplicadas exigen grandes proporciones de agua. “Tenemos la confianza o la esperanza de que disminuya ese número porque cada vez hay más conciencia, las personas nos estamos dando cuenta que los problemas ambientales nos atraviesan”, agregaron. 

Así, el papel de la educación es fundamental para cambiar los “patrones negativos” y consolidar un nuevo paradigma que, para Bazán y Negretti, ya rige. “Ahora el gobierno se encuentra en una posición de facilitador para un sector privado innovador, proveedor y más consciente. Por su parte, la sociedad civil tiene el poder de elegir cómo repercutir”, sostuvieron durante uno de los talleres virtuales que llevaron a cabo en julio, de la mano de la Fundación Guido Buffo por un lado y la Municipalidad de Río Ceballos por otro.

El Milenio: ¿Cómo se calcula la huella hídrica?

ArteHA: Se tienen en cuenta tres factores: el agua azul (proveniente de ríos, lagos, acuíferos), verde (la lluvia que no es absorbida y queda en la capa superficial del suelo para ser aprovechada por la vegetación) y gris (indicador del grado de contaminación, que se define como el volumen de agua dulce que se necesita para asimilar la carga de contaminantes, basado en las concentraciones naturales y en las normas o legislación de calidad ambiental del agua existentes). La huella hídrica es la suma del agua azul, verde y gris que demanda un bien o servicio.

EM: ¿Cuánto es el consumo promedio de una persona por día? 

ArteHA: Hay un cálculo hecho para un argentino, basándose en su alimentación. El resultado es de 4.400 litros por día, por persona. Alguien que llegue a esa cifra no sería un ciudadano sustentable, aunque, comparado con otros países, sobre todo desarrollados, como Estados Unidos o Canadá, el número no es tan elevado. 

EM: ¿En que se basan los hábitos responsables y sustentables?

ArteHA: Tiene que ver con hábitos que tenemos a diario como consumidores. Significa repensar, reducir y rechazar aquellos productos que tengan más huella hídrica, eligiendo con mayor conciencia. Para esto es importante tener en cuenta el proceso de fabricación, qué se utilizó, dónde se hizo, etc. Desde que algo se cultiva, se cosecha, se transporta y así hasta llegar al consumidor final, hay una gran cadena de intermediarios que suma huella. 

Además, la responsabilidad implica tener la basura diferenciada, como mínimo. Ya en casos de mucha sustentabilidad, lo ideal es tener una huerta en casa, consumir alimentos de estación, compostar, etc. Pero son procesos, algo que se va dando de manera paulatina. 

EM: ¿Cómo se pueden empezar a cambiar las conductas negativas a nivel hídrico?

ArteHA: Una de las cosas básicas es preguntarse, antes y después de comprar, qué hago con el empaquetado una vez que usé el producto. También es importante cuestionarse de dónde proviene aquello que consumo porque, por ejemplo, si sé que algo viene de ciudades lejanas, puedo elegir otra cosa. 

Algo fácil de incorporar es elegir productores locales, que por suerte cada vez son más las ofertas y medios, incluyendo nodos, ferias y compras comunitarias. Después otras cuestiones claves son cuidar el agua al bañarse, no dejar la canilla abierta al lavarse los dientes. Se trata de dejar de gastar este recurso como si fuera infinito, ya que es finito y vulnerable. Esto empieza en la educación, que tiene un papel fundamental. 

EM: ¿Qué evaluación hacen de esta problemática en la región?

ArteHA: Existe una concientización. Hay una movida que se aprecia en la gran cantidad de emprendedores de triple impacto que están surgiendo. Además, las municipalidades están acompañando. 

Hoy en día se trata de un desafío y una doble oportunidad, de reducir el consumo y disminuir la contaminación. Estamos en un cambio de paradigma. El consumidor ya no es víctima, no podemos culpar a otros de nuestras acciones, como la industria o el Estado. Es necesaria una cooperación entre muchos actores.

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