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25 de Mayo de 1810: retazos y personajes de una Córdoba revolucionaria

Dos historiadores locales reivindican el papel de figuras cordobesas en el marco de la Revolución de Mayo de 1810. Tanto el brigadier Juan Bautista Bustos como el deán Gregorio Funes alentaron a la Primera Junta de Gobierno en una provincia que se negó en principio a apoyarla. Nombres propios destacados de nuestra cultura que resultaron clave en el posterior proceso de formación de la República Federal Argentina.

Córdoba no fue, desde siempre, revolucionaria. A pesar de gestas históricas como la Reforma Universitaria, el Cordobazo y las victorias sindicales, en sus comienzos nuestra provincia se mostró reticente a fomentar la Revolución de Mayo de 1810.

Las altas esferas del clero, la clase política alineada con las autoridades del Virreinato del Río de la Plata y la burguesía elitista se opusieron a los vientos de cambio que soplaban desde Buenos Aires hacia el interior profundo con aires de libertad, república y esperanza. Córdoba era, por entonces, colonial. Y todavía pensaba en la corona.

Sin embargo, dos figuras trascendentales de nuestra historia provincial, nacidas en estas tierras, marcaron posición, y desde sus lugares, sentaron las bases de una posterior adhesión de Córdoba a la Primera Junta de Gobierno Patrio: se trata del brigadier Juan Bautista Bustos y del deán Gregorio Funes, junto a su hermano Ambrosio.  

Una Córdoba dividida y en conflicto

Damián Santa, licenciado en Historia y becario doctoral de la Universidad Nacional de Córdoba, reflexiona acerca del momento bisagra en la historia argentina que significó la Revolución de Mayo: “Ya nada va a volver a ser como antes”, remarca sobre un proceso de 10 años en el que por entonces los estados coloniales determinan su independencia y forman las bases de la futura República Federal.  

En los primeros meses no había una intención de ser totalmente independiente, de terminar de romper con el rey. Se buscaba que estos territorios dejen de ser colonias, igualarse con la metrópoli pero seguir siendo parte de la monarquía. La independencia llegó después, por una coyuntura y por la guerras independentistas”, aclara.


Sobre la situación que aconteció en tierras cordobesas una vez conocidos los sucesos del Cabildo Abierto, Santa manifiesta: “Recrudece un conflicto de vieja data: entre dos bandos de las élites locales, como los sobremontistas, (seguidores del exvirrey Sobremonte) y los Funetistas (cercanos a los hermanos Funes). Los sobremontistas, virrey héroe y líder de la lucha contra las invasiones inglesas, junto al gobernador local Juan Gutiérrez de la Concha deciden no adherir a la Junta de Gobierno y considerarla como rebelde”.

Recrudece un conflicto de vieja data: entre dos bandos de las élites locales, como los sobremontistas, (seguidores del exvirrey Sobremonte) y los Funetistas (cercanos al deán Funes)

Damián Santa – Historiador.

Mientras que desde el sector Funetista consideran que deben adherirse a la revolución, se imponen los antirrevolucionarios que reconocen como autoridad al virrey del Alto Perú. Organizan un ejército que enfrente a la Primera Junta, pero al no lograr conformar una tropa que pueda combatir a las milicias que envían desde Buenos Aires, las autoridades destituidas parten desde Córdoba hacia el norte. La orden es que sean capturados. Fueron apresados y fusilados.

Bustos, de comerciante a héroe de la Patria

Juan Stahli es periodista, escritor y trabaja en un libro sobre la vida y obra de Juan Bautista Bustos que verá la luz en los próximos meses.

Exclama sobre su figura con la precisión y la seguridad del que leyó, se instruyó y se apasionó sobre la biografía del prócer cordobés: “Bustos (Estancia Santa María en Punilla,​ 29 de agosto de 1779) se erige como un gran héroe en el marco de las invasiones inglesa, que lo encontraron en Buenos Aires en 1807. Es un luchador, que ocupa un cargo como jefe de uno de los arribeños —denominación que les correspondía a quiénes eran del interior y habían “arribado” a la capital—. Ya  deja de lado su rol de comerciante y empieza a ser un jefe militar para comenzar a forjar su conciencia política”.

El brigadier Bustos conduce una parte del cuerpo de ejército de Arribeños y en tres años, este oficial joven, tiene un conocimiento que le permite elaborar una estrategia sobre una política nueva, rodeándose de gente que empieza a considerar la posibilidad de emanciparse de la corona española.


Bustos es un tipo muy querido, como nació en el Valle de Punilla conoce perfectamente cómo vive la gente, que lo entrona como gobernador de Córdoba a partir de esa figura. Cómo viven en las sierras, cómo viven las familias campesinas, los pueblos originarios, y al haber estudiado en el convento de Santo Domingo también conoce a las sociedades cultas y académicas”, explica.

Bustos es un tipo muy querido. Conoce perfectamente cómo vive la gente. Cómo viven en las sierras, cómo viven las familias campesinas, los pueblos originarios.

Juan Stahli – Periodista.

Más allá de la preponderancia de los oficiales, militares y políticos hombres de la época, Stahli hace un paréntesis en su discurso para reivindicar el rol de las mujeres en la época la revolución: “El papel de las mujeres, que no solo se dedicaron a cocinar, a hacer los uniformes de los soldados o a curar a los heridos, fue clave. La mujer es trabajadora, participa de la vida social, está en la plaza central junto con los hombres, en las revueltas populares. Los hombres accedían a la educación formal y la mujer tenía que pagarla aparte y cursar en su casa, pero las mujeres participan de manera activa junto con los hombres de la Revolución de Mayo, sin ninguna duda”, resalta el comunicador.

Deán Funes, mucho más que un sacerdote

Según consta en un estudio social de la Junta Provincial de Historia elaborado por su directora, María Cristina Vera de Flachs, en las etapas pre y posrevolucionarias una de las figuras más representativas es sin duda la del deán Gregorio Funes (Córdoba, 25 de mayo de 1749). Formado por los jesuitas, este sacerdote —a cargo de la catedral de Córdoba antes de asumir como rector de la UNC— junto con su hermano Ambrosio fueron férreos defensores de la orden durante la etapa en que los franciscanos estuvieron al frente de la Universidad.

Completó su formación con una estancia en la Universidad de Alcalá de Henares (España), lo que le permitió tener contacto con las concepciones jusnaturalistas, especialmente con la escuela holandesa y alemana. Ambas habían introducido la ciencia jurídica de moda, el Derecho Natural y de Gentes, que le brindaron al deán los argumentos teóricos para justificar políticamente la Revolución de Mayo.

Como buen reformista ilustrado, Funes buscó compatibilizar esas ideas con la fe católica. A su vez, su formación académica le proporcionó una nueva concepción política, la que lo llevaría a convertirse en uno de los defensores de la segregación del Virreinato del Río de la Plata y a liderar parte de los conflictos políticos de la primera década revolucionaria.


En Córdoba, el 30 de mayo, los máximos dirigentes se reunieron para decidir si aceptaban o rechazaban el nuevo órgano de gobierno. La revolución exigió una definición de la causa y en este aspecto las fuerzas políticas de Córdoba se dividieron y la mayoría acordó no prestar obediencia al nuevo gobierno.

Los contrarrevolucionarios contaban con un plan y fuerzas locales de apoyo, a los que se sumarían los de las regiones cuyanas y de otras partes del Alto Perú y Paraguay. Pero la Junta provisoria debió desmantelar este foco contrarrevolucionario cordobés si quería evitar la división de estos pueblos.

Gregorio Funes, con su pensamiento y acción, contribuyó en esa primera década al devenir revolucionario. Su adhesión al movimiento de mayo está registrada en un documento titulado “Parecer del Deán de la Iglesia de Córdoba Dr. Gregorio Funes, referente al nuevo Gobierno establecido en la Capital del Virreinato y dado en la Junta celebrada con este motivo en casa del gobernador de esta provincia”, que circuló en Córdoba y luego fue publicado en La Gazeta de Buenos Aires, que se convirtió en una especie de catecismo político que se leía desde los púlpitos con el fin de sensibilizar a los pueblos con el nuevo sistema.

“Gregorio y Ambrosio Funes venían de una familia de educación europea y muy culta. Estaban a favor de la revolución y se encargaron de agitar a las masas para que participen. Cuenta la leyenda que el deán publicó un pasquín llamado ‘El duende americano’, con ideas revolucionarias, con la necesidad de construir un propio modelo de gobierno para el sur de América”, añade Stahli, periodista especializado en historia de Córdoba.

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