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Arrivederci, panadería Aviani

Tras más de 70 años acompañando las mesas de los vecinos y vecinas de Villa Allende, el tradicional comercio anunció su cierre definitivo para fines de diciembre. La tristeza y la desazón inundaron las redes sociales al conocerse la noticia. En diálogo con El Milenio, Natalia Vaca, bisnieta de los fundadores del emprendimiento, y su madre, Luciana Aviani, recuerdan la historia del icónico negocio de origen italiano.

A principios de diciembre, una triste noticia sacudió la escena cotidiana de Villa Allende: la emblemática panadería Aviani, ubicada en Avenida Goycoechea al 184, anunciaba su cierre definitivo, tras más de 70 años ininterrumpidos atendiendo al público.

La situación económica del país fue un punto de quiebre, pero los propietarios del clásico comercio señalaron que ya venían barajando la idea a raíz de las bajas ventas y los elevados costos de producción. “La pandemia empeoró los malos tiempos que veníamos pasando, pero la decisión de vender ya la habíamos tomado hace más de un año”, contó Natalia Vaca, cuarta generación al frente del histórico negocio familiar.


Los merengues con crema, las masas finas y el pan roseta… ¡A la Villa se le pianta un lagrimón!”, “¡Jamás olvidaré esas crocantes palmeritas compradas a la salida del colegio!”, “No sólo eran excelentes en sus productos, sino también como personas”. Estos y muchos otros comentarios inundaron las redes sociales tras conocerse la noticia y no es para menos: “la Aviani” fue testigo y compañera fiel de los eventos más importantes en la historia de la ciudad, que hoy cierra un capítulo junto con las puertas del icónico local.

La pandemia empeoró los malos tiempos que veníamos pasando, pero la decisión de vender ya la habíamos tomado hace más de un año”.

Los primeros pasos



Provenientes de Údine, Italia, don Francisco Aviani y su esposa, doña Lucía Martina, llegaron a Argentina en 1947 junto a sus hijos (Adelqui, Lucía, Lidia, Juli y Sergio) huyendo de los estragos de la Segunda Guerra Mundial. “Mi abuelo trabajaba en una panadería que luego se convirtió en la proveeduría de la ciudad. Cuando fue llamado al frente de batalla, mi familia decidió partir hacia Argentina, donde ya vivían dos de sus hermanos”, cuenta Luciana Aviani, nieta de don Francisco.

Desembarcaron en Buenos Aires, pero las grandes urbes no resultaron del agrado de la familia. En enero de 1948, se mudaron a las tranquilas serranías de Villa Allende, ciudad de la cual don Francisco se había enamorado mientras trabajaba como camionero.


El primer domicilio de los italianos fue un viejo caserón al fondo de la calle Evaristo Garriego, pasando el puente Maluf, donde construyeron un horno para pan. Más tarde, instalaron un kiosco de chapa al comienzo de la misma calle, en la esquina con Av. Goycoechea, que al poco tiempo se transformó en panadería gracias al boca en boca de los vecinos. “Cocinaban para la familia nada más, pero el olor al pan recién horneado atrajo la atención de la gente y así empezaron a vender al público”, explica Luciana.


Como cuenta el libro “Villa Allende. Cuerpo de ciudad, alma de pueblo”, uno de los impulsos fundamentales que recibió el incipiente negocio vino de la mano del flamante hotel de don Miguel Maluf (cuya estructura aún se observa en las márgenes del arroyo, casi al frente de Epec). Ocurrió una noche, cuando el personal del hospedaje acudió corriendo porque se habían quedado sin pan para los clientes. Los Aviani no sólo salvaron la cena, sino que se convirtieron en proveedores fijos del hotel.


Hacia 1950, el éxito encontrado los animó a invertir y así la panadería se instaló definitivamente en Av. Goycoechea al 184. “A mi abuelo le encantó la propiedad y, como tenía que pagarla en una sola entrega, la única compra extra que hizo fue un piano. Así solucionó el tema del entretenimiento: no podían salir a divertirse porque no había dinero, entonces hacían música en la casa”, sonríe la nieta de don Francisco.

Torta centenaria



Uno de los momentos más memorables para la panadería ocurrió en diciembre de 1989, cuando el entonces intendente Martín Ambort encomendó a la familia Aviani la torta para el aniversario número cien de la fundación de Villa Allende.

Era una torta central de cinco pisos, más cuatro tortas individuales. En total pesaba más de 500 kilos”, rememora Luciana. “La decoración se hizo durante los tres meses previos con pasta de azúcar para evitar que se ponga dura, mientras que la elaboración de los bizcochuelos fue la semana previa”, añade.

La plaza central, la iglesia, el balneario y hasta el campo de golf estaban representados en aquella monumental obra de pastelería, todo coronado con una gran número 100 en el piso superior, espectáculo que todos los vecinos de la época recuerdan hasta el día de hoy. “La torta la armamos entre cinco personas en un galpón que estaba al fondo de la panadería. Era tan alta que no pasaba por el portón, así que tuvimos que desinflar las gomas del tráiler donde estaba montada para poder sacarla”, recuerda Luciana entre risas.

El gran pastel llegó custodiado por el grupo scout a la plaza recientemente remodelada. Allí el intendente Ambort y el entonces senador Mario Negri realizaron un corte simbólico y los Aviani, con orgullo, repartieron su creación entre los asistentes.



Este no fue el único evento que tuvo a la panadería como protagonista, ya que Aviani siempre dijo presente en los festejos y eventos solidarios de la Villa, colaborando con instituciones como la Escuela Gral. José de San Martín, el Instituto de Educación Especial Taller Bethel y el Hogar Padre Lucchese. “Cuando se hacían los desfiles por el Día de la Primavera, los Aviani llevaban a las reinas porque tenían una lancha que usaban como carroza”, agrega Natalia al relato.

Así, cada vecino y vecina recuerda a su manera la emblemática panadería. Las palmeritas, el pan roseta, los merenguitos de colores y las tortas para cada fiesta perdurarán en la memoria de una comunidad que hoy se despide del entrañable negocio que supo perfumar las madrugadas de la Villa por más de 70 años.

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