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Crecimiento sin cauce

Octubre trajo el alivio de las primeras lluvias, aunque el agua caída no alcanza a compensar los cinco meses previos de sequía. En Sierras Chicas, los intendentes decretaron una alerta naranja y llamaron al cuidado del recurso. Mientras tanto, los especialistas apuntan a factores humanos, como el desarrollo inmobiliario no planificado, entre las causas que atentan contra la disponibilidad de agua.
  • Colaboración:
  • Marcos Rautenberg y Tomás Nou.
  • 4to Año, Instituto Educativo Nuevo Milenio.
  • Joaquín Bertossi y Agustín Benítez.
  • 4to Año, Instituto Milenio Villa Allende.

A todos los desafíos que el año 2020 trajo aparejados, en Córdoba se suma una problemática recurrente: la escasez de agua. Con las últimas grandes lluvias ocurridas en abril, la provincia atravesó un otoño-invierno particularmente seco, cuya consecuencia más visible fue el incremento significativo del riesgo de incendios.

Aunque con octubre llegó el alivio de algunas precipitaciones y se espera que el panorama climático mejore a lo largo del verano, la prolongada sequía de la época invernal impactó fuertemente en el nivel de los cursos de agua serranos.

Según la Administración Provincial de Recursos Hídricos, 2020 tuvo el déficit de precipitaciones más notorio desde 1955, cuando empezó a registrarse el año hidrológico (que va del 1 de octubre al 30 de septiembre). Así, el agua caída alcanzó un mínimo histórico de 459 milímetros.

Aunque, gracias a las lluvias anteriores, el panorama actual no es tan alarmante como el de otros años, podría complicarse si no se registran precipitaciones importantes en los próximos meses. A raíz de esta situación, los intendentes de Sierras Chicas declararon el estado de “alerta naranja” y llamaron al cuidado del recurso, en un intento por atajar las complicaciones que ya está experimentando la provisión del servicio, en una región donde los cortes de agua son moneda corriente.

Vale recordar que algunas localidades históricamente más afectadas, como Río Ceballos y Salsipuedes, ya habían declarado la emergencia hídrica en 2018, cuando el dique La Quebrada experimentó una bajante crítica que superó los trece metros, medida que mantuvieron durante estos dos años y que apunta a restringir el uso del agua al consumo e higiene personal (prohibiendo actividades como el riego o el llenado de piletas).



Problemática de fondo


Para el agrónomo, investigador y docente del Dpto. de Geografía de la Facultad de Filosofía y Humanidades (UNC) Sergio Chiavassa, antes de señalar las crisis hídricas y sequías como fatalidades naturales, es preferible hablar de “baja disponibilidad” como una problemática de génesis humana.

Con más de quince años de trabajo de campo, Chiavassa ha participado en diversos estudios sobre el tema en Sierras Chicas, donde, según señaló, se plantean graves conflictos con el agua en determinados momentos del año (sobre todo en el norte de la región) y existe un importante desarrollo urbanístico, con emprendimientos de gran magnitud, que es uno de los grandes problemas dentro de un cuadro complejo que incluye un sinfín de variables.

“La baja disponibilidad no tiene que ver sólo con la geografía o el clima, sino que implica una serie de complicaciones económicas y sociales que hacen del agua más una disputa territorial, que una cuestión natural”, indicó Chiavassa sobre las conclusiones de su trabajo, aún en curso.

“La baja disponibilidad no depende sólo de la falta de lluvias, sino que hay un problema antrópico mucho más fuerte de fondo y es la cuestión inmobiliaria. No se puede seguir construyendo indiscriminadamente en Sierras Chicas”.

Sergio Chiavassa, investigador.

Fuera de control


Aunque la sequía no se manifiesta con tanta fuerza en el gran espejo de agua de Sierras Chicas (el dique La Quebrada se encuentra a cuatro metros por debajo del vertedero, lejos aún de sus niveles históricos más críticos), los arroyos de la zona traen poco o nulo caudal. A su vez, como señaló Chiavassa, ha descendido el nivel de las capas freáticas y de los pozos que se usan para abastecimiento domiciliario.

A pesar de que normalmente Sierras Chicas tiene períodos secos, para el investigador, el desarrollo inmobiliario desmedido es una de las causas más importantes del déficit en el preciado recurso. “El problema no es una casa, sino los cientos de grandes loteos, con espacios enormes y hasta canchas de golf. Sierras Chicas ha crecido de manera descomunal, se ha hecho una ocupación muy grande del territorio, sin planificación y sin tener en cuenta el agua”, analizó Chiavassa y apuntó no sólo a los empresarios, sino a quienes “permiten que se hagan ciertos negocios sin las condiciones necesarias”.

En este sentido, el investigador explicó que esto no sólo produce un aumento del consumo hídrico, sino que además altera la superficie de captación. “A nivel ecológico, el desarrollo inmobiliario impermeabiliza mucho terreno y el agua se escurre por las calles, sin llegar a las capas inferiores. La baja disponibilidad no depende sólo de la falta de lluvias en un momento determinado, sino que hay un problema antrópico mucho más fuerte de fondo y es la cuestión inmobiliaria, entre otros puntos”, afirmó.

A este factor, en los últimos meses se sumó el flagelo de los incendios, también originados principalmente por la mano del hombre, que en Córdoba se cobraron el saldo trágico de 315 mil hectáreas, según indicó el Servicio Nacional de Manejo del Fuego. Las llamas afectaron gravemente los últimos remanentes de bosque nativo de la provincia, provocando un deterioro significativo del suelo que disminuye su capacidad de absorción y retención del agua.

Incertidumbre vs. Planificación


A pesar de los largos meses sin lluvias, para Chiavassa la situación “no es más preocupante que la de otros años”. “Generalmente se habla de crisis cuando la baja disponibilidad pone en riesgo la obtención de agua para consumo. En este momento, aunque en la superficie los ríos estén secos, lo que se ha acumulado en las capas subterráneas puede ser suficiente para mantener el aprovisionamiento”, señaló el ingeniero agrónomo y recordó que la de Sierras Chicas es una región semiárida, donde normalmente escasea el agua.

A nivel climático, varios especialistas hablan sobre el fenómeno de La Niña, que ya está causando un descenso en las lluvias. “Se trata de un enfriamiento del Océano Pacífico que genera una menor evaporación y, por ende, una menor concentración en el ciclo del agua que produce menos precipitaciones”, explicó Chiavassa.

Sin embargo, el docente advirtió que “la meteorología no es una ciencia exacta” y no existen métodos precisos para prever la falta de agua, aunque “lo que sí se puede hacer, es planificar”. “Se trata de establecer políticas públicas que organicen el territorio en función del límite que marca la disponibilidad del recurso. Porque el agua que tenemos, es el agua que hay. Se recicla a través de su ciclo, pero no podemos generar más”, postuló.

Considerando que la única fuente de agua para la zona son las lluvias, el ingeniero agrónomo anticipó un horizonte hídrico complejo. “Si no llueve suficiente y de manera bien distribuida, el agua no alcanza, porque hay demasiados habitantes consumiendo y de manera desigual. Esto que sucede ahora es reiterativo. Si no hay una planificación adecuada ni medidas públicas certeras, eventualmente nos vamos a quedar sin agua”, advirtió Chiavassa.

“Yo sostengo que no se puede seguir construyendo indiscriminadamente en Sierras Chicas, salvo pequeñas casas o barrios de bajo consumo. Los grandes desarrollos tendrían que desaparecer, porque no se les puede proveer servicios”, agregó.

“La cantidad que podemos producir en la planta nunca va a alcanzar a cubrir toda la demanda. Este es el único espejo de agua de la región y cada vez tenemos que hacer que alcance para más gente”. .

Agustín Cascú, Planta Potabilizadora La Quebrada

La política del agua


En cuanto a decisiones y obras gubernamentales, el investigador vuelve a acusar falta de previsión y acciones integrales. “Las políticas públicas son absolutamente coyunturales, es decir, únicamente ponen parches. No hay ninguna medida general que contemple toda la problemática”, sintetizó Chiavassa.

Para el especialista, en esa bolsa se incluyen obras largamente prometidas como el Acueducto Sierras Chicas Norte, que propone extraer agua subterránea del paraje La Puerta para abastecer a Estación General Paz, Salsipuedes, El Pueblito, El Manzano, Agua de Oro y La Granja. “El agua que sale de ahí es la misma que tenemos acá en las sierras. Si acá no hay, allá tampoco va a haber. Son medidas puramente paliativas”, señaló.

Siguiendo su análisis, pensar políticas integrales implica, en primer lugar, preservar las “fábricas de agua” de la región. En ese sentido, una propuesta clave es la creación de un corredor de reservas hídricas que abarque desde La Calera hasta Ascochinga. “La importancia de este proyecto radica en proteger las cabeceras de las cuencas de Sierras Chicas, lo cual implicaría frenar el desarrollo inmobiliario en esa zona, permitiendo sólo algunas construcciones bien planificadas”, comentó Chiavassa.

“El agua siempre queda relegada como problemática ambiental y muchas veces termina cayendo en manos de organismos o empresas que no la entienden como un bien común, sino como un recurso que puede ser mercantilizado. El agua es vida y esa vida no se puede poner en juego, por eso hay que seguir exigiendo una regulación real de esta temática a nivel territorial”, concluyó el especialista.

A cuentagotas


“No se esperan lluvias importantes y encima, al aumentar la temperatura, se acelera el proceso de evaporación del agua en el dique, con una pérdida de tres a cuatro centímetros diarios”, estimó Agustín Cascú, ingeniero encargado de la Planta Potabilizadora La Quebrada. “Aun así estamos mejor que otros años, donde la bajante fue más pronunciada. Hoy buscamos estirar la vida del dique haciendo la menor extracción posible, lo demás depende de la naturaleza”, agregó.

En este marco, un dato alarmante es el aumento del consumo per cápita. Desde la planta advirtieron que en pleno invierno tuvieron que producir la misma cantidad de agua que en los veranos más calurosos. Para Cascú, una variante marginal, pero influyente, ha sido el confinamiento y la necesidad continua de agua por razones sanitarias.

“La crisis la vamos a tener igual, porque la cantidad que podemos producir en la planta nunca va a alcanzar a cubrir toda la demanda”, indicó el ingeniero y agregó: “Este es el único espejo de agua de la región y cada vez tenemos que hacer que alcance para más gente”.

Mientras tanto, en otros puntos de Sierras Chicas donde la dependencia de las lluvias es mayor, el panorama se vuelve más crítico. Tal es el caso de la Cooperativa de Cabana, en Unquillo, que toma el agua que baja desde la Reserva Los Quebrachitos.

«A esta altura del año siempre hay una merma y con la sequía estamos muy al filo para que el servicio llegue a los sectores más altos de la red. A su vez, permanecemos atentos para que no se produzca un uso indebido del recurso», evaluó Guillermo Perrotat, encargado de la institución que cuenta con unas 400 conexiones y también viene golpeada por la crisis económica.

Por último, desde la Cooperativa de Agua, Obras y Servicios Públicos Unquillo Mendiolaza Ltda., Raúl Hoya apuntó que, históricamente, no se ha previsto el incremento poblacional en la distribución del agua, una de las razones que llevaron a la creación de la red de La Calera, que actualmente abastece a la mayoría de las ciudades sierrachiquenses. Asimismo, destacó la recuperación de varios pozos propios para fortalecer el sistema.

«El objetivo es extraer una cantidad menor de La Quebrada para que no baje tan rápido y llegar a la época de lluvias sin mayores inconvenientes», indicó Hoya y al mismo tiempo apuntó que el cuidado del recurso es fundamental porque esta es “una zona donde no hay suficiente agua para abastecer a la cantidad de gente que vive”. 

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