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Reflexionar y visibilizar: la síntesis de Bordamos por la Paz

El grupo encara el bordado como forma de intervenir en problemáticas sociales como los femicidios, la dictadura y la transexualidad.

El grupo encara el bordado como forma de intervenir en problemáticas sociales como los femicidios, la dictadura y la transexualidad. De esta manera, recorren espacios a nivel mundial incitando a las personas a involucrarse y profundizar el conocimiento sobre dichas temáticas.

Los pañuelos indican el nombre de la víctima, su edad, el victimario y cómo fue asesinada.

Colaboración: Abril Seydell y Janice Bel (4to IENM). Valentino Visintini y Francisco Contigiani (4to IMVA).

Los orígenes de “Bordamos Por La Paz” se remontan a México, donde un grupo de artistas puso en marcha un proyecto denominado “Fuentes Rojas”, el cual consistió en teñir estos espacios para conmemorar a los asesinados por el narcotráfico. Tiempo más tarde, comenzaron a recuperar datos concretos de las víctimas y a bordar pañuelos para inmortalizarlos.

En su paso por el país latinoamericano, Daniela Martín vio la iniciativa y, junto a Carola Margara, Sandra Mutal y Claudia Abichain, trasladaron la idea a Córdoba en 2012. En un primer momento se sumaron a la causa de México e incluso viajaron hacia allá para formar parte de la contienda contra el presidente Enrique Peña Nieto.

Luego, ese mismo año, decidieron trabajar con Abuelas de Plaza de Mayo, enfocándose en los nietos que continuaban desaparecidos. “Intervenimos con pañuelos el archivo de la memoria, varios centros de detención, plazas. Abuelas nos apoyó en todo. De hecho, actualmente, cada vez que encontramos un nuevo nieto le damos su pañuelo, es un acto muy hermoso”, contó Margara.

Hoy en día, su trabajo se ha concentrado en la problemática de los femicidios. Así, recopilan información de los medios y luego bordan un pañuelo con el nombre de la víctima, su edad, el victimario y cómo fue asesinada.

Para esta labor, se reúnen un domingo al mes en el Parque Las Tejas en un encuentro abierto al público. Además, este trabajo se conjuga con charlas donde diferentes referentes disertan sobre feminismo y otros temas vinculados. Conjuntamente, participan en eventos o escuelas, “mientras no sea con fines de lucro”, aclaró Margara.

Para mantenerse al tanto de los próximos encuentros del colectivo, ingresar al Facebook: Bordamos por la Paz Córdoba.

En cada jornada, el grupo aporta los pañuelos, los hilos y las agujas. “De quién quiera participar, sólo se necesita la presencia”, señaló. Carola les enseña un punto básico de bordado, hasta que, con práctica y perseverancia, el pañuelo toma la forma esperada. El financiamiento proviene de la venta de remeras y pines con el logo de la organización. “Con eso hacemos un fondito. Es una forma de captar colaboración de la gente y darles algo a cambio”, explicó.

Hoy en día, la iniciativa “Bordamos Por La Paz” se extiende por varios países de Latinoamérica y el mundo, a través de grupos independientes. Margara señaló que no participan “con instituciones, ni ONG’s, ni ningún espacio que sea privado” y añadió: “Lo hermoso de esto es que es de todos, lo puede hacer el que quiera. No tenemos personería jurídica y si alguien quiere armar algo, nosotros le damos los datos o puede sumarse a nuestro espacio”.

El Milenio: ¿Cómo es el proceso de bordado y qué se hace una vez terminado?

Carola Margara: El proceso depende del tiempo que le lleva a cada uno. Generalmente, la gente viene a la plaza, borda un rato y, como no lo terminan ahí, se lo llevan a sus casas y después, en otra plaza, nos devuelven el bordado.

Los productos terminados siempre los colgamos en la plaza y/o los llevamos a marchas. Por ejemplo, los 24 de marzo funcionan como un punto de encuentro para la gente, ahí donde están los bordados cerca del escenario.

A su vez están siempre en la vía pública, para nosotros es muy importante utilizar el espacio público, apropiarse y visibilizar estas cuestiones, así las personas que pasan caminando pueden ver, participar.

EM: ¿Cuántas personas se acercan a participar de la iniciativa?

CM: Es muy variable, pueden ser dos o pueden ser 20. Con el frío va mucha menos gente, cerca del 24 de marzo van un montón de personas, cuando ocurre algún femicidio muy impactante se suman más, depende.

A mí me encanta, sucede algo hermoso entre todos los que nos juntamos al estar callados, bordando y pensando, la gente empieza a tener vínculo con la víctima, la busca, ve quien era, se informa. Da igual cuántos haya, mientras se visibilice y estén los pañuelos colgados para que la gente que pasa se fije, es un éxito.

“Es un acto donde hay mucho amor, te das cuenta cuando estás ahí bordando. Es una forma pasiva de hacer algo, visualizar, reflexionar, acercarse, sin gritar ni tirar cosas”

EM: ¿Qué rol juega el diseño?

CM: Las que empezamos a decorar los pañuelos fuimos nosotras, en México empezaron a decorarlos después. Al principio era sólo texto, el diseño vino como un plus. Es lo que cada uno quiera hacer, lo que cada uno sepa y pueda. Lo único que nosotros exigimos es el verde para las abuelas, el violeta para los femicidios y el rojo para los asesinatos de la lucha contra el narcotráfico.

EM: ¿Tienen previstos encuentros con los distintos “Bordamos por la Paz”?

CM: No, porque es muy costoso, tenemos mucha conexión todo el tiempo, pero no nos podemos encontrar. Cuando fuimos a México, en 2012, éramos las únicas que estábamos ahí y fue un encuentro hermoso, pero desde entonces no pudimos volver.

En Latinoamérica, “la madre” de todo esto es México, en general todos bordan para allá, pero nosotras nos pensamos que teníamos un montón de motivos para bordar acá.

«Las que empezamos a decorar los pañuelos fuimos nosotras, en México empezaron a decorarlos después».

EM: ¿Qué significa para vos ser parte de esta experiencia?

CM: La verdad me gusta, porque es una mezcla de arte y política. Me hace muy feliz, es una forma de hablar, de visualizar y de generar un vínculo que conmueve, da bronca. Es una forma de hacer algo, estar cerca de la gente que sufre, que busca a sus desaparecidos. Eso me sirve de motor. Creo que es un acto donde hay mucho amor, te das cuenta cuando estás ahí bordando, es una forma pasiva de reflexionar, no gritando, ni tirando cosas.

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