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Los Andes a sus pies

Cinco veces campeona del Cruce de Los Andes, la brasileña Sophya Santos es una de las maratonistas de montaña más importantes de Latinoamérica.

Cinco veces campeona del Cruce de Los Andes, la brasileña Sophya Santos es una de las maratonistas de montaña más importantes de Latinoamérica. Nacida en Brasilia y de largo paso por San Pablo, vive desde hace años en Sierras Chicas, tierra que la ayuda día a día a potenciar su vínculo con el deporte y la naturaleza.

“Las decisiones más trascendentales que me tocó tomar en mi vida las tomé en un entrenamiento en la montaña”, afirma Sophya Santos.

Brasil es reconocido mundialmente por su pasión por el fútbol, sus playas majestuosas y su fabulosa música popular. No obstante, sus virtudes no se detienen allí, el país verdeamarelo ha sido desde siempre, cuna de enormes atletas que se destacan no sólo en el terreno continental sino olímpico.

Sophya Santos es referente de una tradición de grandes deportistas, aunque su disciplina sea tan extraña como fascinante. Y es que Santos es una maratonista de montaña, ya que, a pesar de haber nacido en la calidez del país hermano, se enamoró de los irregulares y fríos territorios de carrera y los desafíos que se plantean en la altura.  

Su primer acercamiento fue a través de su entrenadora y jefa en una asesoría deportiva y desde ese momento hasta la actualidad nada parece detener su andar. “Siempre tuve una relación muy cercana con este país. A partir de venir a competir acá se afianzó eso en mí. Me gusta mucho Argentina, me agrada la gente. El punto es que llegué acá, a Sierras Chicas, por un tema muy personal. Posteriormente, pude decidir si quedarme o volver y definí quedarme. Siempre viví acá en Sierras Chicas desde que estoy en Argentina y no tengo ninguna intención de cambiar o irme”.

Sophya siente en las sierras una energía especial y afirma que la cercanía es un aspecto distinto a cualquier otro lugar. “He conocido otros espacios donde la naturaleza parece lejana, acá es intensa y presente”, sostiene la atleta.

Más allá de su consolidación como maratonista de montaña, el deporte es parte constitutiva de su vida, desde pequeña, y a raíz de eso la inquietud la llevó a formarse académicamente como profesora de educación física. La brasileña siempre estuvo interesada en el contacto con el entorno y su paso por las competencias de nado, en aguas abiertas, es la prueba de ello.

Su nombre ya ha quedado marcado en las historias de las maratones de montaña, por haber competido en el extremo Cruce de Los Andes (la competencia de maratón de montaña más grande de Latinoamérica), comenzando a participar en el año 2012 y alcanzando cinco veces la primera posición, mientras las tres carreras restantes la vieron ubicada siempre en el podio.

El Milenio: ¿La conexión con la naturaleza fue un aliciente para que te acerques a esta modalidad de maratón?

Sophya Santos: Fue muy importante ese aspecto. En la carrera de montaña el paisaje va generando distintas sensaciones en cada uno. Te cambia la cabeza, la forma de pensar. Hay momentos en los que uno va a entrenar cargado de problemas, que se alivianan porque ahí tenemos todo a nuestro favor para disfrutar. A mí me brillan los ojos, es un momento de encuentro con una misma. Las decisiones más trascendentales que me tocó tomar en mi vida las tomé en un entrenamiento en la montaña. Es un momento en el que la mente está clara, limpia. Yo disfruto mucho de entrenar sola, aquí la gente quizás no está acostumbrada a practicar en solitario, pero yo traigo eso de Brasil, lo necesito. Es un momento en el que si necesito resolver algo encuentro la tranquilidad para hacerlo. No sé si todos sienten lo mismo, pero a mí me genera muchas soluciones esa conexión.

EM: ¿Qué diferencias notas entre el atletismo brasileño y el argentino?

SS: Las diferencias son pocas. Noto que tanto en Brasil como en Argentina el compromiso de los atletas es muy grande, pero acá, además, noto un compañerismo muy importante. En Brasil veo una barrera entre un entrenador y un alumno. En Argentina no funciona así, sino que son un equipo, en el que se apoyan mutuamente. Los principios de entrenamiento son los mismos, la técnica es similar. Luego hay detalles específicos de cada uno, pero no tienen tanto que ver con el país.

En relación al apoyo que reciben o a la popularidad sucede algo parecido, ya que no hay un incentivo de parte de los gobiernos, ni son deportes multitudinarios. Puntualmente en las carreras que yo realizo, la diferencia es que en Brasil no tenemos montañas. Si hay lomas, morros que son mucho más pequeños. Tenemos nuestras carreras de montaña, pero no se comparan con el nivel de Argentina. Hay lugares exigentes en Brasil, pero son diferentes a los de Chile, Argentina, y a algunos países de Europa con lugares de gran altitud.

EM: ¿En qué difiere la preparación entre las carreras en llano y las de montaña?

SS: El entrenamiento para una carrera de montaña es mucho más específico. Hay mucho de técnica, postura, pasadas de velocidad. En el llano uno está pendiente de un tiempo más estable, en la montaña, los ritmos tienen bastante relación con la pendiente e incluso con momentos en los que se corre en plano, no se puede prever tanto. Hay también muchos ejercicios de escalera, estocadas, lo que hace a la potencia de piernas. En las carreras de calle lo más importante es el ritmo, en la montaña el rendimiento se maneja más en torno a la percepción corporal.

EM: ¿Cuál fue la competencia más importante que te tocó afrontar?

SS: La verdad es que tuve muchas experiencias distintas, con diferentes propuestas, alturas, distancias. Pero puntualmente la competencia que me exigió al máximo fue el Cruce de Los Andes. Es una maratón que siempre arranca en un lugar distinto. A veces desde Chile a Argentina, otras al revés, en el medio de la montaña, lejos de todo, sin acceso a casi nada, en un lugar donde sólo te queda ir para adelante. Se hace en verano, pero la temperatura oscila muchísimo, hemos corrido con cuarenta grados, como así también en momentos de nieve y neblina. Los recorridos varían constantemente, en Chile es muy bonito el panorama por los volcanes que presenta el camino. A su vez, es más duro la altitud, es mayor y generalmente está lleno de nieve. El cuerpo se tiene que adaptar a las modificaciones de altitud y de temperatura. Cuanto más alto, todo se vuelve más pesado, los pies se hunden en la nieve que llega a veces hasta la mitad de la pierna. Se vive de todo en esa carrera.

EM: ¿Te das un espacio para disfrutar de las carreras?

SS: Yo me lo tomo de una manera muy profesional, pero vivo el otro lado también y lo disfruto. Me gustan ambas cosas, a veces voy a una competencia pensando sólo en el rendimiento, en ganar, y otras pienso en disfrutar, compartir el momento y relajarme, sin interés en salir primera o última.

EM: ¿Dónde y de qué manera entrenás a tus alumnos de maratón?

SS: Yo tengo grupos de entrenamiento en Salsipuedes, Río Ceballos y La Granja. Toda nuestra actividad se realiza al aire libre. Dos veces a la semana hacemos un trabajo que apunta a la potencia y la velocidad, con ejercicios que son funcionales al deporte. Además, todos los sábados vamos a las sierras, a un lugar distinto. Conozco mucho la zona y vamos a Candonga, Cerro Azul, Ñu Porá, Pozo del Tigre, La Calera, Ascochinga, Carlos Paz, Uritorco, Los Gigantes.

Ahora estamos preparándonos para una de las carreras más duras que presenta la zona, que es la del Cerro El Mojón, uno de los puntos más altos de la provincia, detrás del Champaquí. Para esa fecha ya tenemos todo organizado, con parte de mis entrenados inscriptos.

Trabajo con personas de nueve a más de cincuenta años. Hay gente con todo tipo de objetivos, algunos buscan performances, otra calidad de vida, y hay niños que están haciendo sus primeras actividades deportivas. Participan, incluso, personas con condiciones cardíacas u osteoporosis, que ya demandan un cuidado muy especial y personalizado. Es parte del desafío adaptarme, es algo para lo que me preparé durante mucho tiempo, tengo claro qué necesita cada uno.

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