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Un marqués por Sierras Chicas

De visita por Unquillo, el marqués Federico Spínola dialogó con El Milenio. En esta entrevista un recorrido por su historia personal, sus viajes por Argentina y sus impresiones sobre nuestra región.
  • Redacción: Florencia  Taddey. Participación: Matías Massia, Máximo Farías y Marisol Delfino.

Era una cálida mañana de primavera cuando nos encontramos con el marqués Federico Spínola, en una casona de estilo colonial, ubicada a las afueras de Unquillo. “La casa en donde me encuentro es una de las más bonitas que he visto en mi vida. Con proporciones ideales, un diseño que para la época en la que fue armada era lo máximo en lo moderno, el juego del cubo con el rectángulo, la verdad que realmente precioso”, expresa Federico en un encantador español italianizado.

Federico lleva una camisa de rayas verticales, con un pantalón a juego y un blazer escocés que alude al estilo Príncipe de Gales. A primera vista, pareciera ser un hombre de lo más convencional. A excepción de que no lo es, ya que ha tenido la oportunidad de tener una vida lejos de cualquier convencionalismo.  


Spínola es trotamundos, conoce muchos lugares pero no se considera de ninguno. Nacido en Suiza, criado en Italia, habla cinco idiomas con fluidez, se adapta, siente como su hogar cualquier lugar al que vaya. “No soy de aquí, ni soy de allá”, esta emblemática frase del cantautor Facundo Cabral pareciera encajarle a la perfección.

Rodeado de naturaleza, respirando aire fresco, nos expresa sus apreciaciones sobre la Unquillo: “Nunca había pensado que era un lugar de veraneo. Yo me imaginaba un pueblo de trabajo, de planicie, con calles cuadradas. Pero esto es de lo más lindo que vi, es un pueblo precioso.”, relato Federico.

Argentina no le es un territorio del todo extraño, en realidad le es increíblemente cercana. Vino por primera vez a los 17 años cuando “Aerolíneas Argentina tenía un sistema de visita a Argentina. Por una cifra muy módica podías ir a Cataratas, al sur y tal”, cuenta.

En esa oportunidad realizó una extensa gira: de Salta a Cataratas, luego Punta Tombo y Esquel, Bariloche y Córdoba. Este último lugar fue una recomendación del administrador del campo en donde vivía, quien tenía un afecto especial por esta provincia. Fue así como conoció Carlos Paz, un lugar que le pareció  “bonito”.


Una década más tarde, mientras vivía en el “extremo oeste y vagamente sur de la provincia de Buenos Aires” se hizo de un grupo de amigos, mayoritariamente cordobeses. “Los fines de semana venía a pasarlos aquí, pero no a las fincas, sino a Córdoba Capital”, nos narra con mucha alegría.

Esta posibilidad de recorrer el país fue posible gracias al apoyo de su familia, quien le otorgó una gran independencia para conocer y descubrir lugares. Dice Federico: “Personalmente, pude hacer una vida muy libre. El poder irme a vivir al campo de Argentina, es una cosa que mi padre no hubiera podido. Tuve una suerte bárbara”.

FAMILIA GENOVESA


Federico proviene de una tradicional familia genovesa, cuya historia se encuentra fuertemente vinculada a la historia de esa ciudad. En el siglo XI, el desarrollo del comercio marítimo permitió a Génova consolidarse como una ciudad libre, en la cual gobernada un grupo de ciudadanos denominados “La Compagna”, de carácter aristocrático y feudal.  

La consolidación de “La Compagna” implicó la división de la ciudad en ocho partes, en donde cada fracción estaba bajo la protección de las familias dominantes, entre las que se encontraba los Spínola. Para 1270, Oberto Spínola junto a Oberto Doria fueron designados “capitanes del pueblo”, es decir, gobernadores de la ciudad.

La familia Spínola continuó teniendo una fuerte influencia a lo largo de los años. En el siglo XVIII nació la Fundación Noble Familia Spínola que funciona hasta la fecha, “ayudando a  mantener un grupo de familia alrededor de la iglesia San Luca, ya que es un sector muy pobre de la ciudad.”

Otra de las actividades que tiene la organización es la de preservar la iglesia perteneciente a la familia. “Tenemos una iglesia en Génova, la Iglesia de San Luca, y en otra ciudad llamada L’Aquila que está al centro de Italia. Son las únicas ciudades del mundo donde la familia  que gobernaba recibió de la iglesia el permiso de tener parroquia familiar. Es decir que en lugar de ser parroquiano del lugar donde naciste o vivis sos parroquiano de la iglesia que te pertenece”, explica Federico.

Con el paso del tiempo, muchas de las familias cedieron sus iglesias a la curia o al Estado debido a los costos de mantenimiento. “Son iglesias muy bonitas por dentro, por lo que financieramente es complicado”, agrega. Sin embargo, los Spínola conservan esta joya de la arquitectura barroca italiana.

ARTE: UN PLACER DE LA VIDA


La Fundación Spínola también posee un proyecto de carácter educativo. Este, apunta a la educación artística. La organización construyó “un lugar con 10 habitaciones en donde vienen alumnos por tres semanas y un profesor extranjero, haciendo talleres”. Después de 10 años de dedicarse a esa rama, comenzaron también con la música.

La música es una de las expresiones predilectas de Federico. “La música para mí es muy importante. Me hace vibrar”. Además considera que este arte “requiere un esfuerzo personal de formación y estudio.  Esto garantiza un nivel de calidad mucho más alto, igual que en el teatro”.

Tanto es su interés por la música que ha sido miembro de los concejos de asociaciones musicales como el Mozarteum Argentino, el Mozarteum de Jujuy, la De Sono Asociación para la Música y la Unión Musical de Torino. Actualmente es parte del concejo Milano Musica.

Federico reconoce que poder disfrutar de variadas expresiones artísticas es un privilegiado  “Es una suerte que tenes. Es solo una alegría y un placer de la vida”, relata.

CUESTIONES IDIOMÁTICAS


Antes de irnos, Federico se refirió a uno de sus muchos talentos: los idiomas. Especialmente al español, el cual aprendió de manera autodidactica: “Yo nunca estudié español, por lo que en ocasiones se me complica encontrar la palabra correcto”, explica.

Actualmente radicado en Panamá, expresa que en tierras caribeñas se habla un español completamente distinto al que él aprendió con los años. “Yo uso palabras argentinas, porque hablo español argentino. Cuando me fui de Argentina en 1993 era totalmente argentino. Pero en Panamá la gente no me entiende”, relata.

Además de español e italiano, habla francés e inglés y un 20% de griego.

“¿Cuál es tu lugar en el mundo?”, le preguntamos antes de terminar la cita. Sin titubear, rápidamente, expresó lo siguiente: “Mi lugar en el mundo sigue siendo una estancia en Pellegrini que no es más nuestra. Sin embargo, no cambió nada en mi corazón. Siempre ha sido mi lugar favorito del mundo y lo seguirá siendo”, concluyó.

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