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Cuando las paredes hablan

Hace un año el amor por el muralismo lo trajo a Unquillo, desde entonces sus pinturas son obras de arte a cielo abierto. Desde las calles serranas, Leandro Bustamante cuenta su historia y su modo de ver el mundo, expresado en paredes.

Hace un año el amor por el muralismo lo trajo a Unquillo, desde entonces sus pinturas son obras de arte a cielo abierto. Desde las calles serranas, Leandro Bustamante cuenta su historia y su modo de ver el mundo, expresado en paredes.


Por Amira López Giménez | amiralopez@elmilenio.info

Colaboradores: Sol Gómez, Valentina De Benedetto,

Valentina Silva y Sofía Marchetti.

Fotografias: Eduardo Parrau


[dropcap]D[/dropcap]esde hace un tiempo atrás, los vecinos comenzaron a ver el proclamado arte en las calles de Unquillo, los muros pintados en una amplia variedad de colores y su adaptación al entorno sorprendieron a más de uno en los recovecos de la ciudad.

Sólo se necesita caminar casualmente, tomar una calle cualquiera para toparse con uno de los tantos diseños de Leandro Bustamante. Sus pinturas también se encuentran en pleno centro, más de uno se detuvo a mirar el joven con el sikus en la mano y una flamante bandera whipala dedicada al amor y al respeto por la naturaleza. O también ese mural que decora una de las casas frente al municipio.

El autor de estas obras que descongestionan la vista ataviada de autos y cemento, tiene 27 años de edad. Durante una navidad se enamoró de la ciudad y sus calles, de una manera tan intensa que en cuestión de tiempo decidió plantar bandera y parte de sus sueños se hicieron realidad.

Oriundo de Rosario, este artista en diálogo con El Milenio, consideró que el muralismo como actividad y la pintura en general, se intensifica en la provincia de Córdoba, mucho más que en otras ciudades. Ésta fue la principal motivación de su llegada al pueblo. 

Su inclinación por este arte desplegado en grandes muros nació en un barrio santafesino, cuando un joven decidió pincelar cada edificio. Leandro siempre fue un pintor clásico, aunque los murales lo cautivaron: “Lo que sucede es que cuando se pinta, se muestra todo el tiempo los avances y ahí es donde suceden más cosas que encerrado en una casa. Es una actividad plenamente social, es como hacer una galería a cielo abierto y para todo el mundo”.

De todos modos, los genes no traicionan, el abuelo y el padre de Bustamante supieron ser críticos de arte, visitadores compulsivos de museos y eternas charlas de cuadros y artistas, que de algún modo, conformaron una genética inspiradora para las creaciones de este muralista. Además: “Mis dos viejos, a modo de hobby, son escultores: uno de hierro y el otro abocado a la madera. Mi hermano es músico, por ende, el arte siempre estuvo presente”, compartió el joven pintor.


Pincelada personal

→Pintor incondicional| En solitario o acompañado por Mugraf, Leandro Bustamante lleva quince murales pintados en las calles de Unquillo en tan sólo un año.

Autodidacta del arte y también amante de la buena cocina, Leandro Bustamante supo transmitir el poder de tomar decisiones y arriesgarse por un sueño, aunque ello implique un riesgo. “Dejé todo. Dejé de trabajar para otros y vivir plenamente del muralismo. Cuando se vive de algo propio hay que moverse todo el tiempo, uno es su propio jefe y el que tiene que generar las cosas”, sostuvo.

Y así lo demostró, apenas llegado a la ciudad optó por salir a pintar cada pared abandonada para que proclamara un poco de arte y vida. Inevitablemente, también conoció a otros artistas del corredor serrano y se unieron para conformar “Muraf”, un grupo de pintores y grafiteros desafiantes, que buscan recuperar los espacios públicos a través del muralismo. Ahora, es más común ver arte en las calles del llamado pueblo de artistas.

Sin embargo, las personas no siempre fueron favorables a este arte. Esta expresión tildada de vandalismo, tuvo que sortear varias críticas sociales y prejuicios para ser aceptada. “Ahora, no es solamente una palabra en la pared, sino que es un cuadro. Se va aceptando más, pero igual sigue costando. Yo si quiero salir ahora a la calle a pintar y no tengo un permiso, la policía me puede llevar”, consideró el muralista, embellecedor de la ciudad.

No solamente se trata de algo atractivo para la mirada urbana, pues la principal función del arte no sería la belleza únicamente, además se encuentra la idea que se desea transmitir. “Al ser algo muy social trato de dejar siempre un mensaje, trato de expresar el respeto que se le está perdiendo a la naturaleza. También quiero mostrar que se pueden renovar los espacios viejos con algo más lindo. Ahora vamos a pintar en la plaza de Borges (Santa Fe), es una plaza que está abandonada y queremos hablar sobre el autor, pero no sólo de sus obras y de lo que escribió, sino también de cómo surge su amor por la literatura”.

De todas maneras, este muralista improvisa técnicas, a veces dibuja con cuadrículas para la precisión y otras veces sus pinceles, rodillos y aerosoles se desplazan con libertad sobre cada pared. Las temáticas también varían en función de los gustos y preferencias del dueño del “lienzo”.

“El contexto no suele influir, lo pensamos como un lienzo, buscamos como una idea de lo que se quiere hablar, qué mensaje se quiere dejar. Cuando es una pared municipal se habla con el municipio sobre los temas que se pueden tocar y cuando son paredes más privadas lo consulto con los dueños, es como una coproducción. También, hago murales libres, veo una pared que me gusta y la pinto, sin la opinión de nadie; busco lugares donde no vea mucha gente para que no me hagan mucho lío, ahí es más creatividad propia”, así terminó de relatar este nuevo integrante de la comunidad artística en Unquillo.

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