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La última gran atracción

En la memoria de muchos vecinos de las Sierras Chicas habita el Parque de diversiones Pepos de Unquillo. Una de las pocas apuestas privadas al entretenimiento local. En esta nota, los pormenores de su razón de ser y de su extinción.

Colaboración: Joaquín Aballay y Tomás Rodríguez. 5° B IENM.


Por años, para muchas generaciones los parques de diversiones fueron un lugar de encuentro. El punto de partida de una aventura colectiva, el lugar donde enfrentarse a emociones fuertes a una corta edad. Fueron sinónimo de festejos y paseos de fin de semana; hoy apenas subsisten unos pocos centros con escasos juegos en todo el territorio nacional. Y a diferencia de lo que ocurrió en otros países, como Brasil, donde actualmente hay unos 65 mega parques, en Argentina y en las Sierras Chicas el panorama es muy distinto ya las atracciones de este tipo se han ido extinguiendo, tal como Pepos.

A pesar de esta lamentable tendencia, la familia García se jugó por los juegos allá por el 2008. Alquiló un gran terreno en las inmediaciones de la terminal de colectivos de Unquillo y lo colmó de atracciones como un carrusel, un pelotero estructural, un tobogán inflable gigante, un trencito, camas elásticas, un jumping saltarín, una voladora y algunos metegoles.

Diego García, responsable de aquel emprendimiento, contó a El milenio: “Yo compré los juegos, estaban todos desarmados y tardamos seis meses en rearmarlos y dejarlos en condiciones para poder trabajar… Como era una iniciativa familiar, por lo general estaba mi viejo que era el encargado, mi vieja y tenía cinco chicos que trabajaban dentro del parque”.

→El destino de la calesita de Pepos: Estuvo guardada 4 meses y de ahí la armaron en la plaza de Calera, estuvo 2 años, después pasó a Río Ceballos -en el puesto de chori cerca de EPEC- y de ahí fue vendida al sur.


Asimismo, agregó que apuntaban a un público familiar con el objetivo puesto en el rango etario de los cuatro a los doce años. Lo cierto es que para el propietario los juegos, lo que más disfrutaba la población y considera que siguen disfrutando son: “Todo lo que es inflable, el toro mecánico, el jumping saltarín; no solo a los niños, sino que a los adultos también les gusta”.

Evidentemente el contar con un lugar de esparcimiento de esta índole fue, en su momento, muy bien acogido por los vecinos de Unquillo y ciudades aledañas. De hecho, García sostiene que el parque va a tener un lugar en la historia de esta ciudad.

Las anécdotas son tantas como familias pasaron por aquel predio. Para Diego un pasaje cómico fue una vez que llevó un tobogán gigante que medía seis metros y medio de alto, al que tuvieron que armar entre cuatro. Tras inflarlo, subieron para probarlo y no se podían bajar del miedo a la altura.

En referencia al suspensión del espacio, indicó: “Cerré en el 2012, no me acuerdo bien la fecha, fue por finalización del contrato ya que la renovación era bastante costosa y realmente los números eran muy pequeños y dependía mucho del clima y de que la gente que cumpliera para trabajar, entonces estaba renegando mucho”.

Desde entonces, Diego García sigue vinculado al entretenimiento, ya que alquila juegos para niños y adultos. No obstante, comentó sobre la necesidad de un parque como Pepos: “Pienso que acá no hay nada que incentive a la gente a salir los fines de semana, como en el polideportivo de Villa Allende, y algo así puede venir bien, siempre con el apoyo de la Municipalidad para afrontar los costos… Las condiciones que pone la Municipalidad para abrir un establecimiento de este tipo son correctas, más que nada por el tema de la seguridad, pero creo que se podrían implementar prorrogas en cuanto a los asuntos monetarios”.

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