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“No hay nada más lindo que la familia unida”

“Son 15 los niños del hogar en Salsipuedes que tienen entre 5 y 12 años”. Foto: Eduardo Parrau.

Los Lencinas son una familia unquillense que rompieron y siguen rompiendo los esquemas en la región.

Los Lencinas son una familia unquillense que rompieron y siguen rompiendo los esquemas en la región. Tanto Jorge como Claudia se convirtieron en papás del corazón cuando adoptaron a 10 chicos en edad avanzada. En la actualidad afrontan un nuevo desafío y conformaron un nuevo hogar para niños en Salsipuedes.

“El hogar de Sierras Chicas es distinto a los otros, trabajamos como si fuera una gran familia”. Foto: Eduardo Parrau.

[dropcap]C[/dropcap]omo dice la letra de los inolvidables y televisados Campanelli – los mayores de 30 años lo recordaran sin ningún problema – “No hay nada más lindo que la familia unida”, y así son los Lencinas, una familia grande y unida que cría a sus hijos en Villa Forchieri, Unquillo.

Este texto no es una noticia más de color donde se hace hincapié en los valores y virtudes de ser padres, porque los Lencinas van más allá de cualquier seno familiar tradicional, en ellos hay un mensaje bien marcado que sienta un precedente en la región: los hijos más allá de la sangre.

Es que Jorge Lencinas y Claudia Gordillo componen una familia con 10 hijos adoptados en edad avanzada. Ella es docente y él empleado público. Se conocieron a través de un voluntariado en el Hospital de Niños de Córdoba, allá por el año 1985, tarea que los marcaría para toda la vida.

Por esto mismo que tanto para Claudia como para Jorge, el trabajar con niños en situaciones nada fáciles los llevó a preguntarse ‘¿Qué culpa tiene este bebé de estar abandonado?’. Y en este sentido, la vida los llevaría a repensarse como pareja y como seres humanos.

Así fue como tras cinco años de intentos fallidos para ser padres biológicos, la pareja decidió adoptar.

Si bien los trámites burocráticos comenzaron a agotar a los Lencinas, esto no hizo por ningún motivo que se dieran por vencido y después de dos años de más idas que vueltas, sonó el primer llamado desde Cruz del Eje. Se trataba de una beba de tres meses y media a la espera de una familia que la cobije.

Su primera hija fue Rocío y logró ser adoptada en 1996. Por lo que desde ese entonces, los Lencinas fueron más allá, en busca de recibir a los niños que más necesitaban de un hogar para toda la vida.

¡Familión! En la foto, con cinco de sus 10 hijos. Archivo.

Periódico El Milenio: ¿Contános un poco de los comienzos?

Jorge Lencinas: Soy un papá adoptivo de 10 niños que siguen viviendo en casa, algunos de ellos estudian en la facultad y otro continúan yendo al colegio.

Todo el camino recorrido junto a Claudia, y que estuvo lleno de experiencias de vida, nos llevó a pensar que se podía trabajar con los niños antes de que lleguen a aquella vereda, que son los correccionales, porque duele mucho ver a chicos de 11 años que ya están con el delito encima.

Es difícil pensar que niños tan chicos hagan estas cosas y eso nos abrió un poco la cabeza. Comenzamos a decirnos que hay que darles una oportunidad antes de que lleguen a ese lado, evitando que se acerquen a la delincuencia.

Nuestro segundo hijo vino con nueve años y el tercero de seis, vino acompañado con su hermanita de un apenas un año. Luego llegó nuestra cuarta hija, de 13 años.

EM: ¿Y cómo sigue?

JL: Siempre fue así, siempre fuimos buscando niños más grandes. Por eso digo que el ‘Barba’, y creo que todos sabemos a quién me refiero, siempre fue acomodando las cosas en nuestra casa. Porque aquí se conocieron tres pares de hermanos que estaban separados y sin que Claudia y yo supiéramos nada.

EM: Explícanos esto…

JL: Primero llegó Alan con su hermana. Ambos se conocieron cuando estábamos vinculándonos con él varón, fue ahí que desde el juzgado nos llaman diciéndonos que si el niño no iba junto a su hermanita no nos podíamos hacer cargo. Sabiendo esto nos dijimos: ‘donde comen cinco comerán seis’.

Otra historia fue la de nuestra hija llegó con 13 años, también en uno de estos viajes que yo hacía con correccionales, llevando un menor al interior, me entero que esta nena estaba judicializada, en un instituto de menores pero no correccional, sino de prevención. Y por saludar a gente que yo conocía me dijeron ‘vos sabes que está la hermana de tu hija en una institución de prevención para menores’, entonces la fui a conocer. Le conté a Claudia, empezamos una vinculación que lleva un tiempo y después en casa se conocieron ellas dos. Ella tenía 13 y su hermana 11 y medio. También se conocieron en casa.

La historia de Jésica

La historia de Jésica, una joven con retraso madurativo, quien también fue adoptada por la familia Lencinas merece un párrafo aparte. En palabras de Jorge, la historia de su hija de 24 años, quien tiene una discapacidad madurativa:

JL: Jésica está entre los tres pares de hermanos que se reencontraron en nuestro hogar. Ella fue una niña que creció en instituciones para menores y cuando cumplen la mayoría de edad deben irse de las mismas. Por eso, cuando Jésica salió al mundo queda embarazada, con tan solo 19 años, de un novio que ella tenía en San Juan.

Para resguardar su bebé, a Jésica la vuelven a traer a Córdoba. En ese entonces, nos llaman diciendo que había una nena que decía que tenía un hermano adoptado, que posiblemente lo tenía una familia y da el nombre ‘Catriel’, no es un nombre muy común, por lo que empezaron a buscar y se dieron cuenta que nosotros, los Lencinas, teníamos un Catriel y cuyo segundo nombre era ‘De La Cruz’.

Al respecto, Catriel me dijo ‘bueno papá vayan ustedes y pregúntenle si se va a querer acostumbrar a la familia, porque es una chica grande’, pero cuando llegamos nos encontramos con otro panorama. Se trataba de una niña de cuerpo grande pero de mente chica y estaba junto a su bebé que no lo quería dejar.

Volvimos a casa, empezamos a trabajar con mis hijos, todos chochos porque llegaba el sobrino, y bueno, empezamos a vincularnos con Jésica. Ella comenzó a venir durante los fines de semana a casa hasta que se quedó definitivamente. Desde ese entonces no solo sumamos una hija más sino que también a nuestro nieto.

Jóvenes con oportunidades

JC: Claudia tiene esta visión de ver qué necesidad o qué puede desarrollar cualquiera de nuestros hijos.

Por ejemplo, Lucecita dijo que quería patinar cuando tenía dos años, es la más chica. Antes de los tres años ella estaba parada sobre los patines en la pista del Club Unión. Aunque todavía ella no quiere competir, quiere seguir haciéndolo de forma libre.

En cambio a Rocío le encanta el arte, le fascina dibujar y está haciendo diseño gráfico, va a talleres que da la Municipalidad. Todavía no se anima a ingresar en la Escuela de Bellas Artes por el tema de ir a Córdoba y demás, por lo que comenzó en la Universidad Blas Pascal.

Por su lado, a Celeste le gusta el folklore y lo practica en Mendiolaza. En cambio, Alan es hasta hora el que no le encontramos la veta. Él tiene 16 años y dice que quiere hacer fútbol, pero le digo que es una ‘ojota’. Aunque por ahora está haciendo rugby, porque yo practicaba rugby social acá en un Unquillo y lo empecé a llevar.

Tiziana cuando llegó con nueve años y la vio a Lucecita patinar dijo: ‘yo quiero patinar’ y ahora está federada, ella es una competidora que tiene esa alma de siempre querer superarse.

En cuanto a Rosita, ella es la más “pachorra”, la mandamos a hacer gimnasia rítmica ya que tiene mucha elasticidad.

Y bueno, todo padre busca que sus hijos sigan un buen camino, pero por ahí cuesta dar en la tecla. Este año tuvimos el pedido de que tres de nuestras hijas quieren nadar como su hermano mayor: Catriel. Así que estamos buscando que empiecen a practicar.

Catriel, el nadador

JL: Aunque Catriel dejó de nadar hace 2 años, con su estilo mariposa – uno de los más difíciles – él llegó al puesto 12 a nivel nacional.

El entrenador se admiraba y nos decía que para preparar un chico así lo tenía que agarrar desde los cinco años, y Catriel cuando empezó a nadar tenía 14. Su cuerpo que estaba hecho anatómicamente para eso, especialmente para lo que es la natación.

Finalmente, Catriel representó a la Argentina en los juegos bilaterales en Chile y salieron campeones de natación. Es más, de Catriel tenemos más de 120 medallas colgadas en nuestra casa.

EM: ¿Y por qué dejó la natación?

JL: La vida de un nadador es muy sacrificada. Él se tenía que levantar a las 4 de la mañana porque tenía que entrenar desde las 5:00 hasta las 7:00, y de ahí se iba al colegio para volver a entrenar de 17:00 hasta las 19:00, y así todos los días, incluidos el sábado y el domingo, sumado a las competencias.

El pasó desde los 14 a los 18 años entrenando y compitiendo sin parar, no tuvo una vida social como la mayoría de los adolescentes, si vos querés hacer natación y ser alguien no te queda otra opción.

Y por ahí lo entendemos en su decisión, aunque nosotros siempre le decimos ‘Catri, lo tuyo es el agua’. Como padres sabemos que eso es lo suyo, pero él ha decidido tomarse un tiempo, por lo que está terminando su secundaria porque lo hacía a distancia y le quedan cuatro materias para recibirse.

Tras culminar quiere hacer el curso de guardavidas debido a que tiene muchas ganas de irse a España o a Australia, donde contratan a muchos guardavidas sudamericanos para trabajar en las playas.

Un proyecto de familia

“Son 15 los niños del hogar en Salsipuedes que tienen entre 5 y 12 años”. Foto: Eduardo Parrau.

Los Lencinas viven en “la ciudad de los artistas”, lugar donde criaron y crían a sus 10 hijos y nieto. Pero desde enero y debido a los contactos que Jorge había hecho en sus andares por diferentes instituciones para menores, le ofrecen hacerse cargo de un nuevo proyecto, el cual pertenecía a la Fundación Sierras Doradas de la localidad San Marcos Sierras.

El objetivo de la creación del mismo fue abrir un nuevo hogar en Sierras Chicas, el que funciona en la actualidad en una casa alquilada de la localidad de Salsipuedes.

Además, si bien dicha casa requiere de intervención del Juzgado de Menores, es principalmente llevada adelante por la fundación que la cobija.

EM: ¿Cómo ingresas al hogar?

JL: Había un hogar de la Fundación Sierras Doradas en Córdoba Capital, pero un día Julio, el presidente de la misma, me llamo para que me hiciera cargo, entonces lo fui a ver, pero la casa estaba muy arruinada, entonces buscamos una en la región hasta que dimos con la de Salsipuedes.

Alquilamos esta casa por ocho meses, pero esto va a ser hasta que juntemos la plata y así poder comprarla.

EM: ¿Tu familia está muy ligada al proyecto del hogar?

JL: Si, totalmente. Mi familia vive lo que vivimos con Claudia, que es el hogar también, porque ellos se han criado en esto, ellos conocen sus orígenes y nunca se los hemos ocultado.

Los domingos yo hago de comer en el hogar y vienen todos, además, entre todos ordenamos, algunos juegan, esa es la actividad nuestra en familia con la fundación.

Algunos días de la semana también me acompañan, porque tengo otras actividades en el hogar. Por ejemplo, Alan, a pesar de ser el “pitufo gruñón”, porque con 16 años está en plena adolescencia, ha creado un muy buen lazo con los niños y hoy todos preguntan por él. A él también le gusta mucho dibujar, por lo que se encarga de hacerles autos y dibujos que los chicos pegan en la puerta y demás.

EM: ¿Cómo es el tema económico?

JL: El Estado nos paga a través de la Fundación, cada seis meses o un año, y esa plata es para darle de comer a los chicos. A todo lo demás, lo tenemos que generar nosotros, por eso recibimos ayuda de la gente, por ejemplo, en estos momentos necesitamos alimentos no perecederos o las cajas de manzana para hacer estanterías, ropa, etc.

Foto: Eduardo Parrau.

EM: Finalmente: ¿Cómo se las arreglan entre 10?

JL: Mi casa no es fácil, porque Claudia trabaja y yo ahora he sido transferido de la SENAF (Secretaría de Niñez, Adolescencia y Familia) al hogar, por lo que nos dividimos los tiempos, un rato cada uno, en cada lado.

Al hogar a veces voy tres veces en el día, por diversas actividades que me incluyen a mí, que es un poco encargarme de la organización y de los chicos que van a la escuela, de los que tienen que ir a tribunales, los que tienen que ver al médico, que no me falte un papel, llamar a la SENAF. Tengo que documentar todo. Me encargo de todo lo que es la logística. Y después siguen todas las personas que me ayudan, que la mayoría son chicos jóvenes con muchas ganas de laburar y de servir, hemos hecho un grupo muy lindo en el hogar en ese sentido.

Foto: Eduardo Parrau

 

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