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La rebeldía del encuentro

El Mandarino es una sala de teatro independiente ubicada en Villa Allende que funciona desde hace casi seis años y por la que han pasado más de 70 espectáculos.

El teatro es un espacio de expresión cultural y comunión que existe hace cientos de años y en la era de la virtualidad todavía cuenta con muchos defensores. Tal es el caso de El Mandarino, una sala de teatro independiente ubicada en Villa Allende que funciona desde hace casi seis años y por la que han pasado más de 70 espectáculos. 

Por Lucía Argüello | luciaarguello@elmilenio.info

Martina Padrón y Renata Mina (4to IENM).

Lucía Pereyra, Paloma Galán, Valentino Bellomo (4to IMVA).

[dropcap]T[/dropcap]odos los emprendimientos nacen con una dosis de incertidumbre, valor y desafío. Y ciertamente, abrir una sala de teatro independiente en Villa Allende y mantener una programación estable todos los fines de semana, no es un reto menor. Sin embargo, El Mandarino (Mariano Moreno 270) no se acobardó.

Gestionado por Silvia Pradales, Ricardo Ryser, Rocío Najle, Paz Najle, Dorita Antinori y Claudia Mazzei, quienes a su vez forman parte del grupo teatral “Chupate esa mandarina”, este espacio apuesta a crear “un lugar diferente de encuentro, de contención y de acción, un frente de batalla contra la indiferencia generalizada, un espacio de códigos distintos, de gritos y silencios, de amistad, de afecto, de broncas válidas” para aportar, desde esa mirada, un servicio a la comunidad.

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Ricardo Ryser y Rocío Najle de visita en El Milenio.

El Milenio: ¿Cómo surgió la idea de armar este espacio?

Ricardo Ryser: La inquietud siempre estuvo por el hecho de que en Sierras Chicas no hay muchos espacios que traigan teatro con cierta constancia. Nosotros como grupo “Chupate esa mandarina” estamos hace ocho o nueve años. En 2012, cuando cierra el Centro Cultural Municipal de Villa Allende, nos quedamos sin lugar para ensayar. Entonces nos ofrecen este espacio y al verlo nos damos cuenta que estaban dadas las condiciones técnicas para convertirlo en una sala de teatro, lo cual no sucede muy a menudo. Conversamos con la gente que nos lo prestó y haciendo todo un esfuerzo, decidimos armar la sala.

EM: ¿Y cuál fue la respuesta del público de Villa Allende?

RR: La respuesta inmediata de nuestros allegados fue positivísima y, a juzgar por la cantidad de espectadores que hoy tenemos y que fueron creciendo año tras año, diría que en general muy buena. Sobre todo si tenemos en cuenta que los consumos culturales de la población de Villa Allende suelen migrar hacia Córdoba. La gente nos dice “¡Qué bueno que está esto acá” como “¡Qué bueno que no tengo que viajar una hora!”. Aun así, es difícil, ya llevamos casi seis años con este proyecto y todavía hay gente que no sabe que en Villa Allende hay una sala de teatro.

«La inquietud siempre estuvo por el hecho de que en Sierras Chicas no hay muchos espacios que traigan teatro con cierta constancia».

Rocío Najle: Lo que nosotros queremos lograr es que la gente diga “Che, ¿qué hay en El Mandarino esta noche?” en lugar de “Che, ¿qué hay en el cine?”. Es algo que cuesta, pero empezamos con muy poquitos espectadores y hoy podemos decir que tenemos un promedio de gente que va habitualmente.

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EM: ¿Qué objetivos se proponen con la sala?

RR: Principalmente, desterrar este discurso de que en Sierras Chicas no pasa nada y fomentar que este tipo de espacios sigan apareciendo. Y crecer a nivel sala como un lugar donde cada vez puedan venir más obras y que al mismo tiempo sea un aporte al acervo cultural de nuestra comunidad. Por El Mandarino ya han pasado más de 70 espectáculos y no sólo de teatro.

RN: El Mandarino está abierto para el que quiera y necesite, mientras la actividad sea acorde al espacio en términos técnicos y de infraestructura. No es nuestro, es de Villa Allende, nosotros sólo lo manejamos y el día que nosotros no estemos, se encargarán otros.

EM: ¿Cómo se sostiene económicamente el proyecto? ¿Tienen alguna ayuda gubernamental?

RN: En este momento no, estamos tratando de apelar al Instituto Nacional del Teatro para conseguir algún subsidio, pero no tenemos todavía el marco normativo legal para poder acceder a uno. Nuestra ventaja es que funcionamos en un predio municipal, lo cual implica que no pagamos alquiler y eso nos da la posibilidad de subsistir. Nos mantenemos con la mínima recaudación de las entradas (que se divide 70% para el grupo teatral y 30% para la sala) y todo lo invertimos para mejorar la infraestructura de la sala. Ninguno vive de esto por supuesto, lo hacemos por amor al arte.

EM: ¿Cuáles son los principales desafíos hoy en día para las salas de teatro independiente?

RR: La luz. Realmente los espacios teatrales tenemos un consumo muy grande de electricidad y sufrimos los aumentos de tarifa. Y el retrotraimiento del consumo cultural. En general el mayor desafío es subsistir, mantenerse y seguir promoviendo la actividad. Por suerte hay cada vez más grupos y cada vez más salas. En la última edición de La Noche de los Teatros participamos 31 salas de teatro independiente.

RN: Todo lo que sea gastos fijos es lo que generalmente termina matando a las salas si no tienen apoyo estatal.

EM: Hace un par de años entraron a robar a la sala y se llevaron muchos equipos. ¿Cómo salieron adelante?

RN: La verdad fue una crisis importante, porque recién estábamos empezando, pero supimos darla vuelta. Hicimos ferias americanas, vendimos ropa, la gente fue muy solidaria, nos dieron hasta muebles para vender. Toda esa movida no sólo nos permitió comprar de nuevo todo, sino que, además, hizo que mucha gente se enterara de la existencia de El Mandarino, o sea que ganamos público.

RN: Por último, ¿cómo definirían el teatro? ¿Qué es el teatro?

RR: Yo creo que el teatro siempre ha sido un espacio de encuentro que incluye un acto de generosidad y de reciprocidad muy fuerte, porque no es solo compartir un espacio, sino compartir una mirada, prestarse uno a la mirada del otro y prestarle al otro la mirada de uno. El teatro nos enseña sobre nosotros mismos mirando a otro y dejando que otro nos mire. Ese intercambio de sensibilidad no se da siempre, y en esta era de auge tecnológico, es un bastión de resistencia muy grande para lo humano. Vos llegás solo al teatro y te vas hablando con cinco. Mientras eso sea así, aunque sea para una sola persona, creo que todo vale la pena.

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