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(Paréntesis) más allá de los límites nacionales

Cada vez más argentinos hacen un paréntesis en sus vidas y se toman un año sabático, ya sea para viajar, estudiar o evaluar un cambio vocacional. El Milenio rescata tres casos de la región donde jóvenes decidieron viajar para conocer(se) más allá de las fronteras nacionales.

Entre cuatro o cinco años es lo que se tarda en culminar una carrera de grado, ya sea una universidad pública como en una privada, pero tras este gran paso en la vida académica de un estudiante viene la incertidumbre de lo que deparará a cada graduado, en cuanto a la vida profesional post facultad. La falta de oferta laboral, los objetivos postergados o simplemente la necesidad de salir de la zona de confort durante un tiempo determinado, hacen que cada vez más personas opten por poner un paréntesis en sus vidas y largarse a recorrer el mundo.

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El Milenio rescata tres casos donde jóvenes de la región se animaron a recorrer otros territorios, más allá de los limites nacionales. Se trata de una especie de “año sabático” donde los objetivos principales mutaron a nuevos proyectos que, quizás terminaron por cambiarles el rumbo de sus vidas.

Gonzalo: aprendiendo a soltar  

Gonzalo

Para Gonzalo Papanicolaou (Unquillo) la decisión estaba tomada tras haber culminado los estudios universitarios, pero una propuesta laboral relacionada al mundo audiovisual hizo que el paréntesis se postergue un par de años, al respecto el profesional del cine dijo a este medio: “Cuando alguien decide viajar, decide viajar y no se tiene en claro el por qué o para qué, se trata de una serie de factores que se combinan para eso, ya que había terminado la universidad y desde la culminación de la misma que lo tenía decidido”.

“Después de encontrar laburo en Villa Allende y haber formado parte del equipo de Audiovisuales Milenio durante dos años, decidí que había concluido una etapa en el trabajo, demostrándome que se trataba del momento indicado para viajar, y cuando culminé el laburo me puse en campaña, apliqué para la visa y ahí fue cuando decidí irme para Dinamarca el 4 de abril del 2016”, agregó Papanicolaou.

El viaje se hizo realidad permitiendo que Gonzalo conociera de una vez por todas el destino elegido, pero los meses pasaron y el viajero sintió la necesidad de moverse a través de Europa, aunque ya no estaba solo y junto a sus amigos emprendió una nueva travesía: “En Dinamarca estuve durante 9 meses hasta diciembre de 2016 y desde ahí decidimos junto a unos amigos recibir el año nuevo a Noruega, donde nos quedamos en una granja durante un mes, de Noruega nos trasladamos hacia Islandia, ahí estuvimos tres semanas, hasta viajar por toda la isla, después fuimos para Rusia y ahora estamos en España, más precisamente en Barcelona, la idea es caminar más de 1.800 kilómetros de la costa atlántica española por el camino a Santiago de Compostela”, explicó.

Pero no todo es color de rosas, al menos durante los primeros meses, quizás los más difíciles, donde más se extraña: “Cuando uno decide viajar deja atrás familia, amigos, proyectos, esto cuesta muchísimo sobre todo al principio, cuando recién arranca el viaje, porque después más o menos te amoldas un poco. Lo más difícil es soltar un poco, cuesta, sobre todo cuando viajas solo. Es cuando empieza el proceso de reflexión e introversión, se complica al principio hasta que pasa el tiempo y uno lo va aceptando aprendiendo de esa soltada”.

“En cuanto al país se extraña mucho la calidez de los argentinos, la forma de interactuar y de ser amigables, ya que en los países escandinavos son más fríos. Nosotros entablamos relaciones con extraños y hablamos en voz alta, somos más abiertos. Los argentinos tenemos una tradición única de relacionarse y vivir la vida”.

Pero el tiempo hace que los resultados de las experiencias comiencen a verse reflejados, y aquellas personas que decidieron viajar y dejar el mundo conocido por detrás transforman su conocimiento en nuevas metas: “Los resultados son siempre buenos, pero de donde uno más aprende es del grupo de personas al que conocés, ya sean argentinos en una situación similar, locales o extranjeros, todas ellas son personas con las que no sería fácil conectar desde nuestros países.

Anecdotario:

Hay varias, por ejemplo, de cuando trabajaba como mozo en un restaurante de comida india en Dinamarca y durante los 9 meses que estuve ahí pasé por distintos managers, pero la primera que me toca no solo me enseñó cosas relacionadas al trabajo sino a la vida, se trataba de una danesa que al ver cosas que no realizaba tan bien por mi inexperiencia, en vez de llamarme la atención me decía, ‘si vas a hacer las cosas da lo máximo de vos’”. “Por otro lado, en Islandia cuando trabajaba en la granja, donde tuve que ordeñar vacas y fue un momento de mucho aprendizaje, de cómo es la vida en la granja, de cómo se los trata a los animales y como se los debería tratar”.  

Conclusión: Una de las cosas que rescato de mi travesía es que siempre cuando estoy viajando me digo que no me había imaginado llegar hasta acá, las cosas se dan en la vida para que uno las cumpla, si están los objetivos claros, todo es posible. Además, todo lugar tiene algo que enseñarnos, lo importante es descubrir que es aquello que tenemos que aprender y una vez que lo encontramos seguir adelante…

Florencia, estudiar para viajar 

Florencia

De estudiante de Comunicación Social a editora de un medio de Sierras Chicas. Florencia Vigilante, a sus 26 años, decidió dejar Villa Allende y viajar a Barcelona (2015) para expandir su conocimiento hacia una de sus pasiones más grandes, la de viajar.

Viajé a Europa para especializarme. Me había recibido de licenciada en Comunicación Social en la UNC y ya hacía un par de años que venía con la idea de hacer un posgrado en el exterior. Buscando alternativas en internet, vi un máster sobre Periodismo de Viajes en Barcelona”, explicó a El Milenio.

“Viajar –y conocer otras formas de ver el mundo– es sin dudas lo que más me apasiona en la vida, y el hecho de pensar que podía fusionar los viajes con la profesión me llevó a decidirme. Por otro lado, Europa era un sueño que tenía pendiente desde chica, así que cerraba por todos lados”, agregó la periodista de viajes.

El viaje de Florencia Vigilante a Barcelona duró casi un año, que es más o menos el tiempo en el que se desarrolló el máster, además, la visa de estudios solo autoriza a estar por el período que dura el estudio.

Con respecto a lo que se deja atrás, la comunicadora dijo: “Son muchas las cosas que dejás atrás por una experiencia así. Desde la comodidad de estar en un lugar conocido, con gente familiar y costumbres a las que estuviste expuesto durante toda tu vida, a cosas más concretas, como un trabajo estable o relaciones. Dejé todo eso, y no me arrepiento”.

Además, agregó: “No soy de extrañar mucho. Cuando llegué a Barcelona supe que, desde ese momento, mi vida estaba allá, así que me concentré en eso. Por otro lado, la cultura española no es muy diferente de la nuestra, así que me hice un lindo grupo de amigas y compartimos un montón de cosas, pasamos mucho tiempo juntas. Sólo durante algunos fines de semanas extrañé un ritual muy nuestro: el asado en familia los domingos”.

El que no arriesga no gana, dice el famoso dicho, y así lo manifestó Vigilante cuando intentó poner en palabras los resultados de su paréntesis viajero: “Fue, hasta ahora, la mejor experiencia que tuve. Creo que no sólo me permitió crecer como profesional sino también madurar muchísimo como persona. Al viajar sola y desenvolverte sola a kilómetros de todo lo conocido, descubrís muchas capacidades tuyas que no sabías que tenías. Por otro lado, y gracias al máster y a la gran oferta de vuelos low cost (bajo costo) que existe allá, tuve la oportunidad de conocer muchas culturas y formas de concebir el mundo, y creo que es algo muy enriquecedor porque te hace replantearte ideas que quizás de otra forma no te cuestionarías”.

Anecdotario:

“Anécdotas, miles. Desde perderme en Venecia sin hablar el idioma y confiar en un señor tenebroso y alto, con tapado y sombrero, para que me mostrara el camino a la casa donde me hospedaba, hasta haber estado en las curtidurías de Fez, en Marruecos, esa especie de piletones de colores donde tratan el cuero. Por un trabajo que estábamos haciendo para el máster, pudimos alejarnos de la visión tradicional que se le ofrece al turista (desde unas terrazas donde ves el lugar de arriba) y caminar entre los piletones en medio de los trabajadores, sacando fotos”.  

Conclusión: “Siempre que algún amigo o conocido me cuenta que tiene planes de irse, sea por trabajo, estudio u otro motivo, mi consejo es el mismo: que deje atrás la incertidumbre y lo haga. Creo que, más allá de lo que puedas aprender a nivel profesional o laboral, es una experiencia de vida increíble a nivel personal. Los viajes te cambian mucho”.

Leandro, el trotamundos intermitente  

Leandro

Leandro Blanco Pighi, ya recorrió una buena parte del globo y hasta plasmó la primera experiencia viajera en su obra prima “Viajero Intermitente”, un libro compuesto por crónicas y relatos breves que resumen las aventuras de este joven escritor durante sus tres meses de recorrido por Asia. ¡Pero esto no fue todo amigos! al terminar sus estudios universitarios (2016), el viajero puso un nuevo paréntesis en su vida, esta vez el destino seria mas acá, en Sudamérica, aunque no menos grandioso que el anterior.

“No importa qué hagas, ni importa el cómo, importan los fines. Hacer lo que amás –sea lo que sea–, es lo que te llevará a buen puerto. Los “grises” no sirven, sólo ayudan al estancamiento. Es necesario dejarlo todo para cumplir los sueños, o al menos para intentarlo. Y sí que vale la pena hacerlo”, reflexionó para El Milenio.

“Después de 11 meses viajando por Sudamérica, caminando al costado de la ruta, compartiendo la existencia con lo –hasta ese momento– desconocido, miro hacia atrás y siento que todo fue positivo. Cada paso fue para avanzar, para deshacer barreras mentales. Para cambiar quietud por movimiento, utopías por realidades”, agregó con entusiasmo el escritor, tras haber pisado nuevamente suelo cordobés.

En cuanto a las metas propuestas en su bitácora de viaje, Blanco Pighi mira hacia atrás y describe el resultado de la caminata por Latinoamérica como una experiencia sin precedentes en su vida: “El resultado fue un aprendizaje incuantificable. Al salir del círculo, al cual nos habituamos con nuestras rutinas diarias, cada pequeño movimiento de piezas se transforma en una gran enseñanza. Así es como, con cada zancada, la curiosidad comienza a complacerse. Perseguir los más genuinos deseos que brotan desde las profundidades del ser, es lo que nos convertirá en personas auténticas y libres. Nada es tan importante como sentirse en plenitud. Para lograrlo será suficiente con amaestrar a la razón, para que viva en función del sentir”.


Conclusión: “Acabar con lo pre-establecido, con lo obvio, con lo que ‘tiene que ser’, abrirá caminos. Nos llevará a EL camino; el de la felicidad. Aventurarse a encontrarlo, vale la vida misma. Por el contrario, transitar senderos con desánimo, no conducen más que al hastío, a la apatía, a la muerte. A la muerte en vida. Lo imprescindible es mirar hacia adentro. Cuestionarse todo. Descubrirse. Entenderse. Lograr que cada experiencia sea exprimida al máximo, que su jugo nos riegue y nos brinde la fertilidad que hace falta para vernos florecer. Lo imprescindible es explorar –y explotar– el presente, porque otra cosa no tenemos”.

 

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