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La escultura como exploración del mundo

El arte de tallar tiene un referente femenino en Unquillo: Luciana Bertolini nos cuenta su historia y su recorrido.

El arte de tallar tiene un referente femenino en Unquillo: Luciana Bertolini nos cuenta su historia y su recorrido.


Por Amira López Giménez

amiralopez@elmilenio.info

Colaboración: Malena Aliverti y Pía Deviovanni. 4° IENM.
Tomás Dómina y Francisco Aguiar. 4° IMVA.

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UNQUILLO – Luciana Bertolini, escultora, docente y licenciada en Bellas Artes, reside en Unquillo desde hace 20 años. En la antigua casa de sus abuelos cuenta con un taller donde practica el arte que recorre el país y el mundo. Sus creaciones están en Capitalinas, Buenos Aires, Europa, pero es la ciudad serrana la base de su creatividad.

Los diversos estudios en las academias, sumados a las clásicas clínicas que los artistas realizan para nutrirse de las experiencias de otras personas, son un plus a la hora de crear. “Es muy importante para estas prácticas que no se queden solamente con la cuestión del hacer artesanal, hay que sumarle la información, la visibilidad de la realidad y la historia del arte, son elementos necesarios  para contextualizar el espacio real como artista, que es lo más importante”, afirmó Bertolini, demostrando su compromiso con la función social del arte.

En cuanto a su «fuente de inspiración», la comunidad serrana, la sociedad y sus conflictos, son la marca personal de esta escultora. “Trabajo con diferentes temáticas, voy abordando distintos centros de interés  para la sociedad. Por ejemplo, en una muestra que hice en el Museo Emilio Caraffa trabajé con elementos auto referenciales que tienen que ver con la niñez y también con su vulnerabilidad”, comentó la artista.

Sin embargo, la experiencia personal es el elemento primordial para la artífice del tallado. En ese sentido, Bertolini ha elegido el vidrio como elemento de trabajo para exteriorizar su creatividad. “Lo que me interesa mucho es buscar un objeto novedoso dentro de la plástica. El volumen en este material es muy difícil de lograr, ya que el vidrio soplado es una técnica bastante complicada que necesita de hornos muy grandes. Por ende, trabajo desde lo más elemental  y rudimentario de la escultura, que es la estructura de hierro, la fibra de vidrio, el cemento. Después de lograr un perfecto modelado puedo realizar la colocación de los vidrios, así produzco imágenes y le da un efecto muy original”, explicó.

Sus colaboraciones con distintos equipos de artistas y en galerías son constantes en las ciudades de Sierras Chicas. El grupo MACU (Museo de Arte Contemporáneo de Unquillo) y la galería Esaa, son algunos de los espacios en los que ha participado junto a pintores reconocidos internacionalmente como Alonso o Seguí.

Esta experiencia, sumada a su larga trayectoria, le permiten hoy en día realizar una observación sobre la gestión cultural de las instituciones municipales. “Debería existir una gestión más interactiva con el arte serrano, para que los alumnos  y la sociedad puedan participar como artistas y no como observadores pasivos. Es necesario una acción callejera que tenga un aprendizaje social, una enseñanza. Para mí esa es la función real del arte, en lo político y en la vida, no como objeto de venta para la burguesía, sino con una función social, que no es la industria”, sostuvo con firmeza Bertolini.

Asimismo, a pesar de haber recorrido varios senderos del arte, la escultora no cree tener una meta final. “No hay logros máximos, son pequeños logros que uno va transitando en el momento que termina la obra. Siempre tengo una disconformidad con los trabajos  y busco transitar otras experimentaciones, por eso nunca llego a decir acá está mi logro máximo. Continuamente estoy en la búsqueda y cuando termino una obra, ya estoy pensando cómo traducir otra cosa”, sonrió la artista.

Arte al aire libre

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Desde pequeña, Bertolini se sintió atraída por las manualidades y esta pasión la llevó al deseo de transmitir su conocimiento y su expresividad interior ejerciendo la docencia en las localidades de la zona. Como dato no menor, Unquillo cuenta con una de sus obras desde hace años. Sobre la Avenida San Martin, en la curva del Bar Lido, el mural que allí se encuentra no sólo embellece la ruta,  sino que es una muestra de la vida en sociedad y desde hace tiempo está en interacción con los vecinos.

“El arte no es solamente un objeto de consumo, también es una forma de integración, donde se puede participar de alguna manera. La idea es que mis trabajos sean una cuestión democrática, donde una acción pueda ser practicada en conjunto, para salir de la cotidianeidad, para hacer una obra”, afirmó la escultora y agregó: “Nunca sé para dónde disparar”.

La escultura no es la rama artística más practicada popularmente, sin embargo, es la forma más tradicional de inmortalizar a los próceres como así también, aquellas obras que por su fuerza y armonía, ocupan el espacio de encuentro de cualquier lugar en el mundo. No hay plaza que no cuente con una escultura. De esta manera, Bertolini fue premiada por diversas galerías, empresas del arte y provincias enteras, como Buenos Aires. Estos reconocimientos le permitieron seguir viajando para incorporar nuevas técnicas.

“Con esos premios,  tuve la posibilidad de viajar por toda Europa. Cuando volví, empecé a investigar el tema de la escultura y comencé a dedicarme a todo lo que es volumétrico. De ahí ya empecé a experimentar con todo lo que es el vidrio”.

No hay mejor alumno que aquel que es un estudiante eterno, y esta idea es clave para la creatividad de Bertolini como escultora. “La idea es seguir experimentando, me gusta mucho lo que es la teoría y lo que es aprender, porque uno nunca termina de hacerlo. Entonces me parece muy importante seguir aprendiendo distintas prácticas, haciendo clínicas, que forman parte de la carrera del artista. No toda la vida es hacer lo mismo, es totalmente aburrido sino se hace una exploración para enriquecerse mucho más,  aprendiendo se abren campos para todos lados y eso es lo más interesante”, concluyó.

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