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“Uno para todos y todos para uno”

Edilio Ricardo Pigatto tiene 91 años, fue jefe del Correo Argentino y presidente de la Cooperativa de Crédito de Unquillo.

Edilio Ricardo Pigatto tiene 91 años, fue jefe del Correo Argentino y presidente de la Cooperativa de Crédito de Unquillo.

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Por Juan Pablo Alladio, Matías Cataldi y Martín Rivero. 4°B IENM.

El Milenio: ¿Dónde y cuándo nació?

Edilio Pigatto: Nací en Hipólito Bouchard, departamento General Roca, mi familia era de un pueblo cercano llamado Ítalo, del mismo departamento, pero como habían alquilado un campo por esa zona, yo nací por ahí.

EM: ¿Cuál fue su profesión?

EP: Trabajé desde los 15 años hasta los 65 en el Correo Argentino, vine a Unquillo en 1956 donde ejercí como jefe de la oficina local, hasta el 30 de septiembre de 1989.

En 1963 se fundó en la ciudad de Unquillo una Cooperativa de Crédito, me invitaron a participar y entré en la organización como síndico suplente, luego síndico titular, después vicepresidente -en esa época hicimos construir el edificio que actualmente ocupa la cooperativa de agua- y finalmente fui presidente durante más o menos 4 o 5 períodos.

EM: ¿Por qué eligió Unquillo para vivir?

EP: Bueno, cuando yo tenía 14 años falleció mi padre, quedamos solos mi madre y yo, tuve que abandonar todo y empezar a trabajar. Un día me ve en la calle el jefe de la oficina local del correo en la Pampa y me dijo: “¿No te interesaría entrar a trabajar en la empresa? porque se va un mensajero al servicio militar y necesito un chico para esa tarea, si vos querés entrar vas a cobrar la mitad del sueldo de lo que cobra él, vas a estar hasta que él regrese”. Entré a trabajar allí con 15 años y me quedé hasta jubilarme.

Me trasladaron a Unquillo en 1956, yo vine con la intención de estar un año nomás, pero resulta que Unquillo me atrapó, primero que nada porque me gustó de alma como lugar para vivir y eso frenó un poco las ganas de irme y además me ofrecieron todas las oficinas de categoría que tenía Córdoba; también aquí nació mi hijo y cuando uno tiene hijos muchas de sus ideas cambian. En realidad estoy bien contento de haberlo hecho, porque mi hijo pudo estudiar una carrera y ahora es Contador público.

EM: ¿Considera usted que aportó a la historia de Unquillo?

EP: Bueno, prácticamente me dediqué de forma exclusiva a mi función y traté de que los servicios que estaban a cargo de mi oficina fueran realizados como correspondía y creo haberlo logrado y  también facilitado por el buen personal que encontré ahí;  eso es una cosa que no en todas partes se encuentra.

Segundo, estuve en la Cooperativa de Crédito desde que se fundó, la cooperativa de Unquillo llegó a ser una institución muy importante en el pueblo, la empezamos con nada, este era el único lugar donde no había banco, (solía venir tres veces por semana un banco móvil, estaba un par de horas y ahí atendía más o menos a la gente), pero pasaba que todos los fondos o los dineros que se movían en Unquillo, por el comercio y demás, iban a parar al banco de Río Ceballos y como tenían prioridad los de su pueblo, acá prácticamente llegaban las migas. En Unquillo, que en ese momento ya eran 7 u 8 mil habitantes, se notaba cierto crecimiento, se habían establecido fábricas de calzado. La Cooperativa se fundó sin un peso, sin nada; hicimos unas subscripciones de acciones, pero lo mismo le dábamos derechos a todos por igual, es decir que, el que tenía una acción era igual al que tenía 1000 y con ese pequeñísimo capital empezamos a dar créditos. Otra cosa que diferencia al cooperativismo del banco, es que el banco para darte un crédito tiene una serie de exigencias, en cambio en el cooperativismo no, sé rige por un principio que es muy simple pero muy esencial, que es: uno para todos y todos para uno.

Entonces, lo que le exigíamos a los que venían a pedir un crédito, era solamente subscribirse a una acción de $100 y demostrar que era digno de merecer un crédito. Desde luego que si era un crédito grande, con fines industriales o comerciales había que demostrar cierta solvencia porque era plata ajena la que nosotros manejábamos.

Recibimos depósitos y cajas de ahorro, plazos fijos y cuentas corriente, entonces teníamos que asegurarnos de que esa plata iba a ser recuperada. A partir de ahí la cooperativa pasó de tener – de un pueblo de 7 u 8 mil habitantes-  más de 5 mil socios y les dábamos créditos que se llamaban de fomento. También ayudamos a las fábricas de calzados, financiamos una fábrica de dulce; había aquí un montón de obreros que trabajaban en la fábrica Renault que tenían que irse en colectivo, y nosotros les financiamos la compra de un vehículo especial para que pudieran ir a trabajar en un colectivo propio,  entre muchas cosas así.

EM: ¿Qué sintió al ayudar a estas personas?

EP: Me sentí bien de haber podido colaborar en lo que pude y me era posible, en una institución que en aquel momento trajo progreso. Después, la cooperativa tuvo inconvenientes con el banco ya que no podía dar libretas de cheques a nadie por más que depositara en cuenta corriente. A los bancos no les convenía, por la razón de que el dinero en cuenta corriente no genera intereses y ese era el capital que nosotros prestábamos (en forma de letra de cambio).

Los bancos hicieron lo imposible por liquidar al sistema cooperativo, además llegó el gobierno militar con el ministro de economía Martínez de Hoz, que eliminó a uno de los bancos y a las cooperativas le prohibió la letra de cambio, esa fue una manera de matar al cooperativismo.

EM: ¿Fue feliz en su trabajo?

EP: Yo fui un apasionado de lo que hice, nunca me fijé si lo que tenía que hacer me correspondía o no, me gustó siempre lo que hice, y traté que lo que estaba a mi cargo se hiciera bien y por eso siempre fui tenido en cuenta.

 

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