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Del escenario a la pantalla: el sueño de ser actor

Alvin Astorga interpretará a Ignacio en El Cactus, la miniserie web de la Fundación Josefina Valli de Risso que se estrenará en pocos días. Inspirado por las películas de su infancia, empezó a actuar a los 16 años en los teatros cordobeses y, más tarde, en la pantalla grande y chica, imprimiendo profundidad y versatilidad a sus personajes. Vecino actual de Villa Allende desde hace más de 19 años, Astorga dialogó con El Milenio sobre los avatares de su vida como actor y su participación en la nueva producción milénica.

Participación: Martina Repice, Valentina Stassi, Lautaro López y Sebastián Brines (6° IMVA).


Aunque las producciones audiovisuales de la Fundación Josefina Valli de Risso se han caracterizado por trabajar con actores no profesionales, El Cactus ha hecho una excepción para abrir las puertas a Alvin Astorga, actor de gran trayectoria, hoy vecino de Villa Allende, que ha pasado por los más reconocidos escenarios del teatro cordobés y que también ha entrado en la pantalla chica y grande a través de series como La Purga o El gen de Genaro y películas como El fin de la espera, Ciencias Naturales, El Pampero y la aún no estrenada producción mexicana, Cuadros en la oscuridad.

Su historia es la de aquellos hombres que se atreven a seguir los sueños que se revelan en la temprana infancia, impulsos que muchos ignoran y otros convierten en una forma de vida. Nacido en Mendoza, sus padres lo trajeron en el moisés a Córdoba cuando tenía solo tres meses. De niño se fascinó con el cine y solía representar las películas que veía para sus amigos y hermanos. El juego infantil se convirtió en una vocación y una carrera que lo llevaron a vivir de y para la actuación hasta el día de hoy donde, con sus 67 años, sigue dando vida a los más diversos personajes, siendo esta vez el turno de Ignacio, figura que tendrá un rol central en El Cactus.

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El Milenio: ¿Cómo empezaste en la actuación? ¿Es lo que soñabas hacer de chico o te imaginabas otra cosa?

Alvin Astorga: Yo iba mucho al cine con mis viejos, apenas terminábamos de comer, la apuraba a mi vieja que lavaba los platos y nos íbamos corriendo al cine. Y cuando salía, yo me imaginaba o sentía como que me seguía una cámara, entonces empezaba a hacer los gestos de los actores que había visto, así yo solo, como un loquito. De alguna forma, ya de chico sentía que podría actuar.

Les contaba las películas a mis compañeros y lo hacía de tal manera, con la música, los ruidos, los gestos, los movimientos; que cuando ellos iban a ver la película me decían “¡naaa pero la película que vos contaste era mucho mejor!”. También me acuerdo que actuaba las películas para mis hermanos, ellos de un lado de la cama y yo del otro, entonces de ahí me tiraba a la alfombra y rodaba para hacer las películas de guerra, aunque las de cowboys eran mis favoritas.

EM: Así que se puede decir que ya actuabas desde chiquito

AA: Sí, pero mis viejos no se dieron cuenta o se dieron cuenta y pensaron “de eso no vas a vivir”. Mi viejo me impulsó a que viajara y fue un buen legado. Me dio su mochila y me largó. Con 20 años emprendí un viaje con destino final en Inglaterra, que era donde vivía la familia de mi madre. En esa época yo era una especie de hippie o beatnik, había leído En el camino de Jack Kerouac, comulgaba con el pacifismo, The Beatles, Ghandi, esa onda. Primero empecé con Brasil y después crucé el charco a Portugal. Estuve en España, Francia, Medio Oriente, Holanda, Grecia. Todo de mochilero. Al final duró 4 años el viaje.

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Una escena de «Chéjov en Yalta», en los años 1990. Adelina Costantini, el fallecido Osvaldo Hughes, Alvin Astorga y Omar Viale.

EM: ¿Y a la vuelta qué hiciste?

AA: Cuando volví me fui a Carlos Paz y comencé lo que sería la carrera. A los 16 años ya había descubierto el teatro, porque cine acá era imposible, a no ser que fueras extra en alguna película de Buenos Aires tipo las del Gordo Porcel. Hice alguna obritas para niños y después, en 1977, pleno quilombo de la dictadura, entro al Seminario de Teatro de Jolie Libois acá en Córdoba. El seminario me sirvió, no sé si tanto por la técnica sino más que todo para que los directores me vieran en los ensayos y viniera el “yo quisiera trabajar con vos”. Ahí fue cuando empecé y no paré más, aunque hubo momentos en que me he muerto de hambre, porque laburaba por monedas, durante la dictadura sobre todo, sentía que no había forma de encajar dentro de la sociedad.

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Alvin Astorga en «El jardín de los cerezos», de Antón Chéjov.

EM: A pesar de que tu primer acercamiento a la actuación vino por el lado del cine, te abocaste al teatro y trabajaste mucho en este ámbito, ¿qué significa el teatro para vos

AA: Bueno, fue lo que me dio la posibilidad de tener una esposa, porque la conocí gracias al teatro, de tener hijos, “sobrevivir”, progresar, viajar. Me he jubilado en el teatro, algo que la mayoría de la gente piensa que es imposible. Me proyecté como actor dentro de la sociedad de Córdoba y lo logré y viví de eso. También tuve suerte porque me tocó un momento muy lindo para el teatro cordobés, el regreso a la democracia, el primer festival latinoamericano, hacíamos viajes internacionales (ahora ya no se hace prácticamente ninguno).

EM: ¿Y nunca te planteaste ir a Buenos Aires?

AA: Antes de empezar el seminario me fui a Buenos Aires con todas las ganas de “triunfar”, de lograr algo. Pero fue tan hostil esa ciudad, prácticamente me escupió. Primero me enfermé por ese clima de miércoles que tienen, yo sufro de asma así que para mí era terrible. Después, cuando me recuperé de eso, veía que, como siempre, si vos no tenés conocidos, alguien que te lleve de la mano, que te enganche, estás perdido. Además el cordobés era considerado sólo como el contador de chistes, el famoso “humor cordobés”, no existía otra cosa, un actor dramático cordobés por ejemplo.

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«Hamlet. entre la luz y la sombra», la versión del clásico de William Shakespeare con la cual Alvin Astorga se jubiló oficialmente en el 2014.

EM: Y después de todos estos devenires ¿cómo llegaste al cine? Que si se quiere era lo que anhelabas de chico y siendo que por ahí es algo mal visto para los que hacen teatro…

AA: Sí, no se llevan bien. Yo lo considero otro género y lo entiendo así, no hay comparación. En definitiva vos sos siempre un actor y esa es la parte que se utiliza en el cine, lo demás es parte de la técnica audiovisual. Para mí es un instrumento más, me adapto: si tengo micrófono, controlo mucho más la voz, no es lo mismo que la voz teatral donde tenés que proyectarte en una sala gigante; la cámara observa muy de cerca, cosa que en el teatro no pasa, el cine es más íntimo.

EM: ¿Cuál fue tu primer trabajo en la pantalla?

AA: Cuando empecé, allá por 1984-1985, no se filmaba mucho en Córdoba, ahora con lo digital se puede decir que el cine es mucho más accesible. Me acuerdo que una de las primeras películas que hice se trataba de una familia iletrada del campo donde llegaba un joven estudiante queriendo enseñarles a leer y escribir, pero el único libro que había era La Biblia. El tema es que los tipos tomaron literalmente lo que decía La Biblia y para ellos el estudiante era como un Cristo, entonces había que matarlo para salvar a la humanidad. Resulta que se filmó todo con una cámara de la Universidad y cuando mandaron la cinta a Buenos Aires para revelar, se dieron cuenta que la filmadora andaba mal y había producido un montón de errores. Al final hicieron de todo y terminó saliendo igual. Esas cosas hoy no te pasan.

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Alvin Astorga, Andrés Rivarola y Gerónimo Sánchez, el trío familiar que interpreta «El gen de Genaro», serie televisiva que puede verse por Youtube.

EM: Hace poco trabajaste en El gen de Genaro, la serie local que finalmente no pudo salir por la tele y se terminó estrenando en Youtube. ¿Cómo ves la televisión cordobesa?

AA: La televisión cordobesa en realidad está hecha de repetidoras y cuando son programas locales en serio, suelen dejar qué desear. Ficción por ejemplo, poco y nada, generalmente son programas de entretenimiento copiados de Buenos Aires. Nuevamente aparece esa cuestión del “padrinazgo” de Buenos Aires: el cordobés es fernet con coca y cuarteto, es “contate un chiste negro”, eso lo hacés bien, pero todo lo demás no, nosotros lo hacemos bien. Pero si te fijás bien, hay excelentes producciones acá también, todos los años salen nuevos realizadores.

EM: Si tuvieras que elegir entre el teatro y el cine, ¿con cuál te quedás?

AA: En este momento, el cine, totalmente. De teatro solamente aceptaría algo más basado en la improvisación, no estoy para aprenderme textos larguísimos, ensayos de tres meses más 80 funciones, tengo mi edad ya. El cine también es sufrido eh, para mí no tanto, pero los que hacen cine es porque realmente lo aman.

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Alvin Astorga junto a Paola Barrientos y Paula Hertzog en «Ciencias Naturales», la galardonada ópera prima del cordobés Matías Lucchesi.

EM: Has interpretado personajes cómicos y personajes más dramáticos, buenos y malos, ¿cuáles te gustan más?

AA: Los dos, al drama yo le pongo humor y al humor le pongo drama. No creo en los personajes planos, es irreal, para mí tiene que haber toques, como en la vida misma. Hasta el personaje más monstruoso y maligno tiene un toque de humanidad.

EM: ¿Alguna materia pendiente?

AA: Sí, en la próxima vida haré de músico. La música fue otro lugar en el que yo también amaba estar, a los 16 incluso había formado un dúo con un amigo que se llamaba “Después de la locura” y componíamos canciones en castellano onda rock y balada de protesta. Amo la música, amo lo que se crea, el estado que se logra. Es como cuando los chicos juegan a saltar la piola, es una sincronización perfecta, no hacen falta palabras. En algún momento estuve entre la música y la actuación, pero para ser músico se necesita más plata.

Alvin Astorga en El Cactus

En El Cactus, Alvin Astorga interpreta al antagonista de la historia, Ignacio, un viejo osco y ermitaño que vive solo y en un principio parece poco simpático. “Como dentro de la comunidad académica no encontramos nadie que encajara con el perfil, se nos ocurrió llamarlo a él, por su fisonomía y su gran peso en el escenario. Los personajes son pocos, pero fuertes, entonces necesitábamos que el antagonista fuera un buen contrapeso. Lo interesante es que no sabemos quién es él realmente hasta el último capítulo”, explicó el director de la producción, Cristian Salas.


EM: ¿Qué te motivó a participar en este proyecto?

AA: Me pareció interesante la propuesta de interpretar a un descendiente de los pueblos originarios y hablar sobre lo ecológico, lo sagrado de nuestro planeta, como una enseñanza para los más chicos. Al principio no me veía como un “originario” pero en realidad hay como una falsa imagen de los pueblos originarios. Los argentinos no sabemos de nuestras raíces, siempre decimos que somos el resultado de un “crisol de razas” pero ¿cuáles? Como será que no tenemos ni idea que a los judíos les decimos rusos, a los árabes, turcos, y cualquier rubio para nosotros es un gringo.

EM: ¿Cómo fue la experiencia de trabajar con actores no profesionales?

AA: Fue buenísimo, trabajar con los chicos fue realmente maravilloso, no sólo con los actores sino con todos los jóvenes que participaron en la filmación, todos muy concentrados, muy serios, la verdad que encontré mucha profesionalidad en cada uno. Cristian también se encargaba de eso, era el comandante de la tropa. Los actores somos gente un poco aniñada, nos gusta que nos mimen, y Cristian me ha tratado bárbaro, siempre tiene una palabra de elogio, yo me he sentido muy bien.

EM: ¿Qué es lo que más disfrutaste de tu participación en El Cactus?

AA: Hubo dos momentos muy interesantes. Por un lado filmar en las sierras fue algo muy mágico. Y después cuando fui al colegio Milenio en Unquillo, que pensé que iba a ser como una charla con los chicos del primario y resulta que me pasaron una caja hecha pelota, completamente fuera de tono, y tuve que volver a actuar de originario. La verdad que fue muy divertido, un momento muy lindo.

EM: ¿Cuál es la impresión general que te llevás de este trabajo?

AA: Fue una belleza, un proyecto muy lindo. A diferencia de la película que acabo de hacer en México que es terrible, que cuenta una historia muy dura, esta es una historia de luz. Realmente fue algo hermoso.

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