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Medicina ancestral

El temazkal es una práctica que pocos conocen pero cuya popularidad y beneficios crecen a pasos agigantados, y parece que las Sierras Chicas son un terreno particularmente propicio en este sentido. En entrevista con El Milenio, Guillermo Leiva y Yanina Tantín contaron de qué se trata este peculiar ritual terapéutico con más de 500 años de existencia que ellos mismos llevan a cabo todos los meses en Villa Silvina.

Colaboración: Sofía Bazán, Maximiliano Cavallín (IENM) Brisa Chávez, Sol Chávez (IMVA).


Mezcla de medicina, ritual religioso, tradición latinoamericana y un poco de espiritualidad, el temazkal es un baño prehispánico ampliamente difundido entre las culturas de Mesoamérica y que aún perdura hasta la actualidad en sitios como Méjico (donde muchas familias tienen su propio temazcal e incluso se puede estudiar como disciplina a nivel universitario).

«El temazkal vendría a ser como un baño de vapor tradicional, pero tiene toda una cosmovisión particular, ya que representa el retorno al vientre de la madre tierra. La idea es que la persona se limpia, se purifica dentro del temazcal y renace para seguir su camino», explicó Guillermo Leiva, temazcalero pionero en la región. De hecho, la palabra temazkal deriva del náhuatl temazcalli (“temaz”, sudor, y “calli” casa) que significa “casa donde se suda”, y se lleva a cabo en una estructura circular similar a un iglú de piedra, adobe u otros elementos (según su construcción puede ser fijo o móvil).

Guillermo Leiva y Yanina Tantín

Entre la terapia y el ritual

A diferencia del sauna, el temazkal no solamente aprovecha el calor y el vapor para activar el cuerpo y obligarlo a sudar, eliminando grandes cantidades de toxinas, sino que además incorpora otros elementos de la naturaleza, como las piedras (volcánicas o de río), el agua fría, la tierra, el aire y las plantas (la mayoría, aromáticas con propiedades medicinales como la albahaca, el eucalipto, la lavanda, el romero o la ruda). “Es algo muy básico, muy sencillo; pero muy poderoso”, afirmó Yanina Tantín, pareja de Guillermo. Entre los dos buscan difundir esta práctica y dirigen el Temazkal Atlachinolli, en Villa Silvina.

“Nosotros nos conocimos en un temazkal”, recordó Yanina con una sonrisa. “Yo soy diseñadora gráfica y pasaba mucho tiempo en la computadora. Tenía dolor de cabeza y de las cervicales. Anduve de médico en médico y nada funcionaba, hasta que probé el temazkal. Me pareció fantástico, aunque al principio también tuve mis reticencias”, bromeó la joven que hoy no duda en remarcar los beneficios de este ritual terapéutico.

Asma, sinusitis, contracturas y dolores corporales de todo tipo, problemas reumáticos, digestivos o circulatorios, síntomas premenstruales y hasta problemas de fertilidad son algunas de las afecciones más comunes a las que la gente encuentra alivio con el temazkal. «También viene mucha gente con temas emocionales, porque dentro de la filosofía en la que se basa el temazkal se considera que la enfermedad se gesta primero en el plano de lo emocional para después manifestarse en el plano físico», añadió Guillermo.

Vale aclarar que se trata de una práctica grupal que hace hincapié en el encuentro comunitario y en la energía particular que deriva de él. A grandes rasgos, se puede decir que el proceso comienza con una hoguera donde se calientan las piedras al rojo vivo. Mientras tanto los bañistas cortan fruta, charlan y beben. Cuando suena la caracola, todos entran al temazkal. Las plantas medicinales se mezclan con agua hirviendo y se vierte la mezcla sobre las rocas calientes, mientras se entonan cantos y se hacen agradecimientos o peticiones. Todo el proceso dura entre una y dos horas.

«Se abren los poros por el calor y la humedad y el cuerpo empieza a absorber las propiedades de las plantas al tiempo que elimina las toxinas. La temperatura puede alcanzar los 50°C pero no es dañina, no quema y cualquiera puede salir en cualquier momento. La idea del temazkal no es sufrir», señaló Guillermo, quien además ha estudiado y se ha preparado para tomar todas las precauciones necesarias en el caso particular de cada visitante.

Prejuicios del pasado

A pesar de las propiedades benéficas del temazkal, su imagen poco afín a la medicina tradicional suele generar prejuicios entre algunas personas. «Hace 10 años que hacemos temazkal y nos han echado de muchos lugares. Hemos estado en Mendiolaza, en Río Ceballos y ahora en Villa Silvina. Nos han mandado la policía, nos han denunciado, han salido a decir que hacíamos orgías. Una vez teníamos un temazkal en un centro cultural de Córdoba y unos abogados nos mandaron una carta documento diciendo que hacíamos ‘rituales satánicos’, literalmente, y nos cerraron el centro cultural», comentó Guillermo.

«Es el mismo preconcepto que tenían los conquistadores cuando llegaron a América. Esto era una práctica tradicional de todas las familias, pero cuando ellos no lo entendieron y lo prohibieron bajo pena de cien latigazos. Eso está en el inconsciente colectivo de alguna forma, porque nuestro vecino nació hace 40 años, no vivió la conquista y sin embargo sus palabras fueron las mismas: ‘Indios váyanse al monte a hacer sus rituales'», explicó Yanina.

«Es muy difícil cambiar esa mentalidad, pero por suerte el temazkal siempre te da otra oportunidad y esa persona tuvo que ver cómo un amigo suyo, un profesional de extrema confianza, vino al temazkal con toda su familia. Por suerte la gente está cada vez más abierta y en Sierras Chicas hemos encontrado un terreno muy propicio para esta actividad», concluyó la joven.


Para contactar con Guillermo y Yanina se puede usar el Facebook: Temazkal Atlachinolli o llamar al 0351-156488389. Los encuentros se hacen cada quince días y tienen un costo de cien pesos.

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