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Aprendizaje y funciones superiores cerebrales en las aulas

Por Natalia Boffelli (Lic en Psicopedagogía MP 13-1567).

El aula, como espacio de enseñanza aprendizaje, en la actualidad, es un desafío permanente para los docentes, ya que los estímulos externos, sean tecnológicos, culturales y sociales hacen que nuestros alumnos reciban información en muchos formatos y los mantengan atraídos por múltiples formas de acceso a la información donde actúan todos los sentidos. El manejo tecnológico desde pequeños pone en jaque a la modalidad de educación de nuestros días.

La atención, memoria, lenguaje, praxia entendida como ejecuciones de movimientos, gnosia o conocimiento por experiencias sensoriales y el pensamiento e inteligencia que se requiere para dar soluciones y adaptación a los niños y adolescentes de nuestra época, están en acción constante en sus vínculos, modos de comunicarse, recepción y evocación de conocimientos e información, entre tantos.

La postura docente debería ser, no sólo tener en cuenta estas funciones superiores necesarias para aprender, sino también la manera de motivarlas en las aulas, fomentar actividades que desarrollen los sentidos en toda su expresión, brindando clases donde estén presente diversos recursos propuestos por el docente y, promovidos y ejecutados por alumnos, donde pueda ponerse en juego el pensamiento individual y social de los grupos, potenciando así diversas formas de aprender y procedimientos llevados a cabo. Poniendo el foco en el cómo y luego en el resultado.

Llamar su atención, estimular su memoria y racionalizar o concientizarla a través de la reflexión, utilizar las praxias como modo de experiencia en las áreas y actividades que se puedan ejecutar, brindar estimulación de diferentes sensaciones, permite poner  en función conocimientos que a través del lenguaje, la comunicación entre pares, docentes y alumnos, para que se potencien entre sí y se aprenda.

Lejos queda la exposición del docente como conocimiento brindado unilateralmente; hoy el docente debe ser uno más de los que promueve por excelencia la circulación del mismo, debe dar el ejemplo de esa modalidad y multiplicarlo, generando espacios de sociabilización, de modos de pensar expresados de manera oral o escrita, con confecciones o soportes diferentes, exigirles que piensen a través de preguntas constantes, sosteniendo, racionalizando y reflexionando los errores que se presenten, promover el espacio para  que se cuestionen y busquen soluciones saliendo de la comodidad de las respuestas literales, para dar lugar a respuestas razonadas y creadas por ellos de forma individual y grupal, introducirlos en textos desconocidos o que les genere nuevos aprendizajes a través de la duda, el error y necesidad de preguntarse a cerca de nuevos conocimientos y vocabularios, esforzarlos a que su pensamiento se ponga en acción de manera permanente. Repetir sin razonar no lleva a nada, pensar sin cuestionarse o buscar respuestas tampoco.

El aprendizaje y la enseñanza de estrategias como la comparación, la verificación, las hipotetizaciones acerca de los diversos contenidos, el vaivén de preguntas y respuestas permanentes, intencionales o necesarias, surgidas de la manipulación del conocimiento entre tantas otras, poniendo en juego las funciones superiores cerebrales a trabajar como un conjunto, generan aprendizajes sólidos, compartidos, multidireccionales y crean la capacidad de formar personas capaces de actuar con autonomía a nivel social y cultural, da espacio al reconocimiento de estrategias propias para sus resoluciones en la vida. Dar libertad en el aprender, sostenido por una enseñanza abierta y adecuada a los tiempos de hoy, da lugar a que los errores sean valorados como parte del aprendizaje para la vida, de procesos necesarios por los cuales transitar y de poner en ejecución variedad de estrategias para responder al mundo en el que estamos insertos.

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