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Detrás de las pinturas

Gandia sostiene que el nombre del artista en un cuadro le da cierto “status” a la obra, más de allá de su calidad propia.

Lucas Martín Gandia es un artista plástico y pintor abstracto, que plasma los sentimientos en sus obras. Sus días se reparten entre su familia, el trabajo y aquello que completa su vida: el arte. Expone su visión sobre la labor del artista, y la fusión entre el arte y el comercio.

Gandia sostiene que el nombre del artista en un cuadro le da cierto “status” a la obra, más de allá de su calidad propia.
Gandia sostiene que el nombre del artista en un cuadro le da cierto “status” a la obra, más de allá de su calidad propia.

Por Pamela Benitez. ECI-UNC | periodico@elmilenio.info 

Dice que “nada” lo llevó a pintar. De niño a Lucas le gustaba dibujar y colorear, y hoy, a sus 35 años, aclara que sigue siendo la actividad que más disfruta. Expone sus opiniones con una firmeza remarcable; está convencido de lo que cree, pero sabe que sería difícil –por no decir imposible- mantener a una familia con ingresos exclusivamente de la venta de su arte.

Por eso, en su caso, la pintura es más que un hobby, pero menos que un trabajo full-time. En sus palabras es su “pasión”. Como tal, su sentimiento no se justifica racionalmente, entonces, las obras de Gandia están atravesadas por la emoción que le sirve de inspiración y que trata de plasmar. Es así que, muchas veces, la interpretación del espectador sobre alguna obra no es la que el pintor desearía.

“La comunicación se da de diferentes formas.  Yo me puedo comunicar pintando y dibujando. Todos podemos encontramos formas diferentes de comunicar, el desafío esta en hacer llegar el mensaje de lo que uno quiere decir a las personas”, explicó Lucas sobre la relación entre la pintura y la intención del artista al exponer su obra. También agregó que, es estos tiempos de constante cambio, es muy importante seguir capacitándose para aprovechar los recursos que se vuelven disponibles.

 La construcción de la obra.

“Me inspiran las personas y las situaciones. Por ejemplo, de este encuentro me voy a llevar algo, algún sentimiento o algún cuestionamiento”, reveló Gandia. En su repertorio cuenta con una serie de 25 obras que se llama “El estado de las mujeres”, inspirado en diferentes mujeres que conoció en sus picos emocionales: plena tristeza,  plenitud de felicidad, un hondo dolor y en momentos de inestabilidad.

A lo largo de su vida, y porque el arte lo vincula con la gente, decidió que sus obras reflejen lo que él quiere, y no dejar que nadie oriente su trabajo. Lucas se declaró un  artista independiente, por eso explicó que “si alguien se lleva lo que yo pinte es porque en algún momento estuvo al igual que yo, con la misma emoción”.

En cuanto a la interpretación de sus pinturas, admitió que no es agradable cuando las personas no interpretan la intención del mensaje que él quiso transmitir. Por eso, muchas veces se zambulle a la tarea de charlar con el público para comentarles sobre su trabajo, y “automáticamente interpretan mi intención”, dijo.

Teléfono para Boudieu.

En su obra “Las Reglas del Arte”, el sociólogo francés Pierre Bourdieu expuso, hace más de 20 años, su teoría sobre la génesis y reproducción del campo del arte. Según el sociólogo, uno de los factores que determinan el éxito de una obra es el llamado “milagro de la firma”. Es decir, si la firma de un artista consagrado esta estampada en su obra, ese producto tiene más posibilidades de ser conocida (y reconocida) que si un artista desconocido, un “don nadie”, firmara la misma obra.

 

“La comunicación se da de diferentes formas.  Yo me puedo comunicar pintando y dibujando. Todos podemos encontramos formas diferentes de comunicar, el desafío esta en hacer llegar el mensaje de lo que uno quiere decir a las personas”.

 

En pocas palabras, si el artista reconocido pone la firma, la obra se vende, sino, es muy probable que el producto quede acumulando polvo en la estantería del “desconocido”.

En la teoría del sociólogo, las galerías de pintura y las diversas exposiciones respaldadas por las autoridades en materia de cultura y arte son instancias de consagración para cualquier artista. Asimismo, constituyen un espacio de reafirmación para el artista ya legitimado.

Para Gandia, el nombre del artista también le da cierto “status” a la obra, más de allá de su calidad propia. En palabras de él: “por ejemplo, si una obra está hecha por vos, nadie te lo va a comprar a un costo alto, pero si viene Marta Minujín sí. Esto es así porque se generó un abuso, una sobrevaloración del artista por sobre la obra.”

Gandia 1

Simbiosis “arte-comercio”.

En esa línea, el artista aplica perfectamente a lo que Bourdieu llamó “el arte comercial”. Sucede que el francés creía que el arte no existe, lo que existe son un conjunto de instituciones (Secretarias de Cultura, museos, exposiciones, galerías, etc) cuya tarea es otorgar al producto la categoría de “obra de arte”.

 

“El vínculo entre lo empresarial y lo artístico lo veo genial. A lo empresarial le sirve que haya lindas obras que se muestren en sus edificios. Lo que no pasa es que si no te metes en ese círculo, hoy por hoy, es más difícil entrar”.

 

Gandia piensa que si los artistas, convocados por el gobierno, sumaran todo lo que utilizan para hacer su obras (material, horas de trabajo, más un plus del título),  ganarían bastante como artistas y, entonces, más personas podrían dedicarse a eso. Él cree que todo va a cambiar y que la gente que ama su vocación podrá vivir de sus obras.

“El vínculo entre lo empresarial y lo artístico lo veo genial. A lo empresarial le sirve que haya lindas obras que se muestren en sus edificios. Lo que no pasa es que si no te metes en ese círculo, hoy por hoy, es más difícil entrar”, detalló el creativo. En la actualidad, se vuelve común la combinación trabajo-hobby, y poder lograr ingreso de ambos.

A medida que el encuentro llegaba a su fin, Gandia expresó claramente su opinión respecto a la situación del artista en el medio: “Hace falta que los grandes lugares le den lugar a las personas que han estudiado arte, porque día a día el artista se levanta a la mañana y no sabe que pintar y para quien. Los artistas que viven de eso no quieren otra cosa que trabajar, así sea poner un pequeño dibujo. La crisis del 2001 trajo gente que tuvo que vender obras propias para sobrevivir”.

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